Capítulo XXV
Mientras
que Juan abría la puerta de su casa para ver quién era el que tocaba el timbre,
por otro lado, Axayácatl, quien no se había percatado de tal visita inesperada,
atendía a la llamada que había recibido momentos antes.
- ¿Perdón?, ¿quién habla? – exclamó
extrañado Axayácatl.
- Como escuchaste indio idiota, soy yo,
Isabel – reiteró enojada Isabel.
Axayácatl ante esto se quedó perplejo, no
podía creer lo que escuchaba, que Isabel hubiera hablado a su casa.
- ¿Cómo conseguiste mi teléfono? – dijo
Axayácatl enojado.
- Eso no te incumbe a ti, tan sólo hablo
para decirte una cosa.
En lo que Axayácatl atendía la llamada, por
su parte, su padre, quien ya se encontraba enfrente de la puerta, estaba
demasiado nervioso por abrir y ver así de quién se trataba. Sus manos, al igual
que todo su cuerpo, temblaban, Xochimitl lo veía de lejos y ella también estaba
muy nerviosa, su corazón palpitaba rápidamente, si por ella fuera no hubiese
querido mantener los ojos abiertos por los nervios, o, mejor aún, no hubiese
querido estar en ese momento. Así, finalmente, Juan, con muchos nervios, por
fin abrió la puerta de su casa para ver de quién se trataba, al hacerlo, fue
sorpresa de ellos ver que era nada más ni nada menos que Inés, su hija.
- Inés…Hija… Vaya… Qué gran sorpresa y
alivio de que seas tú – expresó Juan, dando un gran suspiro.
Xochimitl, en cuanto escuchó la voz de su
hija afuera de la casa, también dio un gran suspiro al mismo tiempo que sonreía
como una forma de expresar la despreocupación de esos segundos intensos.
- Papá, lamento por no haber avisado de que
llegaría mucho más temprano de lo que les había dicho, pero no encontré el
medio para hacerlo. Espero no interrumpir nada. – Inés se asomó al interior de
la casa para ver por qué tanta preocupación.
- No interrumpes nada hija, y eres
bienvenida, pasa, estábamos hablando todos con Clemente sobre su plan. – Juan
abrió por completo la puerta para que entrara Inés, ella entonces entró de
inmediato.
- Ya veo, entonces sí interrumpí algo –
Inés dejó su maleta en un sillón y entonces vio a su mamá. Ella en seguida
corrió a abrazarla - ¡Mamá, qué felicidad es volver a verte! – ellas dos
quedaron abrazadas por un momento, entonces se separaron e Inés volteó a ver a su
padre. – No saben cómo me preocupo por ustedes, a diario pienso si están bien
aquí.
- Nosotros también nos preocupamos por ti
hija. – Juan abrazó a Inés.
Entre que ellos daban la bienvenida a Inés,
Axayácatl, por su parte, continuaba con la llamada de Isabel.
- ¿Qué es lo que quieres Isabel?, no puedo
creer que te hayas atrevido a hablarme a mi casa – volvió a insistir él.
- ¡Deja de decirme esa estupidez!; escúchame
bien mugroso, hablo para advertirte algo, y es que si acaso llegas a contar
algo de lo que te hice en la tarde, te juro que te vas a arrepentir toda tu
vida, porque entonces no dudaré en contarles a todos tu secreto, así como lo
chillona que estabas con Clemente ese día; y ni dudes que diré detalles,
contaré cómo estabas golpeado y el problema que tienes en tu vida – exclamó
sumamente segura Isabel.
Axayácatl entonces sintió en su cuerpo un
gran temblor, un temblor que nunca antes había sentido, ni si quiera cuando
estaba frente a Francisco. Esta reacción de su cuerpo era una señal de su gran
miedo de ver todo acabado, de que toda la escuela por fin se enterara de su
secreto, y de que eso llegara a oídos de Francisco.
Yo, mientras tanto, como ya no había
escuchado el timbre de la casa, decidí abrir un poco la puerta del baño para
ver qué era lo que pasaba. Así lo hice, abrí lentamente la puerta, y entonces
al voltear al lado derecho, es decir, al lado en donde estaban los cuartos,
escuché la voz de Axayácatl que decía: “No diré nada”.
Justo en ese momento el padre de Axayácatl
dijo:
- ¡Clemente, todo está bien, puedes volver
aquí!
Entonces yo abrí por completo el baño,
salí, y aunque traté de escuchar un poco más sobre lo que hablaba Axayácatl, no
pude, pues Juan ya estaba subiendo las escaleras para ver si yo había escuchado
su anuncio. Al verlo expresé mi tranquilidad porque no fue Francisco quien tocó
a la puerta, entonces Juan y yo bajamos a la sala, mientras que Axayácatl
continuaba su llamada.
- Excelente, veo que como indígena pobretón
entiendes muy bien lo que se te ordena – dijo Isabel muy contenta.
- Por favor no digas nada – en una actitud
sumisa expresó Axayácatl.
- Eso depende de cómo te portes, si tú no
dices nada, ten por seguro que yo no lo haré; pero de lo contrario, si es que
tú no aguantas a lo que te haga y entonces dices todo, no dudes en que toda la
escuela sabrá de tu estúpido secreto – advirtió Isabel y al tiempo colgó el
teléfono.
Tras esta reacción de Isabel, Axayácatl
quedó cortado de emociones, es decir, la forma en que ella lo había amenazado y
colgado el teléfono no permitió que Axayácatl asimilara todo lo que Isabel
había dicho; pues, ¿Cómo era aquello?, ¿aguantar lo que hiciera Isabel?, ¿qué
era lo que tramaba ella como para haber dicho todo eso, y, aún más, haber hablado
a la casa de Axayácatl y amenazarlo?, estas preguntas rondaban en la mente de
Axayácatl, cuando ya él había bajado con nosotros a la sala. Ahí sólo nos
encontrábamos Xochimitl, Juan y yo, pues Inés se había escondido en la cocina,
esto para darle una sorpresa a su hermano.
Xochimitl, en cuanto vio a Axayácatl
acercase, le preguntó:
- ¿Qué pasó hijo, era Francisco?, te noto
preocupado.
- No, no, no era Francisco – dijo cortante
él.
- ¿Entonces quién era? – repuso extrañado
Juan.
- Era… era… ¡Era Josef!, un amigo de la
escuela, me habló para saber qué era lo que había pedido de material nuestro
maestro de taller! – exclamó Axayácatl.
Sus padres hicieron una expresión de alivio
ante esto, sin embargo, yo no creeía del todo de que Josef haya sido quien
habló por teléfono, pues, ¿para qué Axayácatl había dicho “No diré nada”?, esto
era algo sumamente extraño de su parte.
Pero antes de que Axayácatl pudiera hacer
alguna expresión de nerviosismo, Inés en ese momento apareció sorprevisamente
de la cocina.
- ¡Hola hermanito! – dijo muy feliz ella, y
de inmediato se acercó a Axayácatl para abrazarlo.
- ¡Inés! – expresó muy emocionado
Axayácatl, no podía creer que su hermana estuviera ya en la ciudad. Él se dejó
abrazar totalmente por ella.
Ambos se veían extremadamente felices,
jamás había visto a Axayácatl tan feliz, su expresión en la cara había cambiado
por completo, una gran sonrisa adornaba su rostro, sus ojos se veían con
brillo, un brillo que reflejaba su emoción que le causaba el ver a su hermana a
su lado, como si la presencia de Inés le diera a Axayácatl una gran seguridad.
Entonces Inés se separó de él e inmediatamente ella me volteó a ver.
- Oh, hermana, te presento a Clemente. Mi
mejor amigo – indicó muy feliz Axayácatl.
- ¿Tu mejor amigo? – Inés volteó a ver
sorprendia a su hermano, al igual que sus papás.
- Sí, él es mi mejor amigo – dijo Axayácatl
totalmente seguro.
Yo tampoco podía creer tal expresión de
Axayácatl, él no había utilizado esa categoría para mencionarme, era como si
algo hubiera hecho que él, en esos breves minutos en que todos nos dispersamos,
decidiera decirme de esa forma.
- Bueno, pues mucho gusto Clemente, mejor
amigo de Axayácatl. – Inés me externó su mano al mismo tiempo que me sonrió
amablemente.
Estreché
la mano de Inés mientras la veía fijamente, y ahora entendía quién se parecía
casi por completo a Xochimitl. Aunque Axayácatl no me habló para nada de Inés
en el pasado, pues parecía que le incomodaba hablar de ella, por el contrario,
yo veía a Inés sumamente hermosa. Ella tenía un poco más de nuestra edad. Tenía
unos ojos profundos, totalmente negros, un color negro que invitaba a perderte
dulcemente en su mirada tan bella, su sonrisa era increíblemente bella y
envidiable, en esa sonrisa reflejaba la bondad, la sencillez y el amor por la
vida que Inés parecía tener, nunca antes una mujer sonrió tan alegremente como
ella. Su cabello, al igual que su madre, era largo, muy lacio y de color negro.
Inés era muy delgada, sus brazos eran estéticamente delgados, sus manos
parecían tan frágiles, pero no, en ellos poseía una fuerza indescriptible.
Ella, al igual que su familia, era de piel morena.
-
Bueno, ¿qué les parece si comenzamos con la conversación? – expresó Juan.
- Muy bien, por mí no hay problema. –
contestó Inés.
Todos estuvimos de acuerdo para comenzar
con la conversación, entonces nos sentamos en la sala, en la disposición que ya
se dijo antes, sólo que ahora, Inés ocupaba justamente el sillón de mi lado que
estaba vacío antes de su llegada.
Fue así como le expliqué a la familia de
Axayácatl mi plan contra Francisco que, en una parte, consistía en que yo fuera
la persona que habían pedido Francisco y Rogelio para que estuviera con ellos
el viernes…
Capítulo
XXVI
Conté
y expliqué a la familia de Axayácatl todo acerca del plan contra Francisco,
ellos parecían sorprendidos al mismo tiempo que estar de acuerdo con lo que les
decía, sin embargo, Xochimitl y Juan completaron ciertas ideas mías, pues
agregaron la ayuda de Inés a todo lo que yo había planeado, así como la forma
en que yo actuaría frente a Francisco y Rogelio en ese día en que se decidiría
todo su destino.
Sin poderles lectores aún revelarles de
qué va el plan contra Francisco, fue así como pasó el día y llegó entonces el
martes. Todos estábamos en la formación del patio, yo me encontraba bastante
pensativo y también nervioso sobre el plan contra Francisco, pues, aunque había
salido todo de mi mente y había convencido a los padres de Axayácatl; por otro
lado, no quitaba el que fuera un plan en el que cualquiera pudiera perder la
vida.
Mientras que yo me sumergía en este y otros
pensamientos, de improvisto llegó Jérémy conmigo.
- ¡Hola Clemente! ¿Cómo es que estás tan solo?-
él exclamó sonriente, con esa bella sonrisa que caracterizaba su ser y lo hacía
único en este mundo.
- Oh, hola Jérémy, qué sorpresa me diste –
expresé extrañado por su llegada.
- No me digas que te ha parecido ridícula
mi entrada contigo – dijo con un tono irónico.
- Para nada – sonreí levemente por la gracia
que me causó su comentario –, es sólo que estaba en mis pensamientos y entonces
de pronto llegaste tú.
Jérémy sonrió por lo que le dije, entonces
continuó:
- Ya, siempre has sido un joven muy
reflexivo; y, ¿sabes?, eso es algo que no se ve en cualquier persona – él entonces
fijó sus ojos a los míos, me miraba de una forma diferente, diferente a como lo
había hecho anteriormente, ahora esa mirada guardaba una ternura con respecto a
mí.
El comentario de Jérémy me hizo sonrojar,
por lo que no pude evitar agachar mi cabeza por un momento y no mirarlo a los
ojos, pues eso en verdad me ponía muy nervioso.
-
Bueno, creo que desde siempre me ha gustado pensar, pero no dudo que haya
personas más inteligentes que yo.
Jérémy entonces cerró sus ojos, sonrío
levemente, como expresando una vez más una gran ternura por lo que yo decía,
entonces volvió a abrir los ojos, y en ese momento, justamente en que él abría
sus ojos y dejaba ver esas bellas pupilas color miel, un ligero rayo del sol se
posó justamente en ellas, lo cual las hizo ver todavía más luminosas, lo que
hacía ver la dulzura de sus ojos, una dulzura que me invitaba a nadar a través
de esa profundidad de su mirada. Entonces con una mano me tomó de un hombro y
dijo:
- Qué importa si existe o no alguien mejor
a ti, porque con ser tan único es como has llegado al corazón de las personas –
y finalmente me sonrió.
Yo quedé impresionado por esas bellas
palabras, por ese tono de voz tan fragante y delicioso con que me había expresado
tal idea; y ese momento, ese momento tan mágico en que los dos nos encontrábamos
frente a frente, en el que la luz del sol del alba pegaba en su blaquisca y
pura cara, al igual que esa sonrisa. Todo fue una combinación de impresiones
que hizo a mi corazón latir y radiar de un sentimiento extraño en mí, de algo
que jamás había sentido, como un palpitar intenso y a la vez precioso, como…
como si se tratara de eso que los demás llaman amor.
Sin embargo, paralelo a ese momento,
Isabel y Angélica nos veían a lo lejos.
- Míralos Angélica, tan estúpidos los dos -
dijo con coraje Isabel.
Angélica volteó extrañada hacia Isabel, y
entonces exclamó:
- Isabel, a veces no entiendo por qué o
cómo es que odias tanto a tu hermano; si él es guapo, atento, lindo y muy
alegre. De Clemente lo puedo comprender porque él es antipopular, a nadie le
interesa y tiene fama de ser homosexual; pero… ¿por qué te expresas así de tu
hermano?, es claro que jamás en la vida Jérémy podría fijarse en Clemente,
porque Jérémy no es gay.
Isabel, quien no nos quitaba la vista de
encima, no hizo caso a lo que Angélica le comentó, pues estaba totalmente
concentrada en todos los gestos que hacíamos Jérémy y yo en nuestra plática,
cuando entonces Isabel expresó:
- Es que si por maldición llegan a estar juntos,
no sé qué haré.
Angélica entonces se quedó sorprendida por
la falta de atención de Isabel y por la expresión que ella había hecho.
- ¿Juntos?, ¿de qué hablas?, si Jérémy
jamás podría andar con un hombre; a menos que… - Angélica entonces nos volteó a
ver y para ese momento Jérémy ya había quitado su mano de mi hombro.
Entonces Isabel, al notar la duda de su
Angélica, rápido comentó:
- Nada, no he dicho nada más, tan sólo que
sí: ¿Cómo es que mi hermano guapo, con buen cuerpo y con alma española puede
estar junto a un tarado como Clemente?, me molesta que sea tan estúpido mi
hermano, es por eso que me enojo con él, porque no es como para que tenga
amigos como Clemente, tan impopulares.
Angélica pareció creer lo que Isabel le
había dicho con respecto a su duda, entonces continuó:
- Para eso hay que deshacernos del inepto
de Clemente; ¿conseguiste el teléfono de Axayácatl?
- Le he conseguido, mi hermano lo tenía
anotado en su cuaderno de francés junto con el teléfono de Clemente. Ayer le
hablé al indio de Axayácatl y se creyó todo lo que le dije – confesó alegre
Isabel.
- Perfecto, mientras más molestemos al
mugroso de Axayácatl, esto hará que él se vaya a quejar con su único amigo verdadero,
osea, Clemente, y cuando sea así, Clemente vendrá a reclamarte y así pondremos
a Jérémy en contra suya.
Entonces ellas empezaron a reír por aquel
plan que parecía favorecer su objetivo de alejar a Jérémy de mí. Así entonces
pasaron las horas de clases, y llegó la hora del receso. Como noté que Axayácatl
había llegado con actitud extraña al grupo, decidí acercarme a él para
preguntarle sobre ello, pero fue imposible, pues él se salió mucho antes del
salón.
Axayácatl se encontraba atrás del asta
bandera tratándose de ocultar de Isabel, y aunque por un momento nadie lo había
visto, sin embargo, Isabel fue tan ingeniosa como para buscarlo en los lugares
en donde casi nadie iba en la hora del receso, justamente como el asta bandera.
Cuando Axayácatl notó que Isabel ya lo
había encontrado, no pudo evitar temblar del miedo y retroceder un poco
mientras ella, junto con Angélica, se acercaban a él.
- Mira Angélica, ¿a quién tenemos aquí
enfrente?- decía Isabel.
- A un pobre estúpido que está solo- complementó
Angélica al tiempo que llegaron con él. Sin pensarlo, Angélica se puso atrás de
Axayácatl e Isabel se puso enfrente.
Mientras esto pasaba, yo continuaba
buscando a Axayácatl por todo el patio, cuando en el camino me encontré a
Lizeth.
- Lizeth ¿has visto a Axa?, necesito
encontrarlo - preocupado le pregunté.
- No, no lo he visto desde que salimos del
salón; ¿sucede algo? - respondió ella.
- Te lo contaré después, pero por favor,
ayúdame a buscarlo– contesté muy preocupado.
Lizeth aceptó y ambos nos separamos para
encontrar a Axayácatl, mientras que él seguía con Isabel y Angélica.
- Entonces… No has dicho nada de lo que
pasó ayer, ¿verdad Axa?- dijo con tono burlón Isabel, pero Axayácatl no quiso
contestar.
- Contesta imbécil- Angélica lo tomó de los
brazos y lo apretó fuertemente, de tal forma que sus uñas se enterraron en Axayácatl.
Pero pese a que ella le hizo esto, él no quiso hablar.
Isabel, al notar la ausencia de palabra que
tenía Axayácatl con respecto a su pregunta, se enojó y con tono burlón comentó:
- Ay mi Axa, más torpe, imbécil y pobre no puedes
ser, no cabe duda que eres un indio bien adiestrado, se ve que al menos allá en
tu rancho te enseñaron a ladrar cuando tenías que hacerlo.
Axayácatl no pudo evitar enojarse por tal
comentario.
- Eres una estúpida – expresó él mientras
miraba con una mirada intensa de odio a Isabel.
- ¡¿Qué dijiste!? - preguntó furiosa Isabel
al mismo tiempo que se iba a acercar a él para golpearlo como un día antes lo
había hecho, sin embargo, en ese momento…
- ¡Axayácatl! – a pocos pasos de ellos,
Lizeth gritó para detener lo que iba a hacer Isabel…
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