sábado, 29 de junio de 2013

Capítulos XXV-XXVI

Capítulo XXV

Mientras que Juan abría la puerta de su casa para ver quién era el que tocaba el timbre, por otro lado, Axayácatl, quien no se había percatado de tal visita inesperada, atendía a la llamada que había recibido momentos antes.

    - ¿Perdón?, ¿quién habla? – exclamó extrañado Axayácatl.

    - Como escuchaste indio idiota, soy yo, Isabel – reiteró enojada Isabel.

    Axayácatl ante esto se quedó perplejo, no podía creer lo que escuchaba, que Isabel hubiera hablado a su casa.

    - ¿Cómo conseguiste mi teléfono? – dijo Axayácatl enojado.

    - Eso no te incumbe a ti, tan sólo hablo para decirte una cosa.

    En lo que Axayácatl atendía la llamada, por su parte, su padre, quien ya se encontraba enfrente de la puerta, estaba demasiado nervioso por abrir y ver así de quién se trataba. Sus manos, al igual que todo su cuerpo, temblaban, Xochimitl lo veía de lejos y ella también estaba muy nerviosa, su corazón palpitaba rápidamente, si por ella fuera no hubiese querido mantener los ojos abiertos por los nervios, o, mejor aún, no hubiese querido estar en ese momento. Así, finalmente, Juan, con muchos nervios, por fin abrió la puerta de su casa para ver de quién se trataba, al hacerlo, fue sorpresa de ellos ver que era nada más ni nada menos que Inés, su hija.

    - Inés…Hija… Vaya… Qué gran sorpresa y alivio de que seas tú – expresó Juan, dando un gran suspiro.

    Xochimitl, en cuanto escuchó la voz de su hija afuera de la casa, también dio un gran suspiro al mismo tiempo que sonreía como una forma de expresar la despreocupación de esos segundos intensos.

    - Papá, lamento por no haber avisado de que llegaría mucho más temprano de lo que les había dicho, pero no encontré el medio para hacerlo. Espero no interrumpir nada. – Inés se asomó al interior de la casa para ver por qué tanta preocupación.

    - No interrumpes nada hija, y eres bienvenida, pasa, estábamos hablando todos con Clemente sobre su plan. – Juan abrió por completo la puerta para que entrara Inés, ella entonces entró de inmediato.

    - Ya veo, entonces sí interrumpí algo – Inés dejó su maleta en un sillón y entonces vio a su mamá. Ella en seguida corrió a abrazarla - ¡Mamá, qué felicidad es volver a verte! – ellas dos quedaron abrazadas por un momento, entonces se separaron e Inés volteó a ver a su padre. – No saben cómo me preocupo por ustedes, a diario pienso si están bien aquí.

    - Nosotros también nos preocupamos por ti hija. – Juan abrazó a Inés.

    Entre que ellos daban la bienvenida a Inés, Axayácatl, por su parte, continuaba con la llamada de Isabel.

    - ¿Qué es lo que quieres Isabel?, no puedo creer que te hayas atrevido a hablarme a mi casa – volvió a insistir él.

    - ¡Deja de decirme esa estupidez!; escúchame bien mugroso, hablo para advertirte algo, y es que si acaso llegas a contar algo de lo que te hice en la tarde, te juro que te vas a arrepentir toda tu vida, porque entonces no dudaré en contarles a todos tu secreto, así como lo chillona que estabas con Clemente ese día; y ni dudes que diré detalles, contaré cómo estabas golpeado y el problema que tienes en tu vida – exclamó sumamente segura Isabel.

    Axayácatl entonces sintió en su cuerpo un gran temblor, un temblor que nunca antes había sentido, ni si quiera cuando estaba frente a Francisco. Esta reacción de su cuerpo era una señal de su gran miedo de ver todo acabado, de que toda la escuela por fin se enterara de su secreto, y de que eso llegara a oídos de Francisco.

    Yo, mientras tanto, como ya no había escuchado el timbre de la casa, decidí abrir un poco la puerta del baño para ver qué era lo que pasaba. Así lo hice, abrí lentamente la puerta, y entonces al voltear al lado derecho, es decir, al lado en donde estaban los cuartos, escuché la voz de Axayácatl que decía: “No diré nada”.

    Justo en ese momento el padre de Axayácatl dijo:

    - ¡Clemente, todo está bien, puedes volver aquí!

    Entonces yo abrí por completo el baño, salí, y aunque traté de escuchar un poco más sobre lo que hablaba Axayácatl, no pude, pues Juan ya estaba subiendo las escaleras para ver si yo había escuchado su anuncio. Al verlo expresé mi tranquilidad porque no fue Francisco quien tocó a la puerta, entonces Juan y yo bajamos a la sala, mientras que Axayácatl continuaba su llamada.

   - Excelente, veo que como indígena pobretón entiendes muy bien lo que se te ordena – dijo Isabel muy contenta.

   - Por favor no digas nada – en una actitud sumisa expresó Axayácatl.

   - Eso depende de cómo te portes, si tú no dices nada, ten por seguro que yo no lo haré; pero de lo contrario, si es que tú no aguantas a lo que te haga y entonces dices todo, no dudes en que toda la escuela sabrá de tu estúpido secreto – advirtió Isabel y al tiempo colgó el teléfono.

   Tras esta reacción de Isabel, Axayácatl quedó cortado de emociones, es decir, la forma en que ella lo había amenazado y colgado el teléfono no permitió que Axayácatl asimilara todo lo que Isabel había dicho; pues, ¿Cómo era aquello?, ¿aguantar lo que hiciera Isabel?, ¿qué era lo que tramaba ella como para haber dicho todo eso, y, aún más, haber hablado a la casa de Axayácatl y amenazarlo?, estas preguntas rondaban en la mente de Axayácatl, cuando ya él había bajado con nosotros a la sala. Ahí sólo nos encontrábamos Xochimitl, Juan y yo, pues Inés se había escondido en la cocina, esto para darle una sorpresa a su hermano.

    Xochimitl, en cuanto vio a Axayácatl acercase, le preguntó:

    - ¿Qué pasó hijo, era Francisco?, te noto preocupado.

    - No, no, no era Francisco – dijo cortante él.

    - ¿Entonces quién era? – repuso extrañado Juan.

    - Era… era… ¡Era Josef!, un amigo de la escuela, me habló para saber qué era lo que había pedido de material nuestro maestro de taller! – exclamó Axayácatl.

    Sus padres hicieron una expresión de alivio ante esto, sin embargo, yo no creeía del todo de que Josef haya sido quien habló por teléfono, pues, ¿para qué Axayácatl había dicho “No diré nada”?, esto era algo sumamente extraño de su parte.

    Pero antes de que Axayácatl pudiera hacer alguna expresión de nerviosismo, Inés en ese momento apareció sorprevisamente de la cocina.

    - ¡Hola hermanito! – dijo muy feliz ella, y de inmediato se acercó a Axayácatl para abrazarlo.

    - ¡Inés! – expresó muy emocionado Axayácatl, no podía creer que su hermana estuviera ya en la ciudad. Él se dejó abrazar totalmente por ella.

    Ambos se veían extremadamente felices, jamás había visto a Axayácatl tan feliz, su expresión en la cara había cambiado por completo, una gran sonrisa adornaba su rostro, sus ojos se veían con brillo, un brillo que reflejaba su emoción que le causaba el ver a su hermana a su lado, como si la presencia de Inés le diera a Axayácatl una gran seguridad. Entonces Inés se separó de él e inmediatamente ella me volteó a ver.

    - Oh, hermana, te presento a Clemente. Mi mejor amigo – indicó muy feliz Axayácatl.

    - ¿Tu mejor amigo? – Inés volteó a ver sorprendia a su hermano, al igual que sus papás.

    - Sí, él es mi mejor amigo – dijo Axayácatl totalmente seguro.

    Yo tampoco podía creer tal expresión de Axayácatl, él no había utilizado esa categoría para mencionarme, era como si algo hubiera hecho que él, en esos breves minutos en que todos nos dispersamos, decidiera decirme de esa forma.

    - Bueno, pues mucho gusto Clemente, mejor amigo de Axayácatl. – Inés me externó su mano al mismo tiempo que me sonrió amablemente.

      Estreché la mano de Inés mientras la veía fijamente, y ahora entendía quién se parecía casi por completo a Xochimitl. Aunque Axayácatl no me habló para nada de Inés en el pasado, pues parecía que le incomodaba hablar de ella, por el contrario, yo veía a Inés sumamente hermosa. Ella tenía un poco más de nuestra edad. Tenía unos ojos profundos, totalmente negros, un color negro que invitaba a perderte dulcemente en su mirada tan bella, su sonrisa era increíblemente bella y envidiable, en esa sonrisa reflejaba la bondad, la sencillez y el amor por la vida que Inés parecía tener, nunca antes una mujer sonrió tan alegremente como ella. Su cabello, al igual que su madre, era largo, muy lacio y de color negro. Inés era muy delgada, sus brazos eran estéticamente delgados, sus manos parecían tan frágiles, pero no, en ellos poseía una fuerza indescriptible. Ella, al igual que su familia, era de piel morena.

     - Bueno, ¿qué les parece si comenzamos con la conversación? – expresó Juan.

    - Muy bien, por mí no hay problema. – contestó Inés.

    Todos estuvimos de acuerdo para comenzar con la conversación, entonces nos sentamos en la sala, en la disposición que ya se dijo antes, sólo que ahora, Inés ocupaba justamente el sillón de mi lado que estaba vacío antes de su llegada.

    Fue así como le expliqué a la familia de Axayácatl mi plan contra Francisco que, en una parte, consistía en que yo fuera la persona que habían pedido Francisco y Rogelio para que estuviera con ellos el viernes…

Capítulo XXVI

Conté y expliqué a la familia de Axayácatl todo acerca del plan contra Francisco, ellos parecían sorprendidos al mismo tiempo que estar de acuerdo con lo que les decía, sin embargo, Xochimitl y Juan completaron ciertas ideas mías, pues agregaron la ayuda de Inés a todo lo que yo había planeado, así como la forma en que yo actuaría frente a Francisco y Rogelio en ese día en que se decidiría todo su destino.

    Sin poderles lectores aún revelarles de qué va el plan contra Francisco, fue así como pasó el día y llegó entonces el martes. Todos estábamos en la formación del patio, yo me encontraba bastante pensativo y también nervioso sobre el plan contra Francisco, pues, aunque había salido todo de mi mente y había convencido a los padres de Axayácatl; por otro lado, no quitaba el que fuera un plan en el que cualquiera pudiera perder la vida.

    Mientras que yo me sumergía en este y otros pensamientos, de improvisto llegó Jérémy conmigo.

    - ¡Hola Clemente! ¿Cómo es que estás tan solo?- él exclamó sonriente, con esa bella sonrisa que caracterizaba su ser y lo hacía único en este mundo.

    - Oh, hola Jérémy, qué sorpresa me diste – expresé extrañado por su llegada.

    - No me digas que te ha parecido ridícula mi entrada contigo – dijo con un tono irónico.

    - Para nada – sonreí levemente por la gracia que me causó su comentario –, es sólo que estaba en mis pensamientos y entonces de pronto llegaste tú.

    Jérémy sonrió por lo que le dije, entonces continuó:

    - Ya, siempre has sido un joven muy reflexivo; y, ¿sabes?, eso es algo que no se ve en cualquier persona – él entonces fijó sus ojos a los míos, me miraba de una forma diferente, diferente a como lo había hecho anteriormente, ahora esa mirada guardaba una ternura con respecto a mí.

    El comentario de Jérémy me hizo sonrojar, por lo que no pude evitar agachar mi cabeza por un momento y no mirarlo a los ojos, pues eso en verdad me ponía muy nervioso.

    - Bueno, creo que desde siempre me ha gustado pensar, pero no dudo que haya personas más inteligentes que yo.

    Jérémy entonces cerró sus ojos, sonrío levemente, como expresando una vez más una gran ternura por lo que yo decía, entonces volvió a abrir los ojos, y en ese momento, justamente en que él abría sus ojos y dejaba ver esas bellas pupilas color miel, un ligero rayo del sol se posó justamente en ellas, lo cual las hizo ver todavía más luminosas, lo que hacía ver la dulzura de sus ojos, una dulzura que me invitaba a nadar a través de esa profundidad de su mirada. Entonces con una mano me tomó de un hombro y dijo:

    - Qué importa si existe o no alguien mejor a ti, porque con ser tan único es como has llegado al corazón de las personas – y finalmente me sonrió.

    Yo quedé impresionado por esas bellas palabras, por ese tono de voz tan fragante y delicioso con que me había expresado tal idea; y ese momento, ese momento tan mágico en que los dos nos encontrábamos frente a frente, en el que la luz del sol del alba pegaba en su blaquisca y pura cara, al igual que esa sonrisa. Todo fue una combinación de impresiones que hizo a mi corazón latir y radiar de un sentimiento extraño en mí, de algo que jamás había sentido, como un palpitar intenso y a la vez precioso, como… como si se tratara de eso que los demás llaman amor.

     Sin embargo, paralelo a ese momento, Isabel y Angélica nos veían a lo lejos.

    - Míralos Angélica, tan estúpidos los dos - dijo con coraje Isabel.

    Angélica volteó extrañada hacia Isabel, y entonces exclamó:

    - Isabel, a veces no entiendo por qué o cómo es que odias tanto a tu hermano; si él es guapo, atento, lindo y muy alegre. De Clemente lo puedo comprender porque él es antipopular, a nadie le interesa y tiene fama de ser homosexual; pero… ¿por qué te expresas así de tu hermano?, es claro que jamás en la vida Jérémy podría fijarse en Clemente, porque Jérémy no es gay.

    Isabel, quien no nos quitaba la vista de encima, no hizo caso a lo que Angélica le comentó, pues estaba totalmente concentrada en todos los gestos que hacíamos Jérémy y yo en nuestra plática, cuando entonces Isabel expresó:

    - Es que si por maldición llegan a estar juntos, no sé qué haré.

    Angélica entonces se quedó sorprendida por la falta de atención de Isabel y por la expresión que ella había hecho.

    - ¿Juntos?, ¿de qué hablas?, si Jérémy jamás podría andar con un hombre; a menos que… - Angélica entonces nos volteó a ver y para ese momento Jérémy ya había quitado su mano de mi hombro.

    Entonces Isabel, al notar la duda de su Angélica, rápido comentó:

    - Nada, no he dicho nada más, tan sólo que sí: ¿Cómo es que mi hermano guapo, con buen cuerpo y con alma española puede estar junto a un tarado como Clemente?, me molesta que sea tan estúpido mi hermano, es por eso que me enojo con él, porque no es como para que tenga amigos como Clemente, tan impopulares.

    Angélica pareció creer lo que Isabel le había dicho con respecto a su duda, entonces continuó:

     - Para eso hay que deshacernos del inepto de Clemente; ¿conseguiste el teléfono de Axayácatl?

    - Le he conseguido, mi hermano lo tenía anotado en su cuaderno de francés junto con el teléfono de Clemente. Ayer le hablé al indio de Axayácatl y se creyó todo lo que le dije – confesó alegre Isabel.

    - Perfecto, mientras más molestemos al mugroso de Axayácatl, esto hará que él se vaya a quejar con su único amigo verdadero, osea, Clemente, y cuando sea así, Clemente vendrá a reclamarte y así pondremos a Jérémy en contra suya.

    Entonces ellas empezaron a reír por aquel plan que parecía favorecer su objetivo de alejar a Jérémy de mí. Así entonces pasaron las horas de clases, y llegó la hora del receso. Como noté que Axayácatl había llegado con actitud extraña al grupo, decidí acercarme a él para preguntarle sobre ello, pero fue imposible, pues él se salió mucho antes del salón.

    Axayácatl se encontraba atrás del asta bandera tratándose de ocultar de Isabel, y aunque por un momento nadie lo había visto, sin embargo, Isabel fue tan ingeniosa como para buscarlo en los lugares en donde casi nadie iba en la hora del receso, justamente como el asta bandera.

    Cuando Axayácatl notó que Isabel ya lo había encontrado, no pudo evitar temblar del miedo y retroceder un poco mientras ella, junto con Angélica, se acercaban a él.
    - Mira Angélica, ¿a quién tenemos aquí enfrente?- decía Isabel.

    - A un pobre estúpido que está solo- complementó Angélica al tiempo que llegaron con él. Sin pensarlo, Angélica se puso atrás de Axayácatl e Isabel se puso enfrente.

    Mientras esto pasaba, yo continuaba buscando a Axayácatl por todo el patio, cuando en el camino me encontré a Lizeth.

    - Lizeth ¿has visto a Axa?, necesito encontrarlo - preocupado le pregunté.

    - No, no lo he visto desde que salimos del salón; ¿sucede algo? - respondió ella.

    - Te lo contaré después, pero por favor, ayúdame a buscarlo– contesté muy preocupado.

    Lizeth aceptó y ambos nos separamos para encontrar a Axayácatl, mientras que él seguía con Isabel y Angélica.

    - Entonces… No has dicho nada de lo que pasó ayer, ¿verdad Axa?- dijo con tono burlón Isabel, pero Axayácatl no quiso contestar.

    - Contesta imbécil- Angélica lo tomó de los brazos y lo apretó fuertemente, de tal forma que sus uñas se enterraron en Axayácatl. Pero pese a que ella le hizo esto, él no quiso hablar.

    Isabel, al notar la ausencia de palabra que tenía Axayácatl con respecto a su pregunta, se enojó y con tono burlón comentó:

    - Ay mi Axa, más torpe, imbécil y pobre no puedes ser, no cabe duda que eres un indio bien adiestrado, se ve que al menos allá en tu rancho te enseñaron a ladrar cuando tenías que hacerlo.

    Axayácatl no pudo evitar enojarse por tal comentario.

    - Eres una estúpida – expresó él mientras miraba con una mirada intensa de odio a Isabel.

    - ¡¿Qué dijiste!? - preguntó furiosa Isabel al mismo tiempo que se iba a acercar a él para golpearlo como un día antes lo había hecho, sin embargo, en ese momento…


    - ¡Axayácatl! – a pocos pasos de ellos, Lizeth gritó para detener lo que iba a hacer Isabel…

No hay comentarios:

Publicar un comentario