martes, 8 de octubre de 2013

Capítulos XLI-XLII

Capítulo XLI

Lo que veía era algo que no quería creer que en realidad había pasado, que me resignaba a aceptar en esos instantes: El cuerpo de Francisco tirado en el suelo, sin movimiento, sin queja alguna. Su sangre que abarcaba poco a poco el piso, la herida del balazo que era visible en su hombro, parecía que la bala había perforado por completo la carne de ese hombre.

    Axayácatl seguía igual de asustado, sin pronunciar una sola palabra, yo lo miraba y él también a mí, luego mirábamos el cuerpo tendido en el suelo y nos dio temor todo, incluso nuestra existencia.

    - ¡Lo mataste, lo mataste maldito! - gritaba Rogelio asustado.

    - ¿El destino lo quiso, o un hombre lo decidió? – susurré en voz baja mientras no dejaba de ver a Francisco.

    Axayácatl seguía igual o peor de pálido, incluso él dudaba de lo que había provocado con ese disparo, si la muerte o tan sólo una herida en Francisco. Entonces Rogelio, sin temer por una agresión de nuestra parte, pues seguramente también estaba igual de consternado que nosotros, se levantó a abrazar a su amigo. Rogelio lloraba, lloraba como seguramente nunca lo había visto Axayácatl.

    - ¿Por qué, por qué lo mataste maldito?, ¿por qué no lo pudiste dejar vivir? – preguntaba Rogelio con el alma destrozada, como si hubiese olvidado a toda esa gente que él y Francisco mataron a lo largo de sus vidas.

    - No puedo creer que preguntes algo como eso, algo que seguramente muchas personas te preguntaron después de que asesinaste a sus seres queridos. Parece que, después de todo, tienes corazón; egoísta, pero lo tienes – aunque con un gran sentimiento de incertidumbre, Axayácatl habló con la última pizca que le quedaba de valentía.

    De pronto, tras escuchar estas palabras de Axayácatl, Francisco empezó a moverse lentamente en el suelo.

    - ¡Ahhh, maldito niño! – se empezó a quejar. Francisco comenzó a levantarse lentamente, con su brazo hizo a un lado a Rogelio y se quedó hincado, entonces llevó su mano a su hombro derecho, pues fue ahí en donde la bala le había dado.

    - Sigues vivo – exclamó fríamente Axayácatl.

    - ¡Compadre, yo ya te hacía en el otro mundo! – expresó emocionado Rogelio.

    - Maldito niño, estuviste a punto de lograrlo – dijo enojado Francisco mientras miraba con mucho rencor a Axayácatl.

    - Todo se acabó – volvió a decir muy tajantemente Axayácatl.

    - ¡No, no voy a aceptar que perdí frente a ti! – gritó con fuerza Francisco.

    - Axayácatl, no le hagas caso. Mira, no eres culpable de nada, no lo mataste, no eres igual que ellos – comenté ante el reto de Francisco, pues en verdad me parecía increíble que fuera más fuerte el orgullo de Francisco que su propia herida.

    - Lo sé Clemente – Axayácatl entonces me volteó a ver con una sonrisa hermosa, una sonrisa que me recordaba al Axayácatl tranquilo y frágil de la secundaria. Al mismo tiempo esa sonrisa reflejaba la tranquilidad de su alma al ver que Francisco seguía vivo -. Pero creo que eso es algo que no van a entender ellos: el valor de la vida.

    En ese momento sonó el celular de Axayácatl. Era Inés, quien, aunque todavía se encontraba en el carro de Renata, por otro lado, ya se encontraba cerca del lugar. Axayácatl contestó.

    - Hermano, ya estoy a casi nada de llegar al lugar, ¿quieres que les avise a los policías de una vez para que no perdamos tiempo? – preguntó muy preocupada Inés.

    - Sí hermana, hazlo por favor – contestó serio Axayácatl.

    - ¿Axayácatl, te encuentras bien, pasó algo ahí?, te noto muy serio – expresó Inés, mientras Retana escuchaba todo.

    - Tuvimos un pequeño percance aquí, pero todo está bien.

    - ¿¡Qué!?, ¿estás seguro?, ¿cómo estás tú? ¿y Clemente? – alterada preguntó Inés.

    - No hay de qué preocuparse; por favor, no tardes en llamar a la policía – muy seguro respondió Axayácatl.

    - Está bien, confío en ti, en seguida le hablo a la policía – Inés colgó.

    Cuando ella hizo esto, Renata seguía manejando, pero tenía un rostro de mucha extrañeza, esto debido a la mención de mi nombre en la llamada de Inés. Aunque a Renata le daba pena preguntar sobre lo que pasaba, no pudo evitar hacerlo.

    - Parece que tienes un tremando problema – dijo Renata.

    - Sí, bueno, la verdad es que sí es un fuerte problema – respondió Inés, sin querer decir más de lo que pasaba.

    Retana guardó silencio por un momento, seguía indecisa sobre si preguntarle a Inés algo con respecto a mi nombre, pues en realidad ¿qué garantizaba de que, entre los tal vez muchos que se llaman “Clemente” al igual que yo, yo fuera al que se refería Inés?. Finalmente Renata no se contuvo.

    - Hija, sé que tal vez me tomes de loca y que me tacharás de importuna, pero hubo algo que me llamó la atención sobre lo que hablaste hace un momento. Perdona por la pregunta, pero, ¿acaso el Clemente del que te refieres es un chico de aproximadamente 15 años, y que va en el colegio “República de Francia”?

   En el instante en que Renata preguntó esto, Inés inmediatamente volteó a verla con suma sorpresa, sin poder creer que esa señora conocía al Clemente que en esos momentos estaba con su hermano. Entonces no pudo ocultar más la verdad.

    - ¡Sí, él es!, ¿cómo es que usted lo conoce? – expresó sorprendida Inés.

    Retana detuvo el coche, pues ya habían llegado al lugar a donde Inés le había pedido que la dejara.

   - Le conozco porque él es muy amigo de mi hijo Jérémy, ambos van en la misma escuela; dime ¿acaso ese chico Axayácatl al cual mencionaste antes, es algo de ti? – interesada e igual de sorprendida preguntó Renata.

   - No puede ser. Sí, Axayácatl es mi hermano, y Clemente también es muy amigo de él – entonces Inés revisó la hora en su teléfono, y al ver que se le hacía tarde, quiso cortar la plática con Renata -. Disculpe señora, sé que debería explicarle más, pero debo de irme o sino perderé tiempo – Inés abrió la puerta del coche, y estuvo a punto de bajarse, cuando de pronto Renata la detuvo del brazo.

   Paralelamente, Jérémy, por su parte, ya llegaba justo a las afueras del edificio en donde estábamos Axayácatl y yo. Él entonces se puso muy cerca de la puerta del edificio, en donde el hombre extraño se encontraba recargado. Entonces empezaron a sonar las sirenas de las patrullas.

   - ¡No puede ser, la policía!, y se escucha muy cerca de aquí, ¿quién los habrá llamado?, ¿habrá salido algo mal allá arriba?, mejor le voy a avisar al jefe – dijo alterado el hombre, y ya estaba a punto de entrar al edificio para avisarle a Francisco sobre lo que pasaba, pero en ese momento Jérémy se aventó contra él y los dos cayeron al piso, lo cual provocó que la pistola que tenía el hombre atorada entre su torso y su pantalón saliera volando.

   - ¡No irás a ningún lado! – dijo Jérémy mientras lo abrazaba fuertemente de las piernas.

   - ¿Qué, pero quién demonios eres tú? – enojado expresó el hombre. 

   Por lo tanto, arriba, Axayácatl y yo por fin escuchamos las sirenas.

    - Vaya, llegaron más rápido de lo que pensé – dijo Axayácatl extrañado.

    - Parece que Inés llegó a tiempo – comenté.

    - Sí, eso parece. Todo se acabó Francisco, no hay nada que puedan hacer ya. – Axayácatl miró con seguridad a Francisco y a Rogelio, pero éstos no parecían nerviosos, parecía que todavía tenían otro plan en mente.

    Mientras tanto, Renata e Inés seguían en lo último de su diálogo.

    - Dime qué es lo que pasa con Clemente y tu hermano, ¿tiene algo que ver con que mi hijo me haya dicho que regresaría tarde a casa? – sumamente preocupada preguntó Renata.

    Inés y Renata vieron en ese momento a varias patrullas dirigirse hacia el lugar en donde Inés sabía que estábamos Axayácatl y yo. Esto, aunado con la pregunta que le había lanzado Renata, le hizo pensar sobre quién había mandado llamar a las patrullas si ella yo no lo había hecho. Entonces Inés entendió.

    - No puede ser – Inés todavía dudó sobre si decirle a Renata o no lo que pasaba con nosotros, pero sabía que si lo dudaba más, perdería más tiempo, así que no tuvo otro remedio que confesar -. Escuche, Clemente y mi hermano se encuentran secuestrados en este momento; no sé si su hijo haya ido con ellos y por eso le dijo eso, pero sea lo que sea, no perdamos tiempo y averigüemos qué es lo que pasa. Por favor, lléveme hasta donde suenan las sirenas ahora – dijo Inés, y entonces Renata de inmediato se dirigió con ella hasta el lugar.

    Para ese momento la policía ya estaba a casi nada de llegar al lugar. Jérémy seguía deteniendo al sujeto.

    - Malditasea, ¿pero quién es este niño?, tiene mucha fuerza en los brazos – decía desesperado el hombre, quien con todas sus fuerzas intentaba zafarse de Jérémy, pero no lo lograba.

    Entonces menos lo logró, porque en ese instante llegó la policía.

    - ¡Alto ahí los dos! – gritó un policía.

    - ¡Este niño está loco y me quiere matar! – gritó nervioso el sujeto por la presencia de la policía.

    - ¡Eso es falso, este hombre es un asesino!, ¡yo soy el que les llamé por teléfono, yo soy Jérémy!

    - ¡Agarren al mayor y llévenlo a la patrulla! – ordenó el oficial, entonces los demás separaron a Jérémy y al sujeto.

    - ¡No, yo no hice nada, soy inocente, por favor! – gritaba el sujeto mientras los policías lo levantaban.

    - ¡Cállate ya y dinos en dónde está tu jefe! – preguntó con severidad el policía.

    - ¡No, no lo diré! ¡Señor Francisco! – gritaba el hombre desesperado, pero uno de los policías le pegó fuertemente en el estómago.

    - ¡Dinos en dónde está!

    - ¡Está bien, está bien; está en el departamento 15! – confesó y posteriormente lo subieron a la patrulla.

    - ¡Todos, al departamento 15 y rodeen los demás pisos por si el tipo éste nos mintió!; hijo, no te muevas de aquí, quédate con los demás policías, nosotros nos encargaremos de ir por tus amigos – indicó el oficial y Jérémy obedeció.

    Entonces, en una increíble escena policiaca que casi nunca se ve en la justicia de México, pero que en esta novela pondremos como único ejemplo que por asares del destino Jérémy se vio beneficiado, los policías subieron preparados para ir por nosotros.

    Ya arriba habíamos escuchado la llegada de la policía.

    - ¡Yo no iré a la cárcel! – desesperado dijo Rogelio mientras intentaba levantarse.

    - ¡Quieto Rogelio, esto ya terminó! – gritó enojado Axayácatl.

    - No puede ser, ¿qué pasó con el hombre que tenía abajo? – se preguntó Francisco con temor.

    - ¿No te parece raro que todo esté hiendo tan rápido? – le pregunté a Axayácatl.

    - Un poco, pero supongo que corrimos con suerte – me dijo él.

    - Te vas a arrepentir Axayácatl, te vas a arrepentir - con coraje dijo Francisco.

    - El que tendrá bastante tiempo para arrepentirse serás tú, Francisco – respondió con severidad Axayácatl.

    De pronto se escuchó afuera del departamento:

    - ¡Abran la puerta, tenemos el edificio rodeado! - gritó alguien desde afuera.

    - ¡Ayúdenos por favor, ayúdenos! – Axayácatl y yo gritamos para que supieran que sí estábamos ahí los dos, entonces él y yo tiramos por fin las armas al suelo.

    En el momento en que soltamos las armas, Francisco y Rogelio de inmediato intentaron tomarlas, pero era demasiado tarde, ya los policías habían derribado la puerta. Cuando entraron, de inmediato agarraron a Francisco y a Rogelio.

    - ¡No, no le crean a estos maldito, están locos, ellos me dispararon, vean cómo estoy! - gritaba desesperadamente Francisco - ¡Ellos son a quienes deben de agarrar, son unos asesinos!

    Aunque Francisco gritaba todo esto, los policías no le hicieron caso y con fuerza lo jalaban a la salida.

    - ¿Por qué les creen a ellos?, ¡Vean a mi amigo cómo está herido por su culpa, esos dos están locos, están locos! – con igual desesperación decía Rogelio mientras se resistía a salir del departamento.

    - ¡Maldito Axayácatl, te arrepentirás, no creas que te has librado de mí, sabes que no soy el único!, ¡Tú seguirás siendo de mi propiedad, tú y tu sucia familia! – un último grito salió de la boca de Francisco, porque entonces los policías por fin sacaron a los dos del lugar.

    De inmediato otros policías entraron a revisar el lugar, y al ver la sangre en el piso y a nosotros, llamaron a una ambulancia, pero como Francisco y Rogelio se estaban poniendo muy agresivos, además de que los vecinos querían bajar al departamento para ver qué pasaba, los dos oficiales que habían entrado al lugar tuvieron que salir, pero antes de eso nos dijeron:

    - No se muevan de aquí niños, en seguida regresamos.

    Los oficiales salieron del departamento. Entonces Axayácatl y yo por fin estábamos solos, fue increíble cómo pasamos de la tensión a la tranquilidad, ambos nos miramos con una mirada de paz, de logro y de asombro. Lo habíamos logrado, habíamos conseguido su libertad. Entonces los dos nos abrazamos.

    - ¡Lo logramos Clemente, lo logramos!, ¡Estamos a salvo, después de tanto, por fin estamos bien! - el rostro de Axayácatl cambió por completo y comenzó a llorar de felicidad.

    - ¡Sí, por fin lo logramos Axa!, estamos bien, eres libre por fin - le dije y lo abracé más fuerte.

    - Eres el mejor amigo que he tenido – se separó de mí todavía con lágrimas en los ojos. Entonces, como si hubiese advertido la presencia de alguien, él se acercó a la ventana del departamento, misma que daba hacia la entrada del edificio, y vio que de un coche bajaba su hermana y otra señora.

    - ¡Es mi hermana, bajaré a verla! – dijo y de inmediato se fue a poner los pantalones.

    - Pero el policía dijo que no nos moviéramos – advertí.

    - No me voy a perder el momento de decirle todo – emocionado respondió y se detuvo en frente de mí. Él no se había puesto la camisa -. No tardaré Clemente – me volvió a abrazar y posteriormente salió.

    Jérémy se encontraba justo al inicio de las escaleras de adentro del edificio, por lo que ni su mamá ni Inés se percataron de él. Entonces los policías bajaron a Francisco y a Rogelio; Jérémy se sorprendió al verlos, puesto que recordó que ellos eran los mismos que le habían dicho un día afuera de la escuela que eran los tíos de Axayácatl. Francisco igual reconoció a Jérémy y le sonrió de forma maliciosa.

    - Tus amigos están en el departamento 15, por si quieres subir a verlos. – indicó un policía a Jérémy.

    Jérémy no dudó ni un momento para subir a vernos. Así que de inmediato se dirigió hacia nuestro encuentro; y acaso hubiera sido un increíble encuentro el de Jérémy y Axayácatl al interior del edificio, si es que Axayácatl no hubiera tomado el elevador para bajar más rápido, y Jérémy hubiera preferido subir por las escaleras para no perder tiempo en llegar.

    Evidentemente Axayácatl llegó antes a la entrada del edificio, allí vio a su hermana, quien veía cómo metían a Francisco y a Rogelio a la patrulla.

    - ¡Inés! – gritó emocionado Axayácatl.

    - ¡Axayácatl, aquí estás!, - dijo igual de feliz Inés, entonces ambos se abrazaron –. Dios, dime que estás bien, que no te pasó nada más grave.

    - Estoy bien hermana, y Clemente también lo está, ambos y todos lo logramos; míralos, por fin Francisco y Rogelio en una patrulla – expresó él mientras veía a los dos adentro de la patrulla.

    - Así es, como debían de haber estado desde hace muchos años – Inés también los volteó a ver. Entonces Renata, quien hablaba con los policías para saber si Jérémy estaba ahí, regresó con Inés -. Señora, dígame, ¿su hijo está aquí?

    - Sí, Jérémy está aquí, pero me han dicho que está fuera de peligro; al parecer él ha sido quien le habló a los policías. – expresó Renata con un tono de alivio.

    - ¿Qué, que Jérémy está aquí? – de inmediato preguntó Axayácatl muy extrañado -; ¿quién es ella, hermana? – preguntó él mientras miraba a Renata sin entender nada.

    - Es una larga historia Axa, pero creo que sabrás quién es si te digo que ella es la mamá de Jérémy, y que ella, por casualidad del destino, me trajo aquí. – explico Inés a Axayácatl -. Muchas gracias señora, al igual que muchas gracias a su hijo por preocuparse por nosotros. Antes que nada, debo presentarle a mi hermano, él es Axayácatl.

    - No ha sido nada, y mucho gusto Axayácatl – dijo Renata con esa sonrisa preciosa en su rostro.

    - Mucho gusto – Axayácatl respondió amablemente, pero todavía no comprendía del todo la presencia de Jérémy ahí, en realidad sentía amenazado su secreto con el hecho de saber de que Jérémy se encontraba en tal lugar. Entonces Axayácatl, sin dar aviso, corrió hacia el interior del edificio.

    - ¡Axayácatl! – gritó Inés.

    - Seguramente ha ido a verles – comentó Inés sin mostrar molestia por la reacción de Axayácatl.

    Mientras tanto, yo estaba intentando agarrar mis pantalones para ponérmelos, pero como estaban muy cerca de la sangre de Francisco, tuve que ser muy cuidadoso para acercarme a ellos. Cuando finalmente los tomé, escuché que alguien entraba al departamento.

    - Ya regresaste, ¿qué te dijo tu hermana? – dije, pero al momento de voltear a ver a quien creía que era Axayácatl, mi cuerpo, corazón y alma se detuvieron al ver quién era.

    - ¿Clemente? – mi nombre sonó en una preciosa voz. Era Jérémy.

    - ¡¿Jérémy?! - tiré el pantalón por la sorpresa que me causaba verlo -  ¿Qué haces aquí? - le pregunté confundido y apenado.

    - Antes de contestar cualquier cosa, ¿estás bien?, dime que esa sangre del piso no es tuya, ¿qué te ha sucedido en el rostro? – preguntó él sumamente espantado y extrañado.

    - Jérémy… Yo… Bueno, es una larga historia, pero por mí no te preocupes, estoy bien, esa sangre del piso no es mía. Yo sólo tengo unas pequeñas heridas – contesté avergonzado.

    En el momento en que le di mi respuesta sobre cómo me encontraba, Jérémy cambió su rostro de preocupación a uno de alivio. Entonces él miró repentinamente el estado en que yo estaba, es decir, sin camisa y sin pantalón; parecía que él no se había dado cuenta de cómo estaba hasta ese momento.

    - Yo te he seguido al ver que de la escuela salías con actitud rara junto con Axayácatl. Al llegar acá y ver que un sujeto extraño los esperaba en la entrada, supuse que estaban en problemas y decidí llamar a la policía. Ahora veo que no estaba equivocado, y que en verdad estaban en un severo peligro los dos - me dijo mientras se acercaba lentamente hacia mí.

    - Jérémy, no puedo creer que hayas hecho eso, en verdad me apena todo esto – le dije con tono sumamente penoso, pues en verdad me avergonzaba la forma en cómo ahora me miraba.

    - ¿Por qué dices eso Clemente?, ¿acaso te molestó el hecho de que viniera por ti? - me respondió mientras no seguía de acercarse hacia mí.

    - No, no, para nada me molesta el que nos hayas ayudado, al contrario, no sabes lo agradecido que estoy, te debo no sólo mi vida, sino también la de Axayácatl; es sólo que, bueno, yo… - entonces di unos ligeros pasos hacia atrás al notar que Jérémy ya estaba más cerca.

    - Entiendo, creo que estás apenado por la forma en la que te he encontrado, ¿verdad? – dijo con una sonrisa juguetona.

     - Bueno…, la verdad sí – me pegué completamente a la ventana -. Tal vez si me esperas, en un momento yo…

    De pronto, en un abrir y cerrar de ojos, sin esperarlo tú lector y mucho menos yo, Jérémy se abalanzó hacia mí y me arrinconó en la ventana. Él extendió sus brazos para recargar sus manos en la pared.

    - No, no te esperaré; ¿sabes lo cuanto que he esperado este momento? – me dijo con un tono de voz cariñoso y a la vez seductor.

    - ¿Este momento?, Jérémy… Yo… Yo… - temblando y muy nervioso apenas y pude pronunciar esas palabras, ciertamente mi mente y cuerpo se bloquearon cuando Jérémy hizo esto.

    - Sí, este momento Clemente, el momento de decirte que te amo – Jérémy entonces me besó.

    Un soplo de viento tocó suavemente mi espalda desnuda, la cortina de la ventana abrazó nuestras figuras, todo bajo la combinación del beso de Jérémy. Él quitó sus brazos de la pared para con ellos rodear mi cintura, sus manos suaves rodearon mi cuerpo y lo tomaban entre con fuerza, entre con cariño. Nuestras pieles se unían en un abrazo y en un beso entre dos hombres.

    Ese fue un momento increíble e inesperado, por fin sentía los labios de Jérémy con los míos, uniéndose en un beso, sintiendo sus brazos, con esas manos tan suaves que se fundían en mi cuerpo, al igual que sus labios, que eran tan dulces y armoniosos como la más fresca mañana de niñez sensata en la que se desea levantarse para vivir la vida. Aquellos labios perfumados por la dulzura del amor, por la suavidad de los más bellos sentidos del mundo, esos labios que tantas veces vi ante mí, que tantas veces soñé junto con los míos, esos labios hoy por fin se movían a un ritmo con los míos, a un ritmo armonioso y único, un ritmo creador de galaxias, de mundos, de sensaciones, de sentimientos. Era el ritmo del amor.

    Mi corazón entonces latía rápidamente, mi cuerpo se elevaba por sobre todo lo existente. No sentía el piso y mi alma se alzaba junto con la de Jérémy. Por un momento me vi junto con él viendo todo, viendo no sólo la totalidad del mundo, sino también viendo la totalidad del universo, algo que nunca nadie pudiera pensar por lo infinito que es, pero esa infinitud era ciertamente el sentimiento que Jérémy tenía por mí y yo por Jérémy. Entonces sentía que mis manos se suspendían en el espacio; seguramente eran mis brazos que ya rodeaban su cuello. Saboreaba la suavidad del tiempo que pasa de manera diferente de nuestro mundo; dicha suavidad eran los labios de Jérémy que eran el principio y fin de mi vida. Respiré un perfume indescriptible, el perfume de lo infinito, polvo cósmico que se entremezclaba con el olor tan dulce de la piel de Jérémy. Escuché el silencio y  a la vez el sonido del infinito; a caso tal vez era el viento que soplaba suavemente en el cuarto en que estábamos él y yo solos. Vi finalmente la oscuridad del espacio; ciertamente era la oscuridad de mis ojos que estaban cerrados para crear toda esa visión con el beso de Jérémy, un beso cósmico, un beso que parecía y era infinito. Finalmente, un beso de hombres.

    Nuestras almas se unían, mi ternura y mi sentir palpitaban al ritmo de mi corazón: intensamente pero amorosamente. Las palabras no bastarían para expresar lo que sentía en ese momento, lo que significaba para mí la pintura de Jérémy abrazado a mí y yo colgado de su cuello mientras nos uníamos en un beso. Tanto tiempo esperé para esto y tenía ganas de llorar, de reír, de gritar, de vivir, de morir, tenía ganas de amar… Tenía ganas de…

    - ¿Clemente, Jérémy? – Axayácatl preguntó extrañado desde la puerta del departamento.

Capítulo XLII

El beso entre Jérémy y yo había sido más que perfecto, fue la fusión entre el rayo rojo y luminoso del Sol con la sombra misteriosa y callada de la Luna, era la primera vez que había sentido la dulzura de un sueño que tanto había esperado. Mas la armonía, el anhelo y la sorpresa de un momento tan esperado, nunca pueden ser perfectos. Ese beso con Jérémy era lo que más anhelaba, pero a la vez lo que más temía, y lo temía precisamente por lo que acababa de pasar.

    - ¿¡Pero qué está pasando aquí!? - Axayácatl gritó enojado. Entonces Jérémy y yo nos separamos rápido.

    - No puede ser – expresé completamente espantado. Mi cuerpo empezó a temblar.

    - Yo tampoco lo puedo creer – inmediatamente añadió Axayácatl.

    - Axa, tranquilo, yo te puedo explicar lo que pasa – dije todavía con susto.

    - ¡No hay nada qué explicar, es más que obvio la porquería que acabo de presenciar! - me respondió enojado.

    - ¿Pero de qué porquería hablas?, si lo que ha pasado aquí es que Clemente y yo nos hemos besado, sólo eso - dijo Jérémy con un tono indiferente ante lo que pasaba entre Axayácatl y yo.

    - Pensé que me habías hablado con la verdad Clemente. Eres un maldito maricón al igual que Francisco y Rogelio; pensé que me había deshecho de los asesinos, y me encuentro ahora con otros dos enfermos de la mente. ¡Son unos estúpidos! - Axayácatl entonces se salió del departamento muy enojado.

    Traté de ir tras él, pero Jérémy me detuvo del brazo.

    -No hagas nada ya. Si bien entiendo, él no aceptará esto con facilidad. - me dijo Jérémy y yo lo miré fijamente.

    - Pero es mi amigo Jérémy - le respondí preocupado.

    - Lo sé, y también es el mío, pero debes entender que nos ha visto de un momento para otro. Que lo entienda ahora será un tanto difícil.

    Las palabras de Jérémy me frenaron de querer ir a alcanzar a Axayácatl. Entonces volteé a ver la puerta del departamento, tenía una sensación de llorar por lo que acababa de pasar, pero a la vez estaba contento por estar cerca de Jérémy. Era inexplicable tal mezcla de sentimientos.

    Axayácatl entonces rápidamente bajó a la entrada del edificio en donde estaban Inés y Renata.

    - Axayácatl, ¿qué pasó?, ¿en dónde están Clemente y Jérémy? – preguntó Inés extrañada al ver la forma alterada en que estaba su hermano.

    - Seguramente en un momento bajan, sólo que dejen de hacer lo que hacía también Francisco – contestó enojado Axayácatl.

    - ¿Qué?, ¿pero de qué hablas?, ¿cómo de que terminen de hacer lo que hacía Francisco? – sin entender nada, preguntó Inés. Renata estaba igual de extrañada.

    - Creo que será mejor que ellos dos lo expliquen – fue lo último que dijo Axayácatl, porque los policías le indicaron que tenía que subir a una patrulla para ir a confesar a la Delegación.

    Muy poco tiempo después Jérémy y yo por fin bajamos. Yo ya estaba bien vestido, y llevaba la parte del uniforme que le faltaba ponerse a Axayácatl.

    - ¡Jérémy, hijo, al fin conmigo! – de inmediato dijo Renata y fue a abrazar a Jérémy con fuerza y con lágrimas en sus ojos.

    - Qué va mamá, tranquila, que estoy bien – dijo Jérémy un tanto apenado por la reacción de su madre, pero a la vez aceptando tal abrazo.

    - Me alegra ver que estás bien – por otro lado, Inés me tomó del hombro y me comentó.

    - Gracias, fue difícil, pero por fin lo logramos. Toma, esto es de Axayácatl, creo que lo olvidó allá arriba – le entregué a Inés la camisa del uniforme de su hermano.

    - Gracias, se la daré ahorita – dijo Inés, quien me veía extrañada por lo que momentos antes Axayácatl les había dicho a ella y a Renata sobre Jérémy y yo.

    - ¡Clemente, hijo mío!, ¡Ven a mis brazos, que me alegra verte completamente sano! – con emoción me comentó Renata, y sin pensarlo me abrazó.

    Ciertamente, además de la preocupación de Inés, de la maternidad de Renata, y del abrazo hermoso de Jérémy, necesitaba un verdadero abrazo de mi madre, necesitaba de su presencia en este momento tan intenso de mi vida. Sé que ella aún no se enteraba de esto, pero era seguro que lo haría en unos momentos.

    Sin poder decir más, los policías nos indicaron que subiéramos a las patrullas porque todos iríamos a la Delegación a confesar sobre lo ocurrido. Renata dijo que ella iría en su coche con Jérémy y conmigo, Inés prefirió viajar con su hermano en la patrulla. Así todos nos dirigimos hacia allá.

    En el trayecto, Inés no pudo aguantar las ganas de preguntarle a Axayácatl lo que había pasado conmigo. Así mismo, ella le dio la playera que yo le había entregado. Axayácatl comenzó a ponérsela.

    - Axa, ¿me puedes decir a qué te referías con eso de que Clemente hacía lo mismo que Francisco? – preguntó Inés.

    - A que Clemente es maricón, y que se estaba besando con Jérémy cuando yo subí – dijo Axayácatl mientras se ponía su camisa.

    - ¿Qué?

    - Sí, resultó ser uno más. – enojado contestó Axayácatl.

    - No debes juzgarlos así, los dos son tus amigos. Creas lo que creas, no les digas a sus mamás ahora que estarán aquí, no te corresponde – severamente indicó Inés.

    Tiempo después llegamos a la Delegación y todos entramos a narrar los hechos. Axayácatl dijo que su familia y él eran víctimas de maltrato, extorción, violación y privación de los derechos por Francisco y Rogelio, quienes eran delincuentes que traficaban con droga y personas por todo el país. También, dijo que él y yo habíamos sido secuestrados ese día por Francisco para pedir dinero a nuestras familias, añadiendo que mientras esperaban el rescate, intentaban violarnos.

    Mientras Axayácatl rendía su declaración, los policías le recomendaron a Inés que ella le hablara a sus padres para que fueran a declarar, a lo que ella les respondió que ellos ya estaban enterados del secuestro, por lo que habían ido al Ministerio Público a informar y a levantar una demanda (evidentemente esto último había sido parte del plan para acelerar el proceso de detención de Francisco y Rogelio).

    Por otra parte, en la Delegación indicaron que debía hablarle a mi mamá para que fuera a ver mi estado y a declarar junto conmigo, puesto que yo era menor de edad. Así lo hice y mi mamá de inmediato salió de su trabajo para dirigirse a la Delegación.

    En lo que llegaba, yo me encontraba afuera con Renata y Jérémy. Inés estaba adentro del edificio con su hermano.

    - Por cierto, ahora que me acuerdo, ¿algo ha pasado con Axayácatl y ustedes que parecía molesto hace unos momentos? – preguntó Renata con interés.

    Jérémy y yo de inmediato nos volteamos a ver como temiendo ante tal pregunta.

    - Nada madre, que fue una broma de mal gusto que le hice y que está molesto por ella; pero no te preocupes, que en poco tiempo le pido disculpa – expresó Jérémy para disimular la verdad.

    - Ay Jérémy, pues sí pídele disculpas, que sabes que tu amigo acaba de pasar por algo muy fuerte como para estar para bromas. – dijo Renata al creerle a su hijo.

    En ese instante vi que mi mamá se acercaba a lo lejos a toda prisa.

    - Ya llegó mi mamá – me levanté del asiento para poder verla mejor. Renata y Jérémy también lo hicieron.

    - ¡Clemente! - dijo mi mamá al tiempo que llegó. Ella inmediatamente se acercó a abrazarme. -. Dime qué te pasó, ¿en dónde estabas?, ¿por quién estás aquí?, ¿por qué tienes moretones en la cara? - muy preocupada me dijo todo esto.

    - No pasó nada más grave mamá, tranquila, la historia es larga, pero te puedo decir que no me hicieron más daño, sólo me secuestraron por un momento, pero la policía llegó a tiempo. Te enterarás de todo cuando pase a confesar, mientras tanto, mira, te presento a Jérémy, mi gran amigo de la escuela, y a Renata, su madre, quien me ha apoyado mucho.

    - Mucho gusto, es una pena conocerlos en estas circunstancias, pero muchas gracias por apoyar a mi hijo – expresó agradecida mi mamá.

    - Señora, para mí es más gusto conocerle. Mi hijo y yo estamos maravillados con Clemente; y no se preocupe, que él está bien ahora. – sonriente respondió Renata.   

    - Es un gusto conocerle señora – dijo apenado Jérémy por la presencia de mi mamá. Era la primera vez que lo veía sonrojado.

    En ese momento Renata se ofreció a explicarle todo lo ocurrido a mi mamá, esto con el pretexto de que Jérémy y yo fuéramos a despejarnos un rato, pues estábamos tensos por lo que acababa de pasar.

    Cuando Jérémy y yo estuvimos solos, le dije:

    - Jérémy, no puedo dejar esto así con Axayácatl, tengo que explicarle lo que pasa - le comenté preocupado.

    - No creo que sea lo mejor, y lo sabes, pero si estás muy preocupado por lo que pasará con él, entonces intenta aclarar las cosas. Sabes que yo te apoyaré.

    - Gracias, intentaré decirle algo ahorita que salga de confesar.

    Fue asunto del destino que justo en ese momento Axayácatl iba saliendo junto con Inés de tal lugar. Inés, al notar que estaba ahí con Jérémy, decidió alejarse para que pudiéramos hablar con su hermano.

    - Axa, tengo que decirte algo - le dije de inmediato.

    - Sabes bien que no te escucharé, no tengo por qué hacerlo y no quiero hacerlo – respondió enojado.

    - Vamos hombre, que Clemente sólo quiere hablar contigo, no te ha pedido otra cosa – molesto por la actitud de Axayácatl, expresó Jérémy.

    Axayácatl tan sólo vio con ojos de odio a Jérémy, así como también Jérémy lo miraba así. Yo, para no crear más discrepancias, acepté con dolor la decisión de Axayácatl y dejé que se fuera con su hermana.

    Entonces llamaron a Jérémy y a Renata a confesar, así que entraron al edificio.

    En ese momento, de manera sorpresiva, llegaron Xochimitl y Juan a la Delegación. Ellos de inmediato se acercaron a Axayácatl y a Inés. Vi, junto con mi mamá, cómo sus padres los abrazaban con lágrimas en los ojos. Aquella escena me dio tanta ternura, porque veía a una familia que había sufrido mucho, al fin feliz, al fin en paz en su existencia. Ver cómo todos se unían en un solo llanto de alegría hizo que mi corazón también llorara.

    - ¿Él es tu amigo Axayácatl, el que tuvo este problema? – me preguntó mi mamá.

    - Sí, él es, en seguida te lo presento.

    En efecto, la familia de Axayácatl se acercó a mí. Xochimitl y Juan me abrazaron en una muestra de preocupación, afecto y agradecimiento. Posteriormente les presenté a mi mamá a todos, ellos, incluso Axayácatl, agradecieron todo, la pusieron al tanto de mi ayuda y mi mamá lloraba por saber lo que había hecho por ellos, parecía estar orgullosa de mí, parecía que acababa de conocer una nueva parte de mi ser a partir de tales noticias. Ella también les agradeció el que me hubiesen cuidado en toda esta empresa en contra de Francisco.

    Por otra parte, noté que Axayácatl me veía raro y a mi mamá también, como desconcertado de que ella no supiera sobre lo mío; a su vez, notaba a Inés con una mirada que vigilaba la actitud de Axayácatl. Parecía que ella sabía ya lo mío y no dejaba que Axayácatl intentara otra cosa.

    Minutos después, Renata y Jérémy terminaron de confesar, y ellos salieron al encuentro con la familia de Axayácatl. De igual forma los presenté y Juan y Xochimitl se mostraron muy agradecidos por la ayuda que le había dado Renata a Inés para llegar al destino; por su parte, Renata expuso que sin Inés nunca se hubiera enterado del peligro en que estaba su hijo, y que el destino las había juntado por alguna razón.

    Todos los puntos convergieron en un sólo lugar, todos estábamos ahí, juntos; sin embargo, lo más extraño es que propiamente nuestros padres no sabían del secreto que nos unía a Axayácatl a Jérémy  y a mí, y que nos unía más de lo que parecía.

    Por último, Xochimitl y Juan fueron a confesar sobre lo sucedido. Ellos tardaron un poco más, porque con ellos terminaría el caso y se daría la resolución del suceso, que era evidente en que Francisco y Rogelio irían a la cárcel.

    Cuando los padres de Axayácatl terminaron de confesar, los jueces indicaron que Francisco y Rogelio fueran trasladados inmediatamente a un penal de alta seguridad. Ellos no pudieron evidenciar que Xochimitl y Juan prostituían a su hijo por dinero, pues no tenían algo con qué sustentar tal declaración. Finalmente terminaron enjuiciados.

    Antes de que se los llevaran al penal, Xochimitl y Juan pidieron verlos por última vez para poder decirles algo, los jueces concedieron tal demanda, pero tendría que llevarse a cabo por muy poco tiempo. Entonces los padres de Axayácatl llegaron justo en el momento en que estaban subiendo a Francisco y a Rogelio en la patrulla.

    Xochimitl entonces se acercó a Francisco.

    - Por fin Francisco, por fin, después de todo lo que nos hiciste pasar y después de lo tanto que maltrataste a mi familia, hoy, finalmente, pagas todas las injusticias que has hecho. - le dijo Xochimitl a Francisco.

    Francisco, en una posición soberbia y retando a Xochimitl, expresó:   

    - Mujer, igual y tienes razón; pero, ¿sabes qué?, me quedo con saber todo el daño que les hice pasar, y, sobre todo, de haberme cogido a tu hijo al cual cuidabas tanto para nada. Piensa, yo ya le he hecho daño de por vida, ¿tú qué has logrado como madre de él? No has quedado libre de todo mal, te apuesto que no seré el único que los haga sufrir en este mundo - dijo Francisco mientras se reía con cinismo.

    - ¡Estúpido! - Xochimitl dijo enojada y le dio una cachetada a Francisco -. Podrás burlarte de nosotros, y podrás decir esas palabras desde lo más asqueroso de tu alma, pero en el fondo sabes que fallaste, y que fallaste en todos los sentidos. Tu vida asquerosa la desquitabas a través de mi hijo, pero él tiene todo un futuro por delante; ¿tú qué tienes?, sabes bien que no podrás salir de la cárcel, y no lo intentarás, pues de poner un pie afuera, esos que llamas tus compañeros de trabajo no dejarán de seguirte hasta matarte. – con una gran certidumbre habló Xochimitl.


    Francisco, ante estas palabras, se quedó callado y expresó un rostro de furia ante la verdad que le decía Xochimitl. Juan entonces tranquilizó a su esposa y los policías subieron a Francisco y a Rogelio a la patrulla para llevarlos, al fin, a la cárcel. Así de esa forma los dos terminaron con su papel en esta novela, así como  también el de sus vidas…

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