domingo, 22 de septiembre de 2013

Capítulos XXXIX-XL

Capítulo XXXIX

Al habernos hecho con las armas de Francisco y Rogelio, Axayácatl y yo nos sentíamos un tanto más seguros, sin embargo, todavía no estaba completamente resuelto el asunto. De inmediato comenzó a ponerse tenso el lugar.

    - ¡Pinche Rogelio, hijo de tu puta madre!, ¡Cabrón, te dije que el arma la dejaras en otro lugar, ahora por tu maldita culpa nos va a cargar la chingada! - gritó Francisco demasiado enojado.

    - ¡Te juro que no me di cuenta compadre!, ¡El maldito indio se aprovechó de la ocasión! – nervioso respondió Rogelio.

    - ¡Francisco, aléjate ahora mismo de Clemente! - ordenó Axayácatl a Francisco.

    - Axayácatl, por favor, yo sé que no quieres hacer esto – exclamó Francisco.

    - ¡Cállate y haz lo que te digo!, ¡Quiero que te hinques en el suelo y no te muevas! – reiteró enojado Axayácatl. Francisco, al ver tal actitud agresiva, no tuvo más remedio que hacer lo que se le indicaba.

    - Lo que estén tramando, les aseguro que no les servirá – refunfuñó Francisco.

    Mientras que Axayácatl y Francisco discutían, Rogelio, muy silenciosamente, quería acercarse a un cajón que estaba al lado de la cama. Él aprovechó la discusión para que nadie le prestara atención, pero en su intento de acercarse al cajón, la cama rechinó y de inmediato volteé a ver a Rogelio.

    - ¡No te muevas Rogelio! - le amenacé.

    Rogelio de inmediato se quedó quieto y no hizo otro movimiento.

    Axayácatl me volteó a ver con una mirada preocupada.

    - Clemente, toma esto – él me aventó una toalla que estaba justo al lado de la cama en donde estaba con Rogelio. Yo en seguida la tomé -. Límpiate la sangre que te dejó Francisco en el rostro. Pronto ese maldito nos pagará todo.

    Tales palabras de Axayácatl me causaron mucho temor, no podía creer el hecho de ver a mi amigo transformado en ese ser. Axayácatl, de haber estado inseguro durante tantos días, a estar ahora seguro y con actitud asesina, era una muestra de que él había estado esperando este momento, el cual por fin había alcanzado.

    - Axayácatl, seamos honestos, tú no eres capaz de matar a alguien, mejor deja de hacer esas falsas amenazas y entrégame el arma - le dijo Francisco a Axayácatl.

    Al escuchar esto, la actitud de Axayácatl cambió por completo. Si hace pocos segundos lo había visto tan seguro de sí mismo, ahora parecía pensativo, dudoso de todo, él no dijo nada ante lo dicho por Francisco. Axayácatl entonces bajó un poco su mirada, así como también bajó un poco el arma.

    - ¡No le hagas caso Axa!, ¡Ellos sólo quieren hacerte dudar de lo que eres capaz! - le advertí, sin dejar de apuntar a Rogelio.

    - ¡Tú cállate Clemente, esto es asunto de nosotros dos! – me gritó enojado Francisco. Entonces volteó a ver a Axayácatl. - Vamos Axayácatl, yo sé qué clase de persona eres, aunque no lo creas, yo sé que eres alguien demasiado bueno como para dispararle a alguien. Tan sólo piensa que nunca en tu vida has tocado un arma, ni si quiera sabes disparar, es mejor que me entregues la pistola, porque si acaso disparas mal, hasta puedes herir a Clemente. - dijo Francisco con tono burlón.

    Axayácatl seguía callado y pensativo, aunque no había bajado el arma lo suficiente como para que Francisco se pudiera mover, parecía que Axayácatl estaba a punto de hacerlo, pues él miraba fijamente al suelo, con una mirada en la que no se veía sentimiento alguno, estaba pasmado ante lo que pasaba. En sus pupilas se reflejaba un enorme vacío, acaso el universo de su mente, de su existencia, de toda su vida; ¿Eran verdaderas las afirmaciones de Francisco, ¿Axayácatl nunca había tomado un arma?, en cierta forma parecía que todo era verdadero, porque el rostro de Axa se mostraba dudoso, incluso con un leve tono de dolor; ¿O era acaso que era tanta su emoción por este momento, que no podía contenerla?

    Rogelio, cuando vio tal reacción de Axayácatl, sonrió y volteó a ver a Francisco, como para celebrar el que estaban a punto de convencerlo.

    - ¡Axa no lo hagas, no te dejes convencer por Francisco!, ¡Él tan sólo quiere que tengas miedo, que te atemorice un arma!, ¡No dejes que sus palabras bloqueen lo que habías estado esperando! – en seguida advertí.

    Francisco se comenzó a reír de lo que yo decía.

    - ¿En verdad crees que vas a lograr que Axayácatl te haga caso?, ¿No te has puesto a pensar que Rogelio y yo lo conocemos de toda su vida?; Clemente idiota, tú crees que porque ya le hablas de apenas cuatro meses lo conoces muy bien, pero la verdad es que te hace falta saber mucho sobre él. Yo sé que Axayácatl no se atreverá a hacer algo con esa arma, porque no lo educaron de esa forma – con una sonrisa maliciosa, dijo Francisco.

    Después de que Francisco dijo eso, yo volteé a ver a Axayácatl. Él seguía en la misma posición, a todos nos mantenía en suspenso por lo que fuera a hacer; entonces Rogelio le hizo una señal a Francisco de que se aprovechara de tal situación para quitarle el arma a Axayácatl, lo cual me dejaba en desventaja a mí, pues si uno se movía tendría que dejar al otro descuidado; pero entonces…

    - Francisco, Francisco, Francisco - finalmente habló con tono cínico Axayácatl -, cómo se nota que tu vida de maldito asesino te ha alejado de tus víctimas, estás tan enajenado con tu dinero que no te das cuenta de la realidad, de la realidad de aquellos que estamos bajo tus órdenes ¡Y más de los que venimos del campo!; ¿¡Tú crees que allá en mi pueblo nunca tomé un arma para defenderme!?, tú solamente me has visto cuando me necesitas, cuando tienes esas malditas ganas de sexo, y por lo mismo que sólo me buscas por eso, tú realmente no me conoces, porque sólo en ese plano sabes de mi existencia, porque sólo cuando tú y tu estúpido amigo necesitan de sexo es cuando me buscan, pero no conocen y no les interesa saber quién es el verdadero Axayácatl, el que vive, el que tiene amigos, el que estudia, el que sonríe a pesar de lo que ustedes le hacen pasar. Ese Axayácatl es muchísimo más del que creen conocer, en todos los aspectos, tanto en la vida como en las armas; y te lo voy a demostrar Francisco. Clemente, por favor, no dejes de apuntar a Rogelio – me indicó Axayácatl. Todos en el cuarto estábamos asombrados ante tales palabras, que nadie pudo decir o hacer nada, a excepción de él. Axayácatl entonces tomó el cojín que estaba en la cama en donde estaba con Rogelio, de inmediato lo puso encima de la pistola y se levantó para acercarse a Francisco. - ¿Qué te parece esto Francisco, sabes que si quiero puedo dispararte?, porque nadie escucharía el balazo de la pistola.- cuando Axayácatl dijo esto, Francisco quedó completamente perplejo.

    Mientras tanto, las cosas afuera del departamento de Francisco también tenían movimiento. Jérémy por fin había acabado de realizar la llamada a la policía.

    - Muchas gracias por permitirme hacer la llamada, no sabes la ayuda que me has hecho – agradeció Jérémy al sujeto que le había prestado su teléfono para hablar.

    - No fue nada; por lo que escuché, parece que tienes un problema muy serio – respondió el chico.

    - Sí, tan sólo espero que llegue rápido la policía.

    - No pondría mucha confianza en los policías de este país, puede que tarden mucho para llegar; no eres mexicano, ¿verdad? – preguntó interesado el muchacho.

    - Veo que ya te percataste que no; y no, no soy mexicano, soy español – confesó Jérémy.
    - Supuse algo así, por tu tono de voz.

    - Sí, es lo que todos me han dicho; bueno amigo, tengo que irme para estar al pendiente de lo que pasa, muchas gracias por lo de la llamada, nunca olvidaré lo que has hecho por mí.

    - No es nada, espero que se solucione tu problema – dijo el joven con una sonrisa en su rostro.

    Jérémy ya iba a comenzar a caminar, cuando en un acto espontáneo, volteó a ver al muchacho, quien todavía seguía parado atrás de él, y le preguntó:

    - ¿Cuál es tu nombre?

    - Me llamo René, ¿y tú? – igual de interesado preguntó René.

    - Yo me llamo Jérémy. René, siempre recordaré tu nombre – dijo sinceramente Jérémy, y entonces se fue.

    - Yo tampoco lo olvidaré, Jérémy – dijo René con cierta sonrisa misteriosa en su rostro.

    Por otro lado, Inés no había podido librarse del tráfico en el que se encontraba. Ella decidió hablarle a su papá.

    - Inés, qué bueno que me hablas, ¿qué ha pasado? – en seguida preguntó Juan.

    - Papá, la verdad es que no tengo buenas noticias, hay mucho tráfico aquí, llevo quince minutos atorada, y no avanza el camión; ¿qué hago?, sé que el tiempo se me acaba - dijo alterada y nerviosa Inés.

    - No puede ser, haz lo posible por llegar al Metro.

    - No, llegar al Metro me tomará más tiempo, y estoy segura de que Axayácatl ya no tarda en hablarme.

    - Por eso mismo hija, Axayácatl ya no tardará en llamarte, al menos haz el intento de llegar al Metro.

    - Está bien, lo intentaré, en un momento te vuelvo a hablar – Inés colgó el teléfono.

    Xochimitl se quedó preocupada por lo que le había escuchado hablar a Juan.

    - ¿Qué sucede? - ella le preguntó a su esposo.

    - Inés está atrapada en el tráfico y aún le falta mucho para llegar al departamento de Francisco. – respondió muy serio Juan.

    - No puede ser, sabía que este plan se iba a complicar en algún momento – dijo muy nerviosa Xochimitl.

    - Tenemos que tener fe mujer; de cualquier forma, nosotros ya nos tenemos que ir de aquí, así que vete preparando.

    Mientras esto sucedía en el exterior, en el departamento de Francisco las cosas seguían igual de tensas.

    - ¿Qué pasó Francisco, en dónde quedó tu sonrisa tan alegre?, ¿En dónde quedaron esas palabras de amenaza? – preguntó cínicamente Axayácatl.

    - Maldito, no creas que has ganado del todo – respondió muy enojado Francisco, quien miraba fijamente a Axayácatl, al igual que Axayácatl también lo hacía. Ambos se miraban de una forma muy agresiva, como deseándose la muerte al mismo tiempo.

    - Sólo falta que Inés nos hable para que nos avise de que ya está aquí. – le comenté a Axayácatl, para que volviera a entrar en razón.

    - Así que para eso vino Inés a la ciudad, para que también formara parte de este plan - dijo Francisco muy tranquilo, entonces él pensó - <<Si es así, si es que Inés vendrá hasta acá, mi hombre que está allá abajo nos avisará que ha visto a Inés, él de inmediato la matará y entonces Axayácatl y Clemente se distraerán al escuchar el balazo y así les podremos quitar las armas.>>

    - Eso no te importa Francisco. Sí Clemente, tan sólo hay que esperar a Inés – me respondió Axayácatl, lo cual me tranquilizó de sobre manera, porque tenía miedo de que su coraje le hiciera olvidar todo el plan.

    Por otro lado, Inés corría todo lo que podía para poder llegar a la estación más cercana del Metro, cuando ella avanzó lo suficiente por entre el tráfico, se dio cuenta que lo que lo generaba era un accidente automovilístico en el cual estaba involucrado un tráiler. Ella se detuvo un momento.

    - ¡No puede ser!, esto va para largo. La estación del Metro se encuentra todavía lejos, el tiempo corre y mi hermano con Clemente están en peligro.

    En ese momento, de un carro color dorado y muy atractivo que estaba al lado de Inés, bajaron el vidrio y una mujer se dirigió a Inés.

    - ¡Ey hija, que el tráfico está fuerte!, ¿verdad? – expresó la mujer.

    - Sí señora, y me temo que así estará por bastante tiempo, allá adelante hubo un fuerte choque. - contestó Inés.

    - Pero qué desgracia, espero que no haya heridos; disculpa, ¿acaso no sabes una forma para llegar a la estación del Metro Aragón?, creo que sólo me queda ir para allá si quiero llegar a tiempo a casa.- preguntó la mujer.

    Al escuchar esto, Inés no podía creer lo dicho por la señora, pues el lugar a donde quería ir la mujer era justo el lugar por donde necesitaba llegar. Entonces ella, sin importarle lo que fuera a pensar la mujer, expresó:

    - Señora, sí sé otro camino para ir a la estación Aragón sin necesidad de usar el Circuito; pero por favor, le pido con toda el alma que me lleve con usted, créame que a mí también me urge ir para allá.- le pidió Inés.

    - Claro hija, venga, que estamos para ayudarnos – la mujer entonces le abrió la puerta del coche a Inés, ella de inmediato se subió al coche, sin saber para nada que la mujer con la que viajaría era la madre de Jérémy.

    Jérémy por su parte también se apresuraba para regresar al edificio en donde estábamos Axayácatl y yo.

    - Amigos, por favor, aguanten un poco más, en unos momentos estarán a salvo. Espero no llegar demasiado tarde, no quiero pensar el que ellos dos estén heridos o muertos… Además, todavía me falta expresarle mi amor…

    Mientras que Renata se apresuraba para llegar lo más rápido a la estación Aragón por la ruta que le habían indicado, Inés decidió marcarle a su hermano.

    - ¿Inés, ya estás aquí? - preguntó nervioso Axayácatl al momento de contestar.

    - Ya casi llego hermano, por favor, tenme paciencia y aguanta un poco más, después te explico lo que pasó. - le dijo Inés muy nerviosa.

    - Inés no tardes mucho, no hay mucho tiempo. – respondió Axayácatl, entonces él colgó.

    - Vaya que sí te urge llegar allá ¿verdad? – preguntó Renata al notar el tono de voz de Inés.

    - Sí, es que ahorita mi familia tiene un problema muy fuerte, y depende de mí arreglarlo – confesó Inés.

    - No te preocupes hija, en un momento estarás allá – dijo Renata, entonces pisó el acelerador para apresurarse más.

    Cuando Axayácatl terminó la llamada con Inés, él tenía una cara seria, desencajada, con rasgos de nervios por la tardanza de su hermana. Rogelio, que había escuchado la llamada, expresó:

    - Parece que ya te cargó la chingada Axayácatl, tu hermana no ha llegado y tú y Clemente están perdiendo el tiempo aquí ¡Ha, ha, ha! - Rogelio se burló de la situación.

    - ¡Cállate maldito cobarde! - Axayácatl apuntó a Rogelio.

    Mientras ellos se peleaban, yo miraba a Axayácatl. Me sorprendía la otra cara de su personalidad que ahora veía. En verdad me daba miedo el pensar que mi amigo tuviera esa actitud tan agresiva, aunque en cierta parte lo entendía por tratarse de dos seres que lo habían maltratado tanto durante su vida. Mientras yo pensaba esto, descuidé a Francisco, y él, al darse cuento de eso, se intentaba acercar a un dispositivo que estaba oculto debajo de un mueble. Dicho dispositivo servía para llamar en situación de emergencia al sujeto que estaba en la puerta...

Capítulo XL

- Estúpido indio mugroso, ni creas que todo te va a salir como quieres, vas a ver que al final ganaremos nosotros – insistía Rogelio en retar a Axayácatl.

    - ¡Cállate ya Rogelio o el primero en morir vas a ser tú! – dijo Axayácatl mientras miraba fijamente a Rogelio.

    Yo estaba muy atento a la forma en que ambos se miraban, pues algunas veces sentía que Axayácatl le guardaba mayor rencor a Rogelio que a Francisco, pero sin duda eso se debía al problema del momento; en realidad creo que Axayácatl odiaba a los dos de la misma forma.

    Mientras yo me encontraba inmerso en esos pensamientos y en el problema entre Axayácatl y Rodrigo, Francisco por su parte cada vez se acercaba más al dispositivo. Él no hacía ruido alguno mientras deslizaba lentamente su mano hacia tal aparato, sus dedos empezaron a rosar el dispositivo, y tan sólo bastaba que sus dedos llegaran al botón para que Francisco lo apretara y así poder llamar a su hombre para auxiliarlos, pero fue su mala fortuna que mientras intentaba hacer eso, su celular, que estaba en su pantalón, empezó a sonar, por lo que todos volteamos y nos percatamos de lo que él intentaba.

    - ¡Francisco, ni se te ocurra hacer algo! - le grité a Francisco.

    - ¡Estos malditos! - dijo enojado Axayácatl -, sé que harán lo que sea para escaparse de aquí; lo siento Clemente, tendremos que alterar un poquito lo planeado. ¡Francisco, dime en dónde está el contrato que mis padres te firmaron!

    Los dos hombres se sorprendieron al escuchar la orden de Axayácatl.

    - ¿Qué, pero qué estás preguntando Axayácatl? – preguntó Francisco todavía desconcertado.

    - ¡Lo que escuchaste Francisco, dime en dónde está el contrato, estoy seguro que lo trajiste aquí a la ciudad! – volvió a gritar Axayácatl.

    - ¡No compadre, no le digas en dónde está! - desesperado dijo Rogelio.

    - ¡Tú cállate hijo de puta! - Axayácatl gritó y le apuntó a Rogelio.

    Cuando Axayácatl dijo e hizo esto, Francisco rápidamente agarró el dispositivo que tanto había querido tomar, pero antes de que pudiese apretar el botón, Axayácatl disparó justo al lado de Rogelio, por lo que Francisco se detuvo por ver si le había dado a su amigo, lo cual no fue así.

    - Francisco, suelta ahora mismo ese aparato o el próximo tiro será para ti – dijo muy seguro Axayácatl.

    - ¡No lo hagas compadre, seguro el pinche mocoso ni si quiera sabe disparar y por eso falló el tiro! – en seguida comentó Rogelio.

    Axayácatl, cansado ya de tanta palabra de Rogelio, lo golpeó fuertemente en la cara, por lo que Rogelio se quedó un tanto recostado en la cama por el dolor que le causaba el golpe de Axayácatl.

    - No soltaré el aparato y no te daré el contrato - dijo Francisco seguro.

    Axayácatl, sin dejar de apuntar a Rogelio, se levantó de la cama y se acercó lentamente a Francisco. Entonces yo, como si hubiese leído la mente de Axayácatl, fui a apuntar con el arma a Rogelio.

    Axayácatl finalmente se puso justo atrás de Francisco y entonces apuntó a su nuca.

    - ¡Francisco bastardo, dime en dónde está el contrato! - Axayácatl agarró del cabello a Francisco.

    - ¡No te lo voy a dar Axayácatl, hagas lo que hagas! - gritó enfurecido Francisco, al mismo tiempo que soltó el dispositivo.

    Como Rogelio todavía seguía dolido por el golpe de Axayácatl, yo miraba, sin perder de vista a Rogelio, a Axayácatl atrás de Francisco. El cuerpo me temblaba por pensar en que Axayácatl fuera tan capaz de matar de una vez a Francisco, en verdad lo veía tan seguro que ya no dudaba en que mi amigo jalara del gatillo y acabara con la vida de su enemigo con una bala que atravesaría la garganta de Francisco.

    - ¡Cabrón hijo de tu puta mierda!, ¡O me lo das o te suelto un plomazo ahora mismo!, no me conoces totalmente enojado - todavía más fuerte gritó Axayácatl al mismo tiempo que presionó la pistola contra el cuello de Francisco.

    - ¡No, no lo hagas o será nuestro fin!, ¡Todavía podemos salir de aquí! – insistió Rogelio.
    - ¡Cállate Rogelio, tú no tienes nada qué decir! – con temor le dije.

    Un momento de silencio reinó en la habitación, todos estábamos a la espera de qué sería lo que diría Francisco, así como del siguiente movimiento de Axayácatl. Finalmente el primero le temió a la muerte.

    - ¡Ya, ya!, ¡Está bueno pues!, el contrato está guardado en una caja debajo de la cama - dijo Francisco con miedo.

    - Clemente, por favor, busca el papel mientras yo apunto a estos dos cabrones – me comentó con un tono más tranquilo Axayácatl.

    - Pero Axa, si yo hago eso dejaré de apuntar a Rogelio y tú no podrás con los dos – temeroso por lo que me pedía Axayácatl, dije.

    - No te preocupes por mí, yo podré con estos dos; además, el idiota de Rogelio ya sabe que no me tentaré a la otra para dispararle – respondió Axayácatl mientras volteaba a ver con mirada asesina a Rogelio.

    Yo también miré a Rogelio y él me veía a mí, él tenía una sonrisa cínica y retadora, como para expresar que no me creía capaz de hacer lo que me pedía Axayácatl porque tenía miedo. Entonces volteé a ver a Axayácatl, y vis sus ojos, sus ojos que ya no eran los mismos de ese niño frágil y temeroso de la secundaria, sino que ahora eran los ojos de un verdadero asesino, de un asesino con sangre de venganza y odio. Sus pupilas eran más chiquitas, negras completamente, e incluso estaban afiladas, afiladas como un arma punzante que se desea clavar a una persona que te ha herido por toda la vida.

    - Tengo una mejor idea – con temor dije -, que Rogelio sea quien busque el papel, así ni tú ni yo descuidaremos la situación – opiné, aun con el riesgo de que Rogelio buscara debajo de la cama un arma, pero sabía que era mayor riesgo el que yo buscara el papel y dejara solo a Axayácatl apuntando a Francisco y a Rogelio.

    - ¿Qué?, hasta creen que yo voy a buscar el papel – reprochó Rogelio.

    - ¡O lo haces o te atravieso la maldita cabeza! – en seguida gritó Axayácatl.

    Rogelio, al sentir la ira de Axayácatl, empezó a buscar el documento que estaba debajo de la cama. A Axayácatl parecía no importarle la posibilidad de que Rogelio sacara un arma de debajo de la cama, pero yo sí estaba temeroso, pues si ese era el caso yo tendría que dispararle de inmediato a Rogelio, y eso era algo que en verdad yo no sabía hacer.

    Rogelio tardó un poco, pero finalmente sacó una caja, la abrió y en ella estaban varios papeles. Entonces, como si él supiera de memoria en dónde se encontraba el contrato de Axayácatl, lo sacó de entre tantos papeles y entonces me lo entregó sin intentar nada violento. Axayácatl, sin dejar de apuntar a Francisco, se acercó a mí, vio el papel de reojo y dijo:

    - Llegó el momento Francisco, llegó el momento de deshacerme de tu maldito poder. Tantos años nos hiciste infelices a mi familia y a mí, nos arruinaste la vida, nos amenazaste de muerte y nos usabas a tu conveniencia, pero hoy por fin eso se acaba, ¡Este día al fin haré justicia por todas las veces que tú y tu estúpido amigo se comportaron como unos cerdos bastardos y delincuentes!, ¡Rompe el papel Clemente!

    - ¡Ni te atrevas Axayácatl!, ¡O no sabes de lo que soy capaz! - gritó enojado Francisco.

    - ¿A sí Francisco, y de qué serás capaz en la forma en que estás?, ¿De levantarte y atacarme, aun cuando yo pueda dispararte? – Axayácatl retó a Francisco.

    - ¡Niño idiota, acaso no recuerdas con quién hablas!, ¡Yo he asesinado a más personas que tú, he descuartizado gente y he torturado a infinidad de humanos!, ¿Tú crees que me asusta la amenaza de un niño que apenas y sabe disparar? – con una furia increíble replicó Francisco.

    Cuando escuché a Francisco gritar de esa forma, me entró un gran miedo, realmente sentía que no conocía a ninguno de los dos sujetos que estaban a mi alrededor. Por un lado, estaba Axayácatl que con ese coraje le había cambiado hasta el rostro, por el otro, a Francisco, que era un tipo sumamente peligroso y que haría lo que fuera para ganar.

    - Axa, creo que sería mejor que tú lo hicieras - dije nervioso.

    Cuando dije esto, Francisco trató de levantarse.

    - ¡Clemente, hazlo tú y no pierdas el tiempo! - me repitió Axayácatl al tiempo que volteó a apuntar a Francisco.

    - ¡No lo hagas maldito! - me dijo Francisco mientras se levantaba un poco más.

    - ¡Francisco, te mueves otra vez y te juro que te disparo!, sabes que ganas no me faltan para matarte y mandarte de una vez a la chingada por todas las veces que nos sometiste a tus condiciones y a tus burlas. ¡Clemente, rompe el papel ya!-seguía gritando muy fuerte Axayácatl.

    En el momento en que Axayácatl me dijo esto, un gran miedo invadió mi cuerpo, el pánico me hizo pensar en que alguien saldría realmente muerto en este acto. Francisco se veía muy seguro de moverse, Axayácatl no dudaría en disparar, y Rogelio estaba del otro lado, en la cama, esperando cualquier momento para atacar también.

    - ¡Hazlo ya Clemente! - gritó Axayácatl un tanto enojado.

    Por primera vez vi temeroso a Axayácatl, no sabía por qué de repente él había sentido temor. Miré también a Francisco y él me observaba con tanto rencor, con tanto odio; aunque él también tenía miedo, se le veía, tenía miedo de que yo fuera capaz de romper el contrato.

    - Niño idiota, lo haces y te juro que vas a arrepentirte de haber nacido. – me amenazó Francisco.

    - ¡Clemente, no lo dudes más!, ¡Yo no puedo romperlo porque dejaría de apuntar a Francisco!, ¡Hazlo tú por favor, hazlo ya de una vez o este maldito te hará algo! – insistió Axayácatl.

    Mi gran temor se debía a lo que fuera a pasar justo cuando rompiera el papel, no sabía a cuál de los dos nos atacarían primero. Todo mi cuerpo empezó a temblar, todas las personas especiales pasaron por mi mente, sobre todo mi madre y Jérémy. Pensaba en que no volvería a ver a mi mamá, que la despedida que le di justo ese día había sido la última, que la dejaría sola con esa familia cruel, en medio de este mundo infame. Pensé también en Jérémy, mi Jérémy, con el cual había tenido días malos, días en que no le expresé mis sentimientos, en que nunca le dije lo cuánto que lo amaba, que lo deseaba, que lo soñaba, que le lloraba y suspiraba, que gracias a él mi vida tenía la luz del sol y el brillo de la luna, y que él nunca sabría que en todo el mundo hubo un hombre que lo amó como ninguno otro.

    Entonces cerré los ojos, unas pequeñas lágrimas bajaron por mis ojos, y empecé a romper el papel. Pero casi inmediatamente Francisco se levantó.

    - ¡Maldito cabrón! – gritó Francisco y se lanzó contra mí.

    - ¡Rómpelo rápido! – me gritó Axayácatl.

    Entonces abrí los ojos y vi que Francisco ya estaba justo enfrente de mí, a casi nada de tocarme, y entonces noté que yo ya había roto el papel por completo, lo había destrozado. Quedé sorprendido por eso y alcé mi vista al rostro de Francisco, el cual estaba atónito, sorprendido, con los ojos abiertos de sorpresa.

    - ¡Hijo de tu puta madre! – encolerizado me gritó Francisco y ya me iba a golpear cuando de pronto sonó un balazo.

    Francisco se detuvo por completo, su cara hizo un gesto de dolor y sorpresa. Entonces, como si fuese un árbol que sin poner resistencia se cae al ser talado, así también Francisco, sin poner resistencia, cayó fríamente al suelo, el cual de inmediato se vio empapado por su sangre.

    - ¡Hijo de puta!, ¡Lo mataste!, ¡Mataste a Francisco! - gritó espantado Rogelio.


    Cuando el cuerpo de Francisco cayó al suelo, pude ver a Axayácatl. Él estaba sorprendido pero más espantado, estaba temblando y miraba con mucho susto el cuerpo de Francisco. Él me volteó a ver con mucho miedo, yo también lo miré de la misma forma, pues no podía creer lo que veía…

domingo, 8 de septiembre de 2013

Capítulos XXXVII-XXXVIII



Capítulo XXXVII

Aquella persona que nos esperaba a la entrada del edificio se veía muy misteriosa, era un hombre de alrededor de 40 años, cabello gris y corto, con un bigote del mismo color, con un rostro que tenía facciones agresivas, fuertes, que mostraban que ese hombre llevaba una vida violenta. Él tenía una mirada agresiva, con ojos de intensidad. Estaba vestido de traje gris, muy formal para estar en un edificio así de viejo. 

    Entonces Axayácatl y yo nos miramos al mismo tiempo.

    - ¿Conoces a ese tipo? – le pregunté con temor.

    - No, nunca lo había visto, pero parece que espera a alguien, y seguramente es a nosotros. – respondió Axayácatl con el mismo temor que yo.

    - Sí, de eso no hay que dudar ni un momento. Esto es un indicio de que en verdad Francisco y Rogelio ya sospecharon todo, así que hay que tener más cuidado del que habíamos pensado. – sugerí.

    - Bien, confía en mí Clemente.

    Ambos suspiramos profundamente, pues en aquel suspiro en verdad iban todos nuestros temores con respecto a lo que nos iba a pasar en poco tiempo; sin embargo, era necesario bloquear tales nervios de una vez, puesto que el mínimo error podría llevarnos a la muerte. Así, Axayácatl y yo caminamos lentamente hacia la entrada del edificio, mientras que Jérémy, que se había pasado al otro lado de la calle sin que nos percatásemos de ello, no dejaba de observarnos con detenimiento.

    Axayácatl y yo llegamos a la entrada del edificio.

    - Finalmente llegaron – expresó el hombre de la entrada.

    - ¿Cómo que finalmente llegamos? – pregunté yo extrañado - ; ¿aquí es tu casa Axayácatl? 

    - Sí Clemente, aquí es – dijo Axayácatl serio.

    - Perdona que te lo diga, pero es muy extraña; ¿quién es él? – dije mientras fijé mi mirada al hombre de la entrada.

    - Es el que cuida el edificio.

    - ¿El que cuida el edificio?, no sabía que en los edificios de departamentos hubiera gente que los cuidara.

    - Es que así lo quisimos todos los que aquí vivimos.

    - ¿Subirán o no? – preguntó el hombre molesto.

    - No te espantes Clemente, todo está bien – dijo Axayácatl como para ocultar la verdad. 

    Yo lo miré temeroso y con sospechas, pero finalmente los dos entramos al lugar. Entonces el hombre sacó su celular para hablar con Francisco y avisarle de nuestra llegada.

   - Los dos ya llegaron y ya entraron al edificio. – dijo el hombre.

   - Perfecto, ¿notaste algo raro en ellos? – preguntó Francisco.

    - Sólo que Clemente estaba muy extrañado con el lugar, él cree que aquí es la casa de Axayácatl.

    - Ya veo, hasta el momento todo va bien, pero ya veremos si no ocultan nada. Gracias, recuerda estar al pendiente por si ves a cualquiera de la familia de Axayácatl.

    - Entendido. – el hombre cortó la comunicación con Francisco.

    Jérémy había visto la llamada misteriosa que ese hombre había hecho, así como también el momento en que yo había hablado con rostro de extrañamiento. Él se espantó de sobremanera. 

    - <<¡Que la puta! - pensó Jérémy -, esto sí que es serio, Clemente parecía muy espantado y extrañado con lo que pasaba, y la llamada que ese hombre hizo no parecía muy confiable, creo que ambos se encuentran en peligro. Tengo que avisarle a algún policía sobre lo que pasa; pero creo que no podré llamar desde aquí o sino ese hijo de puta me verá, lo mejor será alejarme como si fuera cualquier persona más>>. - Jérémy tomó camino para alejarse del lugar.

   Axayácatl y yo ya casi llegábamos al departamento de Francisco.

    - ¿Estás listo? – le pregunté a Axayácatl.

    - Creo que aunque no lo estuviera, debo de estarlo. –  con nervios y con frialdad respondió él.

    - Aunque estemos en esto, debo decirte que me siento feliz por algo.

    - ¿Feliz por algo?, ¿por qué Clemente? – él me volteó a ver y me preguntó muy interesado.

    - Porque te conocí Axayácatl, y porque te convertiste en un gran amigo, mi mejor amigo, y eso es algo que jamás pensé lograr, porque generalmente yo no me llevo bien con hombres. 

    - ¿Es en serio?, no comprendo bien por qué no puedes llevarte bien con ellos, pero debo decirte, como antes te había dicho, que también me siento feliz por conocerte, y que también eres mi mejor amigo. Si algo nos pasa aquí, y no volvemos a vernos, siempre recuerda que lo que hiciste por mí es algo que me llevaré a la eternidad. – Axayácatl dijo con una leve sonrisa, la cual no podía expresar en su totalidad, debido a los nervios.

    Yo también sonreí levemente, y finalmente los dos llegamos a la puerta del departamento en el que estaban Francisco y Rogelio. Axayácatl tocó levemente la puerta y muy poco tiempo después abrieron.

    - Bienvenidos - dijo Francisco con una gran sonrisa, justo atrás de él estaba Rogelio.

    Y ahora lector es tiempo de que yo sea tus ojos en esta historia. Una vez que vi a Francisco y a Rogelio no pude evitar sorprenderme de verdad, por fin los conocía y me sorprendí por lo imponentes que eran. Francisco era un hombre alto, de piel blanca. Sus rasgos faciales expresaban mucha rudeza y maldad, al momento de verlo se notaba que era una persona con carácter rudo y agresivo, su cara me recordaba a la de la gente del norte, pues ese típico bigote negro, además de su sombrero, y ese color de piel, eran característicos de la gente de esa región. Sus ojos eran negros, profundos y lúgubres, como el de la oscuridad que envuelve a los callejones más oscuros y peligrosos de esta ciudad. Sus labios, que en ese momento dibujaban una sonrisa en su rostro, eran un tanto gruesos, en ellos ya se podía ver el paso del tiempo en el hombre, por lo que supuse que él tenía unos 50 años. Francisco tenía un estómago pronunciado, portaba una camisa azul, un pantalón de mezclilla, y usaba unas botas norteñas color café. 

    Rogelio, por su parte, era un tanto más pequeño que Francisco, era moreno y tenía también un estómago pronunciado. Rogelio, de igual manera que su compañero, tenía un bigote, pero éste era de color café. Rogelio portaba también un sombrero norteño, vestía con una camisa roja y unos pantalones de mezclilla, y también tenía botas norteñas y cafés. Él parecía un tanto menor que Francisco, sin embargo, también en su mirada y en su rostro se veía la perversidad que había en su ser.

    Axayácatl y yo entramos al lugar y nos paramos en la sala, Francisco entonces cerró la puerta. De igual forma a como me sorprendí por la apariencia de Francisco y Rogelio, así también me sorprendí por el lugar en el que estaban. Ciertamente pensé que su departamento estaría lleno de cosas, como si fuese una casa, pero no, en éste reinaba un aspecto viejo, incluso descuidado y abandonado. Era de color gris, en el fondo del mismo había sólo una cama pequeña con una cajonera vieja justo al lado. Enfrente de ella había una vela prendida que estaba en el suelo, alrededor de ella varios papeles que parecían no tener importancia. Una pequeña ventana estaba de nuestro lado derecho, misma que daba justo hacia la calle de afuera, dicha ventana tenía cortinas blancas. El lugar no tenía cocina y acaso un baño oculto, el cual no veía yo. 

    - Excelente Axayácatl, cumpliste con tu promesa. – finalmente dijo Francisco mientras me veía.

    - Y no se ve tan mal – habló también Rogelio, quien se veía muy emocionado.

    - ¿De qué hablan? – pregunté con mucho miedo.
    - Parece que el muchacho todavía no entiende nada – con risas dijo Francisco. Rogelio también reía.

    - ¿Qué pasa aquí Axayácatl? – volví a preguntar temeroso.

    - Lo siento Clemente, era necesario traerte. – dijo Axayácatl con decepción.

    - ¿Traerme?, pero, ¿en dónde estamos, qué no es aquí tu casa?

    - No, aquí es…

    - Aquí es en donde te van a violar – completó la idea Francisco.

    - ¿¡Qué!? – expresé completamente asustado, entonces retrocedí - ; ¿pero de qué hablan?, ¿quiénes son estos hombres Axayácatl?

    Axayácatl sólo me miraba con tristeza y miedo, entonces Francisco, al notar tal silencio de Axayácatl, habló:

    - No me digas que crees que somos sus tíos o algo así niño – me preguntó Francisco.

    - Axayácatl me dijo que me traería a su casa, en donde estarían sus tíos y sus papás, pero no entiendo nada – contesté con mucho miedo.

    - Ha, ha, pues el indio te engañó bien, porque ni somos su tíos, ni ésta es la casa de Axayácatl. Yo me llamo Francisco, y mi compadre que ves aquí se llama Rogelio, a los dos nos gusta divertirnos con jóvenes como tú, y con divertirnos espero que no entiendas algo como jugar, no, nos referimos a tener un buen momento de sexo.

    - No puede ser… - sorprendido exclamé, mientras volteé a ver a Axayácatl.

    Mientras tanto, afuera del lugar, Jérémy ya se había alejado lo suficiente.

    - Bien, creo que ya estoy lo suficientemente lejos para hablarle a la policía. –Jérémy sacó su celular, y cuando abrió la cubierta notó que éste estaba a punto de descargarse - ¡No puede ser, no me hagas esto por favor!, necesito hablarle a la policía, ojalá aguante para una llamada – Jérémy marcó el número de emergencia pero el celular le avisó que le quedaba poca batería, sin embargo, la llamada se realizó.

    - Policía Federal, buenas tardes – contestaron.

    - Por favor necesito de su… - el teléfono se descargó por completo. - ¡No, no, no por favor! – exclamó Jérémy enojado y desesperado. – Malditasea, necesitaré encontrar un teléfono público, pero tendré que alejarme aún más del lugar. Clemente y Axayácatl, esperen un momento. – Jérémy se apresuró para encontrar el teléfono.

    Por otro lado, en el departamento de Francisco las cosas empeoraban.

    - ¿Pero por qué Axayácatl? – pregunté de manera espontánea.

    - Porque si no lo hacía lo íbamos a matar – con tono burlón dijo Rogelio.

    - Bueno ya basta de tanta plática, vamos a comenzar – dijo Francisco enojado, pues parecía molesto con la declaración que había dado su compañero.

    En cuanto Francisco dijo eso, yo espantado corrí a la puerta para abrirla y huir, pero Francisco de inmediato me alcanzó y me agarró bruscamente cargarme.

    - ¡No, no, no por favor!, ¡Axayácatl ayúdame, no dejes que me hagan algo! – empecé a gritar desesperadamente.

    Axayácatl sólo me miraba con tristeza y resignación, pues no podía hacer nada al respecto.

    - No lo lastimes por favor Francisco – dijo Axayácatl con preocupación.

    - Tú cállate Axayácatl, y déjamelo a mí. Rogelio, hazte cargo de Axayácatl – ordenó Francisco.

    - ¿Qué?, pero yo quiero estar con el nuevo. - dijo Rogelio sorprendido por la decisión de su compañero.

    - ¡Carajo Rogelio, ahorita te paso al mocoso éste!, mientras quédate con el pendejo de Axayácatl- gritó enojado Francisco.

    - Pero lo vas a cansar y al final ni me lo vas a dejar – insistió Rogelio.

    - ¡Cabrón, ya te ordené que te lleves a Axayácatl a la cama! – Francisco sacó molesto su pistola y apuntó a Rogelio.

    - ¡Calmado compadre, ya te escuché! - Rogelio resignado se llevó a Axayácatl a la cama para tener sexo con él.

    - ¡Axayácatl, no, no dejes que me hagan algo! – yo seguía gritando mientras trataba de zafarme de los brazos de Francisco.

    - ¡Ya estate quieto mocoso! – Francisco se enojó tanto que me golpeó fuertemente en el rostro y me aventó al piso para ahí violarme, entonces él se empezó a quitar la camisa mientras yo intentaba alejarme de él, pero Francisco me jalaba con fuerza y entonces me empezó a quitar también la camisa. 

    Mientras yo ponía resistencia él seguía desvistiéndome poco a poco, y aunque mi rostro sangraba debido al golpe que Francisco me había dado, yo no dejé de notar que Francisco en verdad hacía todo sin asco ni pena alguna, lo cual me llevó a pensar en que en verdad ellos dos eran homosexuales, pero que estaban frustrados por alguna razón.

    Entre tanto, Rogelio tenía ya sin camisa a Axayácatl en la cama, él le besaba el pecho de la misma forma en como Francisco ya lo hacía conmigo. Sin que Francisco se percatara, yo veía a Axayácatl y Axayácatl también me veía a mí, ambos sabíamos lo que esperábamos, y que tiempo después ocurrió, pues Rogelio de tan prendido que estaba con tener sexo, se quitó su pantalón, en el cual estaba su arma, y lo dejó justo al lado de Axayácatl.

    Entonces Axayácatl me miró con intención, pues él ya se preparaba para empezar con el plan…

Capítulo XXXVIII

Axayácatl estaba a casi nada de realizar su primer movimiento y poder llevar a cabo el plan, él se veía ya muy seguro de aprovechar el descuido de Rogelio; pero en ese momento, Francisco me dijo:

    - Quítate el pantalón-  me ordenó. 

    - ¡¿Qué?! - desconcertado le respondí, pues ciertamente ni Axayácatl ni yo sospechábamos que Francisco quisiera ir tan rápido en el acto sexual.

    - ¡Que te quites los pantalones cabrón, o ya verás cómo te va! - me gritó enojado.

    Cuando Francisco me gritó de esa manera, yo volteé a ver, sin pensarlo, a Axayácatl, y él también me miró; Francisco se dio cuenta de estas miradas nuestras.

    - ¿¡Qué carajos andas viendo a Axayácatl eh!?, ¿Traman algo los dos verdad? – Francisco con mucha más molestia expresó.

    - ¡No, no, yo no hice nada! – dije muy asustado.

    - ¿¡Cómo de que no maldito!?, ¡Acabo de ver cómo lo mirabas!, ¡Quítate el pantalón o ya verás cómo te lo quito yo!

    - ¡Francisco por favor no le hagas nada! – gritó inesperadamente, desde el otro lado, Axayácatl.

    Al escuchar esto, Francisco volteó a ver con una mirada de furia a Axayácatl, entonces se levantó y se acercó un poco a Rogelio y a Axayácatl.

    - ¿Qué te importa a ti lo que le haga a Clemente?, no crean que no me he dado cuenta que ambos ocultan algo, así que mejor ándate con cuidado indio asqueroso, porque tu amigo va a sufrir las consecuencias. - dijo Francisco, y entonces volvió a mí y me agarró de mis muñecas para alzarme y pegarme en la pared. - ¿Esto es lo que no querías que le hiciera a tu amigo, Axayácatl? – Francisco comenzó a golpearme fuertemente en el estómago y luego en la cara; yo, aunque trataba de zafarme, no podía.

    - ¡Ya no sigas por favor!, ¡déjalo en paz! – gritaba Axayácatl al mismo tiempo que se alejó un poco de Rogelio, pero todavía sin poderse levantar de la cama.

    - ¡Mientras más grites voy a seguir pegándole al estúpido de tu amigo! – decía Francisco mientras, en efecto, me golpeaba cada vez con más rudeza en el rostro, mismo que ya tenía mucha sangre, la cual también escurría por mi cuerpo. - ¡Rogelio, ponte esa maldita arma a tu lado pendejo! – indicó Francisco y entonces me quitó los pantalones y posteriormente me aventó al piso. – Ahora sí te voy a hacer probar lo que más te gusta maldito. – él entonces se empezó a desabrochar el pantalón y posteriormente me agarró de forma agresiva y me pegó hacia él.

    Rogelio, que ya había acatado la orden de su jefe, se acercó la pistola justo al lado para no perderla de vista, aunque dicha arma todavía seguía a ojos de Axayácatl. 

    Axayácatl me veía desde su lugar y estaba espantado, pues aquello ya se había salido del plan, no contábamos con que Francisco me agrediera tan fuertemente e impidiera con ello el desarrollo del plan. Axayácatl no dejaba de ver cómo Francisco me aventaba de forma muy brusca hacia el piso una y otra vez, veía mi rostro enteramente sangrado y con pocas energías, mientras Francisco me tomaba de las piernas para empezar con el acto de penetración. 

    A Axayácatl le latía el corazón, estaba muy temeroso y Rogelio se dio cuenta de eso.

     - ¿Por qué tiemblas tanto indio idiota?, que no ves que así no puedo tocarte – dijo Rogelio, quien ya también le quitaba los pantalones a Axayácatl.

    Con las pocas energías que me quedaban le hice una señal a Axayácatl de que no se preocupara por mí y de que se enfocara en el arma de Rogelio, él entendió y empezó a gemir con excitación a la vez que con molestia ante las caricias de Rogelio.

    - Eso, eso es lo que me gusta, que te quejes así – dijo Rogelio más excitado, con lo que empezó a tocar y a besar a Axayácatl bruscamente, y con ello desatendió su arma, misma que empujó un poco debido a los movimientos que hacía.

    Axayácatl y yo sabíamos que éste era el momento.

    Jérémy, por otro lado, ya había encontrado un teléfono público a varias calles del edificio en donde Axayácatl y yo estábamos; pero cual si fuese un asunto de tragicomedia, aunque enteramente así funcionen las cosas en México, cuando Jérémy descolgó la bocina del teléfono se dio cuenta que el cable de éste estaba cortado.

    - ¡Que la puta!- gritó enojado-, ya me alejé bastante del edificio de donde están ellos como para buscar otro teléfono de donde pueda marcar, porque puede que ahorita les estén haciendo algo; pero si no voy a buscar un teléfono no habrá forma de avisarle a la policía de lo que pasa.

    En ese momento un joven blanco y con cuerpo atlético pasó justo al lado de Jérémy.

    - Disculpa amigo, ¿sabes en dónde puedo encontrar un teléfono público?, me urge bastante hacer una llamada. – dijo Jérémy muy alterado.

    - ¿Un teléfono público?, creo que por aquí no hay muchos, tendrías que ir hasta la otra colonia, y eso te tardaría como 20 minutos – respondió el chico.

    - No, no puedo esperar tanto, en verdad necesito hacer una llamada; sé que me tomarás de loco, ¿pero podrías permitirme marcar desde tu teléfono?, es de vida o muerte, por favor.

    El chico miró de forma extraña a Jérémy, y de inmediato notó que él era extranjero.

    Al mismo tiempo que Jérémy intentaba hablar a la policía, Inés recién acababa de llegar a la estación Aragón, por lo que le faltaba un poco más para llegar al departamento de Francisco. Ella les habló a sus papás para decirles en dónde se encontraba.

    - Papá, ya estoy en la estación Aragón, ¿están seguros que el Metro no me deja cerca del lugar? – preguntó Inés.

    - No hija, el Metro te alejará mucho justo de la calle en donde están ellos dos. –indicó Juan.

    - Muy bien, entonces tomaré el camión.

    - Sí, y recuerda que hasta que Axayácatl te llame tú le avisarás a la policía, porque sino los pondrás en peligro.- le recordó Juan.

    - Sí, yo esperaré a que él me llame - dijo Inés y al tiempo colgó el teléfono.

    Mientras todo eso pasaba en el exterior, en el departamento Axayácatl y yo esperábamos el momento más indicado para lograr nuestro objetivo. Axayácatl continuaba con sus sonidos de excitación, y Rogelio parecía ya haber olvidado el arma, pero en ese momento Axayácatl hizo un movimiento no previsto y acercó el arma a la pierna descubierta de Rogelio. Éste sintió el frío del arma y la puso en medio de sus dos piernas, en donde los brazos de Axayácatl no pudieran acercarse sin que se percatara Rogelio. Axayácatl por tanto dejó de gemir.

    Cuando me di cuenta de eso pensé que todo se empezaba a poner más difícil. Francisco por tanto estaba ya listo para penetrarme.

    - Ahora sí niño, vas a sentir lo que es que te la metan – dijo Francisco.

    Aproveché tales palabras para empezar a gritar desesperadamente, por lo que Francisco me tapó la boca y dijo:

    - Cállate pendejo, y sólo siéntela – me dijo al oído.

    - Yo quiero ver eso – de inmediato dijo Rogelio, quien nos volteó a ver.

    Por otro lado, Inés ya se encontraba en el camión, el cual iba a muy buena velocidad. Parecía que Inés llegaría antes de tiempo al lugar acordado, pero el destino de los humanos no puede darse de manera fácil, ni todo salir conforme a los planes que formula uno, pues de un momento a otro el transporte comenzó a bajar la velocidad, hasta que se vio inmerso en una enorme fila de automóviles que también estaban atrapados en medio del tráfico.

    - <<¡No puede ser! - enojada pensó Inés-, ¡No por favor, no me hagas esto! -Inés entonces por su desesperación se levantó del asiento y se asomó por la ventana para ver qué era lo que pasaba, al hacerlo, vio que el tráfico estaba completamente pasmado y que seguía todavía adelante.- Esto no puede ser, no puedo perder el tiempo aquí, todavía me falta llegar al lugar en donde se bajaron mi hermano y Clemente y buscar la casa de Francisco; pero no puedo bajarme del camión porque entonces tendría que caminar mucho para llegar a la próxima estación del Metro, ¿ahora qué hago?>>.

    Inés estaba muy desesperada por lo que le pasaba en ese momento, pero por otra parte, en la escena entre Axayácatl, Rogelio, Francisco y yo, todo comenzaba a favorecernos, pues debido a que Rogelio nos volteó a ver a Francisco y a mí para ver cómo éste quería penetrarme, Axayácatl aprovechó tal momento para que, en un movimiento rápido y sin titubeo, pudiera agarrar el arma de Rogelio, lo cual lo logró.

    - ¡Francisco, detente ahora mismo y aléjate de Clemente!- gritó Axayácatl quien ya tenía el arma de Rogelio entre manos y con ella apuntaba a Francisco.

    Francisco al escuchar esto, volteó a ver a Axayácatl y se sorprendió al ver que él tenía el arma de Rogelio. Cuando Francisco se distrajo, yo me volteé rápidamente para quitarle su pistola, misma que había atorado entre su calzón y su cuerpo. Así, Axayácatl apuntaba a Francisco mientras yo apuntaba a Rogelio…