domingo, 22 de septiembre de 2013

Capítulos XXXIX-XL

Capítulo XXXIX

Al habernos hecho con las armas de Francisco y Rogelio, Axayácatl y yo nos sentíamos un tanto más seguros, sin embargo, todavía no estaba completamente resuelto el asunto. De inmediato comenzó a ponerse tenso el lugar.

    - ¡Pinche Rogelio, hijo de tu puta madre!, ¡Cabrón, te dije que el arma la dejaras en otro lugar, ahora por tu maldita culpa nos va a cargar la chingada! - gritó Francisco demasiado enojado.

    - ¡Te juro que no me di cuenta compadre!, ¡El maldito indio se aprovechó de la ocasión! – nervioso respondió Rogelio.

    - ¡Francisco, aléjate ahora mismo de Clemente! - ordenó Axayácatl a Francisco.

    - Axayácatl, por favor, yo sé que no quieres hacer esto – exclamó Francisco.

    - ¡Cállate y haz lo que te digo!, ¡Quiero que te hinques en el suelo y no te muevas! – reiteró enojado Axayácatl. Francisco, al ver tal actitud agresiva, no tuvo más remedio que hacer lo que se le indicaba.

    - Lo que estén tramando, les aseguro que no les servirá – refunfuñó Francisco.

    Mientras que Axayácatl y Francisco discutían, Rogelio, muy silenciosamente, quería acercarse a un cajón que estaba al lado de la cama. Él aprovechó la discusión para que nadie le prestara atención, pero en su intento de acercarse al cajón, la cama rechinó y de inmediato volteé a ver a Rogelio.

    - ¡No te muevas Rogelio! - le amenacé.

    Rogelio de inmediato se quedó quieto y no hizo otro movimiento.

    Axayácatl me volteó a ver con una mirada preocupada.

    - Clemente, toma esto – él me aventó una toalla que estaba justo al lado de la cama en donde estaba con Rogelio. Yo en seguida la tomé -. Límpiate la sangre que te dejó Francisco en el rostro. Pronto ese maldito nos pagará todo.

    Tales palabras de Axayácatl me causaron mucho temor, no podía creer el hecho de ver a mi amigo transformado en ese ser. Axayácatl, de haber estado inseguro durante tantos días, a estar ahora seguro y con actitud asesina, era una muestra de que él había estado esperando este momento, el cual por fin había alcanzado.

    - Axayácatl, seamos honestos, tú no eres capaz de matar a alguien, mejor deja de hacer esas falsas amenazas y entrégame el arma - le dijo Francisco a Axayácatl.

    Al escuchar esto, la actitud de Axayácatl cambió por completo. Si hace pocos segundos lo había visto tan seguro de sí mismo, ahora parecía pensativo, dudoso de todo, él no dijo nada ante lo dicho por Francisco. Axayácatl entonces bajó un poco su mirada, así como también bajó un poco el arma.

    - ¡No le hagas caso Axa!, ¡Ellos sólo quieren hacerte dudar de lo que eres capaz! - le advertí, sin dejar de apuntar a Rogelio.

    - ¡Tú cállate Clemente, esto es asunto de nosotros dos! – me gritó enojado Francisco. Entonces volteó a ver a Axayácatl. - Vamos Axayácatl, yo sé qué clase de persona eres, aunque no lo creas, yo sé que eres alguien demasiado bueno como para dispararle a alguien. Tan sólo piensa que nunca en tu vida has tocado un arma, ni si quiera sabes disparar, es mejor que me entregues la pistola, porque si acaso disparas mal, hasta puedes herir a Clemente. - dijo Francisco con tono burlón.

    Axayácatl seguía callado y pensativo, aunque no había bajado el arma lo suficiente como para que Francisco se pudiera mover, parecía que Axayácatl estaba a punto de hacerlo, pues él miraba fijamente al suelo, con una mirada en la que no se veía sentimiento alguno, estaba pasmado ante lo que pasaba. En sus pupilas se reflejaba un enorme vacío, acaso el universo de su mente, de su existencia, de toda su vida; ¿Eran verdaderas las afirmaciones de Francisco, ¿Axayácatl nunca había tomado un arma?, en cierta forma parecía que todo era verdadero, porque el rostro de Axa se mostraba dudoso, incluso con un leve tono de dolor; ¿O era acaso que era tanta su emoción por este momento, que no podía contenerla?

    Rogelio, cuando vio tal reacción de Axayácatl, sonrió y volteó a ver a Francisco, como para celebrar el que estaban a punto de convencerlo.

    - ¡Axa no lo hagas, no te dejes convencer por Francisco!, ¡Él tan sólo quiere que tengas miedo, que te atemorice un arma!, ¡No dejes que sus palabras bloqueen lo que habías estado esperando! – en seguida advertí.

    Francisco se comenzó a reír de lo que yo decía.

    - ¿En verdad crees que vas a lograr que Axayácatl te haga caso?, ¿No te has puesto a pensar que Rogelio y yo lo conocemos de toda su vida?; Clemente idiota, tú crees que porque ya le hablas de apenas cuatro meses lo conoces muy bien, pero la verdad es que te hace falta saber mucho sobre él. Yo sé que Axayácatl no se atreverá a hacer algo con esa arma, porque no lo educaron de esa forma – con una sonrisa maliciosa, dijo Francisco.

    Después de que Francisco dijo eso, yo volteé a ver a Axayácatl. Él seguía en la misma posición, a todos nos mantenía en suspenso por lo que fuera a hacer; entonces Rogelio le hizo una señal a Francisco de que se aprovechara de tal situación para quitarle el arma a Axayácatl, lo cual me dejaba en desventaja a mí, pues si uno se movía tendría que dejar al otro descuidado; pero entonces…

    - Francisco, Francisco, Francisco - finalmente habló con tono cínico Axayácatl -, cómo se nota que tu vida de maldito asesino te ha alejado de tus víctimas, estás tan enajenado con tu dinero que no te das cuenta de la realidad, de la realidad de aquellos que estamos bajo tus órdenes ¡Y más de los que venimos del campo!; ¿¡Tú crees que allá en mi pueblo nunca tomé un arma para defenderme!?, tú solamente me has visto cuando me necesitas, cuando tienes esas malditas ganas de sexo, y por lo mismo que sólo me buscas por eso, tú realmente no me conoces, porque sólo en ese plano sabes de mi existencia, porque sólo cuando tú y tu estúpido amigo necesitan de sexo es cuando me buscan, pero no conocen y no les interesa saber quién es el verdadero Axayácatl, el que vive, el que tiene amigos, el que estudia, el que sonríe a pesar de lo que ustedes le hacen pasar. Ese Axayácatl es muchísimo más del que creen conocer, en todos los aspectos, tanto en la vida como en las armas; y te lo voy a demostrar Francisco. Clemente, por favor, no dejes de apuntar a Rogelio – me indicó Axayácatl. Todos en el cuarto estábamos asombrados ante tales palabras, que nadie pudo decir o hacer nada, a excepción de él. Axayácatl entonces tomó el cojín que estaba en la cama en donde estaba con Rogelio, de inmediato lo puso encima de la pistola y se levantó para acercarse a Francisco. - ¿Qué te parece esto Francisco, sabes que si quiero puedo dispararte?, porque nadie escucharía el balazo de la pistola.- cuando Axayácatl dijo esto, Francisco quedó completamente perplejo.

    Mientras tanto, las cosas afuera del departamento de Francisco también tenían movimiento. Jérémy por fin había acabado de realizar la llamada a la policía.

    - Muchas gracias por permitirme hacer la llamada, no sabes la ayuda que me has hecho – agradeció Jérémy al sujeto que le había prestado su teléfono para hablar.

    - No fue nada; por lo que escuché, parece que tienes un problema muy serio – respondió el chico.

    - Sí, tan sólo espero que llegue rápido la policía.

    - No pondría mucha confianza en los policías de este país, puede que tarden mucho para llegar; no eres mexicano, ¿verdad? – preguntó interesado el muchacho.

    - Veo que ya te percataste que no; y no, no soy mexicano, soy español – confesó Jérémy.
    - Supuse algo así, por tu tono de voz.

    - Sí, es lo que todos me han dicho; bueno amigo, tengo que irme para estar al pendiente de lo que pasa, muchas gracias por lo de la llamada, nunca olvidaré lo que has hecho por mí.

    - No es nada, espero que se solucione tu problema – dijo el joven con una sonrisa en su rostro.

    Jérémy ya iba a comenzar a caminar, cuando en un acto espontáneo, volteó a ver al muchacho, quien todavía seguía parado atrás de él, y le preguntó:

    - ¿Cuál es tu nombre?

    - Me llamo René, ¿y tú? – igual de interesado preguntó René.

    - Yo me llamo Jérémy. René, siempre recordaré tu nombre – dijo sinceramente Jérémy, y entonces se fue.

    - Yo tampoco lo olvidaré, Jérémy – dijo René con cierta sonrisa misteriosa en su rostro.

    Por otro lado, Inés no había podido librarse del tráfico en el que se encontraba. Ella decidió hablarle a su papá.

    - Inés, qué bueno que me hablas, ¿qué ha pasado? – en seguida preguntó Juan.

    - Papá, la verdad es que no tengo buenas noticias, hay mucho tráfico aquí, llevo quince minutos atorada, y no avanza el camión; ¿qué hago?, sé que el tiempo se me acaba - dijo alterada y nerviosa Inés.

    - No puede ser, haz lo posible por llegar al Metro.

    - No, llegar al Metro me tomará más tiempo, y estoy segura de que Axayácatl ya no tarda en hablarme.

    - Por eso mismo hija, Axayácatl ya no tardará en llamarte, al menos haz el intento de llegar al Metro.

    - Está bien, lo intentaré, en un momento te vuelvo a hablar – Inés colgó el teléfono.

    Xochimitl se quedó preocupada por lo que le había escuchado hablar a Juan.

    - ¿Qué sucede? - ella le preguntó a su esposo.

    - Inés está atrapada en el tráfico y aún le falta mucho para llegar al departamento de Francisco. – respondió muy serio Juan.

    - No puede ser, sabía que este plan se iba a complicar en algún momento – dijo muy nerviosa Xochimitl.

    - Tenemos que tener fe mujer; de cualquier forma, nosotros ya nos tenemos que ir de aquí, así que vete preparando.

    Mientras esto sucedía en el exterior, en el departamento de Francisco las cosas seguían igual de tensas.

    - ¿Qué pasó Francisco, en dónde quedó tu sonrisa tan alegre?, ¿En dónde quedaron esas palabras de amenaza? – preguntó cínicamente Axayácatl.

    - Maldito, no creas que has ganado del todo – respondió muy enojado Francisco, quien miraba fijamente a Axayácatl, al igual que Axayácatl también lo hacía. Ambos se miraban de una forma muy agresiva, como deseándose la muerte al mismo tiempo.

    - Sólo falta que Inés nos hable para que nos avise de que ya está aquí. – le comenté a Axayácatl, para que volviera a entrar en razón.

    - Así que para eso vino Inés a la ciudad, para que también formara parte de este plan - dijo Francisco muy tranquilo, entonces él pensó - <<Si es así, si es que Inés vendrá hasta acá, mi hombre que está allá abajo nos avisará que ha visto a Inés, él de inmediato la matará y entonces Axayácatl y Clemente se distraerán al escuchar el balazo y así les podremos quitar las armas.>>

    - Eso no te importa Francisco. Sí Clemente, tan sólo hay que esperar a Inés – me respondió Axayácatl, lo cual me tranquilizó de sobre manera, porque tenía miedo de que su coraje le hiciera olvidar todo el plan.

    Por otro lado, Inés corría todo lo que podía para poder llegar a la estación más cercana del Metro, cuando ella avanzó lo suficiente por entre el tráfico, se dio cuenta que lo que lo generaba era un accidente automovilístico en el cual estaba involucrado un tráiler. Ella se detuvo un momento.

    - ¡No puede ser!, esto va para largo. La estación del Metro se encuentra todavía lejos, el tiempo corre y mi hermano con Clemente están en peligro.

    En ese momento, de un carro color dorado y muy atractivo que estaba al lado de Inés, bajaron el vidrio y una mujer se dirigió a Inés.

    - ¡Ey hija, que el tráfico está fuerte!, ¿verdad? – expresó la mujer.

    - Sí señora, y me temo que así estará por bastante tiempo, allá adelante hubo un fuerte choque. - contestó Inés.

    - Pero qué desgracia, espero que no haya heridos; disculpa, ¿acaso no sabes una forma para llegar a la estación del Metro Aragón?, creo que sólo me queda ir para allá si quiero llegar a tiempo a casa.- preguntó la mujer.

    Al escuchar esto, Inés no podía creer lo dicho por la señora, pues el lugar a donde quería ir la mujer era justo el lugar por donde necesitaba llegar. Entonces ella, sin importarle lo que fuera a pensar la mujer, expresó:

    - Señora, sí sé otro camino para ir a la estación Aragón sin necesidad de usar el Circuito; pero por favor, le pido con toda el alma que me lleve con usted, créame que a mí también me urge ir para allá.- le pidió Inés.

    - Claro hija, venga, que estamos para ayudarnos – la mujer entonces le abrió la puerta del coche a Inés, ella de inmediato se subió al coche, sin saber para nada que la mujer con la que viajaría era la madre de Jérémy.

    Jérémy por su parte también se apresuraba para regresar al edificio en donde estábamos Axayácatl y yo.

    - Amigos, por favor, aguanten un poco más, en unos momentos estarán a salvo. Espero no llegar demasiado tarde, no quiero pensar el que ellos dos estén heridos o muertos… Además, todavía me falta expresarle mi amor…

    Mientras que Renata se apresuraba para llegar lo más rápido a la estación Aragón por la ruta que le habían indicado, Inés decidió marcarle a su hermano.

    - ¿Inés, ya estás aquí? - preguntó nervioso Axayácatl al momento de contestar.

    - Ya casi llego hermano, por favor, tenme paciencia y aguanta un poco más, después te explico lo que pasó. - le dijo Inés muy nerviosa.

    - Inés no tardes mucho, no hay mucho tiempo. – respondió Axayácatl, entonces él colgó.

    - Vaya que sí te urge llegar allá ¿verdad? – preguntó Renata al notar el tono de voz de Inés.

    - Sí, es que ahorita mi familia tiene un problema muy fuerte, y depende de mí arreglarlo – confesó Inés.

    - No te preocupes hija, en un momento estarás allá – dijo Renata, entonces pisó el acelerador para apresurarse más.

    Cuando Axayácatl terminó la llamada con Inés, él tenía una cara seria, desencajada, con rasgos de nervios por la tardanza de su hermana. Rogelio, que había escuchado la llamada, expresó:

    - Parece que ya te cargó la chingada Axayácatl, tu hermana no ha llegado y tú y Clemente están perdiendo el tiempo aquí ¡Ha, ha, ha! - Rogelio se burló de la situación.

    - ¡Cállate maldito cobarde! - Axayácatl apuntó a Rogelio.

    Mientras ellos se peleaban, yo miraba a Axayácatl. Me sorprendía la otra cara de su personalidad que ahora veía. En verdad me daba miedo el pensar que mi amigo tuviera esa actitud tan agresiva, aunque en cierta parte lo entendía por tratarse de dos seres que lo habían maltratado tanto durante su vida. Mientras yo pensaba esto, descuidé a Francisco, y él, al darse cuento de eso, se intentaba acercar a un dispositivo que estaba oculto debajo de un mueble. Dicho dispositivo servía para llamar en situación de emergencia al sujeto que estaba en la puerta...

Capítulo XL

- Estúpido indio mugroso, ni creas que todo te va a salir como quieres, vas a ver que al final ganaremos nosotros – insistía Rogelio en retar a Axayácatl.

    - ¡Cállate ya Rogelio o el primero en morir vas a ser tú! – dijo Axayácatl mientras miraba fijamente a Rogelio.

    Yo estaba muy atento a la forma en que ambos se miraban, pues algunas veces sentía que Axayácatl le guardaba mayor rencor a Rogelio que a Francisco, pero sin duda eso se debía al problema del momento; en realidad creo que Axayácatl odiaba a los dos de la misma forma.

    Mientras yo me encontraba inmerso en esos pensamientos y en el problema entre Axayácatl y Rodrigo, Francisco por su parte cada vez se acercaba más al dispositivo. Él no hacía ruido alguno mientras deslizaba lentamente su mano hacia tal aparato, sus dedos empezaron a rosar el dispositivo, y tan sólo bastaba que sus dedos llegaran al botón para que Francisco lo apretara y así poder llamar a su hombre para auxiliarlos, pero fue su mala fortuna que mientras intentaba hacer eso, su celular, que estaba en su pantalón, empezó a sonar, por lo que todos volteamos y nos percatamos de lo que él intentaba.

    - ¡Francisco, ni se te ocurra hacer algo! - le grité a Francisco.

    - ¡Estos malditos! - dijo enojado Axayácatl -, sé que harán lo que sea para escaparse de aquí; lo siento Clemente, tendremos que alterar un poquito lo planeado. ¡Francisco, dime en dónde está el contrato que mis padres te firmaron!

    Los dos hombres se sorprendieron al escuchar la orden de Axayácatl.

    - ¿Qué, pero qué estás preguntando Axayácatl? – preguntó Francisco todavía desconcertado.

    - ¡Lo que escuchaste Francisco, dime en dónde está el contrato, estoy seguro que lo trajiste aquí a la ciudad! – volvió a gritar Axayácatl.

    - ¡No compadre, no le digas en dónde está! - desesperado dijo Rogelio.

    - ¡Tú cállate hijo de puta! - Axayácatl gritó y le apuntó a Rogelio.

    Cuando Axayácatl dijo e hizo esto, Francisco rápidamente agarró el dispositivo que tanto había querido tomar, pero antes de que pudiese apretar el botón, Axayácatl disparó justo al lado de Rogelio, por lo que Francisco se detuvo por ver si le había dado a su amigo, lo cual no fue así.

    - Francisco, suelta ahora mismo ese aparato o el próximo tiro será para ti – dijo muy seguro Axayácatl.

    - ¡No lo hagas compadre, seguro el pinche mocoso ni si quiera sabe disparar y por eso falló el tiro! – en seguida comentó Rogelio.

    Axayácatl, cansado ya de tanta palabra de Rogelio, lo golpeó fuertemente en la cara, por lo que Rogelio se quedó un tanto recostado en la cama por el dolor que le causaba el golpe de Axayácatl.

    - No soltaré el aparato y no te daré el contrato - dijo Francisco seguro.

    Axayácatl, sin dejar de apuntar a Rogelio, se levantó de la cama y se acercó lentamente a Francisco. Entonces yo, como si hubiese leído la mente de Axayácatl, fui a apuntar con el arma a Rogelio.

    Axayácatl finalmente se puso justo atrás de Francisco y entonces apuntó a su nuca.

    - ¡Francisco bastardo, dime en dónde está el contrato! - Axayácatl agarró del cabello a Francisco.

    - ¡No te lo voy a dar Axayácatl, hagas lo que hagas! - gritó enfurecido Francisco, al mismo tiempo que soltó el dispositivo.

    Como Rogelio todavía seguía dolido por el golpe de Axayácatl, yo miraba, sin perder de vista a Rogelio, a Axayácatl atrás de Francisco. El cuerpo me temblaba por pensar en que Axayácatl fuera tan capaz de matar de una vez a Francisco, en verdad lo veía tan seguro que ya no dudaba en que mi amigo jalara del gatillo y acabara con la vida de su enemigo con una bala que atravesaría la garganta de Francisco.

    - ¡Cabrón hijo de tu puta mierda!, ¡O me lo das o te suelto un plomazo ahora mismo!, no me conoces totalmente enojado - todavía más fuerte gritó Axayácatl al mismo tiempo que presionó la pistola contra el cuello de Francisco.

    - ¡No, no lo hagas o será nuestro fin!, ¡Todavía podemos salir de aquí! – insistió Rogelio.
    - ¡Cállate Rogelio, tú no tienes nada qué decir! – con temor le dije.

    Un momento de silencio reinó en la habitación, todos estábamos a la espera de qué sería lo que diría Francisco, así como del siguiente movimiento de Axayácatl. Finalmente el primero le temió a la muerte.

    - ¡Ya, ya!, ¡Está bueno pues!, el contrato está guardado en una caja debajo de la cama - dijo Francisco con miedo.

    - Clemente, por favor, busca el papel mientras yo apunto a estos dos cabrones – me comentó con un tono más tranquilo Axayácatl.

    - Pero Axa, si yo hago eso dejaré de apuntar a Rogelio y tú no podrás con los dos – temeroso por lo que me pedía Axayácatl, dije.

    - No te preocupes por mí, yo podré con estos dos; además, el idiota de Rogelio ya sabe que no me tentaré a la otra para dispararle – respondió Axayácatl mientras volteaba a ver con mirada asesina a Rogelio.

    Yo también miré a Rogelio y él me veía a mí, él tenía una sonrisa cínica y retadora, como para expresar que no me creía capaz de hacer lo que me pedía Axayácatl porque tenía miedo. Entonces volteé a ver a Axayácatl, y vis sus ojos, sus ojos que ya no eran los mismos de ese niño frágil y temeroso de la secundaria, sino que ahora eran los ojos de un verdadero asesino, de un asesino con sangre de venganza y odio. Sus pupilas eran más chiquitas, negras completamente, e incluso estaban afiladas, afiladas como un arma punzante que se desea clavar a una persona que te ha herido por toda la vida.

    - Tengo una mejor idea – con temor dije -, que Rogelio sea quien busque el papel, así ni tú ni yo descuidaremos la situación – opiné, aun con el riesgo de que Rogelio buscara debajo de la cama un arma, pero sabía que era mayor riesgo el que yo buscara el papel y dejara solo a Axayácatl apuntando a Francisco y a Rogelio.

    - ¿Qué?, hasta creen que yo voy a buscar el papel – reprochó Rogelio.

    - ¡O lo haces o te atravieso la maldita cabeza! – en seguida gritó Axayácatl.

    Rogelio, al sentir la ira de Axayácatl, empezó a buscar el documento que estaba debajo de la cama. A Axayácatl parecía no importarle la posibilidad de que Rogelio sacara un arma de debajo de la cama, pero yo sí estaba temeroso, pues si ese era el caso yo tendría que dispararle de inmediato a Rogelio, y eso era algo que en verdad yo no sabía hacer.

    Rogelio tardó un poco, pero finalmente sacó una caja, la abrió y en ella estaban varios papeles. Entonces, como si él supiera de memoria en dónde se encontraba el contrato de Axayácatl, lo sacó de entre tantos papeles y entonces me lo entregó sin intentar nada violento. Axayácatl, sin dejar de apuntar a Francisco, se acercó a mí, vio el papel de reojo y dijo:

    - Llegó el momento Francisco, llegó el momento de deshacerme de tu maldito poder. Tantos años nos hiciste infelices a mi familia y a mí, nos arruinaste la vida, nos amenazaste de muerte y nos usabas a tu conveniencia, pero hoy por fin eso se acaba, ¡Este día al fin haré justicia por todas las veces que tú y tu estúpido amigo se comportaron como unos cerdos bastardos y delincuentes!, ¡Rompe el papel Clemente!

    - ¡Ni te atrevas Axayácatl!, ¡O no sabes de lo que soy capaz! - gritó enojado Francisco.

    - ¿A sí Francisco, y de qué serás capaz en la forma en que estás?, ¿De levantarte y atacarme, aun cuando yo pueda dispararte? – Axayácatl retó a Francisco.

    - ¡Niño idiota, acaso no recuerdas con quién hablas!, ¡Yo he asesinado a más personas que tú, he descuartizado gente y he torturado a infinidad de humanos!, ¿Tú crees que me asusta la amenaza de un niño que apenas y sabe disparar? – con una furia increíble replicó Francisco.

    Cuando escuché a Francisco gritar de esa forma, me entró un gran miedo, realmente sentía que no conocía a ninguno de los dos sujetos que estaban a mi alrededor. Por un lado, estaba Axayácatl que con ese coraje le había cambiado hasta el rostro, por el otro, a Francisco, que era un tipo sumamente peligroso y que haría lo que fuera para ganar.

    - Axa, creo que sería mejor que tú lo hicieras - dije nervioso.

    Cuando dije esto, Francisco trató de levantarse.

    - ¡Clemente, hazlo tú y no pierdas el tiempo! - me repitió Axayácatl al tiempo que volteó a apuntar a Francisco.

    - ¡No lo hagas maldito! - me dijo Francisco mientras se levantaba un poco más.

    - ¡Francisco, te mueves otra vez y te juro que te disparo!, sabes que ganas no me faltan para matarte y mandarte de una vez a la chingada por todas las veces que nos sometiste a tus condiciones y a tus burlas. ¡Clemente, rompe el papel ya!-seguía gritando muy fuerte Axayácatl.

    En el momento en que Axayácatl me dijo esto, un gran miedo invadió mi cuerpo, el pánico me hizo pensar en que alguien saldría realmente muerto en este acto. Francisco se veía muy seguro de moverse, Axayácatl no dudaría en disparar, y Rogelio estaba del otro lado, en la cama, esperando cualquier momento para atacar también.

    - ¡Hazlo ya Clemente! - gritó Axayácatl un tanto enojado.

    Por primera vez vi temeroso a Axayácatl, no sabía por qué de repente él había sentido temor. Miré también a Francisco y él me observaba con tanto rencor, con tanto odio; aunque él también tenía miedo, se le veía, tenía miedo de que yo fuera capaz de romper el contrato.

    - Niño idiota, lo haces y te juro que vas a arrepentirte de haber nacido. – me amenazó Francisco.

    - ¡Clemente, no lo dudes más!, ¡Yo no puedo romperlo porque dejaría de apuntar a Francisco!, ¡Hazlo tú por favor, hazlo ya de una vez o este maldito te hará algo! – insistió Axayácatl.

    Mi gran temor se debía a lo que fuera a pasar justo cuando rompiera el papel, no sabía a cuál de los dos nos atacarían primero. Todo mi cuerpo empezó a temblar, todas las personas especiales pasaron por mi mente, sobre todo mi madre y Jérémy. Pensaba en que no volvería a ver a mi mamá, que la despedida que le di justo ese día había sido la última, que la dejaría sola con esa familia cruel, en medio de este mundo infame. Pensé también en Jérémy, mi Jérémy, con el cual había tenido días malos, días en que no le expresé mis sentimientos, en que nunca le dije lo cuánto que lo amaba, que lo deseaba, que lo soñaba, que le lloraba y suspiraba, que gracias a él mi vida tenía la luz del sol y el brillo de la luna, y que él nunca sabría que en todo el mundo hubo un hombre que lo amó como ninguno otro.

    Entonces cerré los ojos, unas pequeñas lágrimas bajaron por mis ojos, y empecé a romper el papel. Pero casi inmediatamente Francisco se levantó.

    - ¡Maldito cabrón! – gritó Francisco y se lanzó contra mí.

    - ¡Rómpelo rápido! – me gritó Axayácatl.

    Entonces abrí los ojos y vi que Francisco ya estaba justo enfrente de mí, a casi nada de tocarme, y entonces noté que yo ya había roto el papel por completo, lo había destrozado. Quedé sorprendido por eso y alcé mi vista al rostro de Francisco, el cual estaba atónito, sorprendido, con los ojos abiertos de sorpresa.

    - ¡Hijo de tu puta madre! – encolerizado me gritó Francisco y ya me iba a golpear cuando de pronto sonó un balazo.

    Francisco se detuvo por completo, su cara hizo un gesto de dolor y sorpresa. Entonces, como si fuese un árbol que sin poner resistencia se cae al ser talado, así también Francisco, sin poner resistencia, cayó fríamente al suelo, el cual de inmediato se vio empapado por su sangre.

    - ¡Hijo de puta!, ¡Lo mataste!, ¡Mataste a Francisco! - gritó espantado Rogelio.


    Cuando el cuerpo de Francisco cayó al suelo, pude ver a Axayácatl. Él estaba sorprendido pero más espantado, estaba temblando y miraba con mucho susto el cuerpo de Francisco. Él me volteó a ver con mucho miedo, yo también lo miré de la misma forma, pues no podía creer lo que veía…

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