Capítulo XLI
Lo
que veía era algo que no quería creer que en realidad había pasado, que me
resignaba a aceptar en esos instantes: El cuerpo de Francisco tirado en el
suelo, sin movimiento, sin queja alguna. Su sangre que abarcaba poco a poco el
piso, la herida del balazo que era visible en su hombro, parecía que la bala
había perforado por completo la carne de ese hombre.
Axayácatl seguía igual de asustado, sin
pronunciar una sola palabra, yo lo miraba y él también a mí, luego mirábamos el
cuerpo tendido en el suelo y nos dio temor todo, incluso nuestra existencia.
- ¡Lo mataste, lo mataste maldito! - gritaba
Rogelio asustado.
- ¿El destino lo quiso, o un hombre lo
decidió? – susurré en voz baja mientras no dejaba de ver a Francisco.
Axayácatl seguía igual o peor de pálido,
incluso él dudaba de lo que había provocado con ese disparo, si la muerte o tan
sólo una herida en Francisco. Entonces Rogelio, sin temer por una agresión de
nuestra parte, pues seguramente también estaba igual de consternado que
nosotros, se levantó a abrazar a su amigo. Rogelio lloraba, lloraba como
seguramente nunca lo había visto Axayácatl.
- ¿Por qué, por qué lo mataste maldito?,
¿por qué no lo pudiste dejar vivir? – preguntaba Rogelio con el alma
destrozada, como si hubiese olvidado a toda esa gente que él y Francisco mataron
a lo largo de sus vidas.
- No puedo creer que preguntes algo como
eso, algo que seguramente muchas personas te preguntaron después de que
asesinaste a sus seres queridos. Parece que, después de todo, tienes corazón;
egoísta, pero lo tienes – aunque con un gran sentimiento de incertidumbre,
Axayácatl habló con la última pizca que le quedaba de valentía.
De pronto, tras escuchar estas palabras de
Axayácatl, Francisco empezó a moverse lentamente en el suelo.
- ¡Ahhh, maldito niño! – se empezó a
quejar. Francisco comenzó a levantarse lentamente, con su brazo hizo a un lado
a Rogelio y se quedó hincado, entonces llevó su mano a su hombro derecho, pues
fue ahí en donde la bala le había dado.
- Sigues vivo – exclamó fríamente
Axayácatl.
- ¡Compadre, yo ya te hacía en el otro
mundo! – expresó emocionado Rogelio.
- Maldito niño, estuviste a punto de
lograrlo – dijo enojado Francisco mientras miraba con mucho rencor a Axayácatl.
- Todo se acabó – volvió a decir muy
tajantemente Axayácatl.
- ¡No, no voy a aceptar que perdí frente a
ti! – gritó con fuerza Francisco.
-
Axayácatl, no le hagas caso. Mira, no eres culpable de nada, no lo mataste, no
eres igual que ellos – comenté ante el reto de Francisco, pues en verdad me
parecía increíble que fuera más fuerte el orgullo de Francisco que su propia
herida.
- Lo sé Clemente – Axayácatl entonces me
volteó a ver con una sonrisa hermosa, una sonrisa que me recordaba al Axayácatl
tranquilo y frágil de la secundaria. Al mismo tiempo esa sonrisa reflejaba la
tranquilidad de su alma al ver que Francisco seguía vivo -. Pero creo que eso
es algo que no van a entender ellos: el valor de la vida.
En ese momento sonó el celular de
Axayácatl. Era Inés, quien, aunque todavía se encontraba en el carro de Renata,
por otro lado, ya se encontraba cerca del lugar. Axayácatl contestó.
- Hermano, ya estoy a casi nada de llegar
al lugar, ¿quieres que les avise a los policías de una vez para que no perdamos
tiempo? – preguntó muy preocupada Inés.
- Sí hermana, hazlo por favor – contestó
serio Axayácatl.
- ¿Axayácatl, te encuentras bien, pasó algo
ahí?, te noto muy serio – expresó Inés, mientras Retana escuchaba todo.
- Tuvimos un pequeño percance aquí, pero todo
está bien.
- ¿¡Qué!?, ¿estás seguro?, ¿cómo estás tú? ¿y
Clemente? – alterada preguntó Inés.
- No hay de qué preocuparse; por favor, no
tardes en llamar a la policía – muy seguro respondió Axayácatl.
- Está bien, confío en ti, en seguida le
hablo a la policía – Inés colgó.
Cuando ella hizo esto, Renata seguía
manejando, pero tenía un rostro de mucha extrañeza, esto debido a la mención de
mi nombre en la llamada de Inés. Aunque a Renata le daba pena preguntar sobre
lo que pasaba, no pudo evitar hacerlo.
- Parece que tienes un tremando problema –
dijo Renata.
- Sí, bueno, la verdad es que sí es un
fuerte problema – respondió Inés, sin querer decir más de lo que pasaba.
Retana guardó silencio por un momento,
seguía indecisa sobre si preguntarle a Inés algo con respecto a mi nombre, pues
en realidad ¿qué garantizaba de que, entre los tal vez muchos que se llaman
“Clemente” al igual que yo, yo fuera al que se refería Inés?. Finalmente Renata
no se contuvo.
- Hija, sé que tal vez me tomes de loca y
que me tacharás de importuna, pero hubo algo que me llamó la atención sobre lo
que hablaste hace un momento. Perdona por la pregunta, pero, ¿acaso el Clemente
del que te refieres es un chico de aproximadamente 15 años, y que va en el
colegio “República de Francia”?
En el instante en que Renata preguntó esto,
Inés inmediatamente volteó a verla con suma sorpresa, sin poder creer que esa
señora conocía al Clemente que en esos momentos estaba con su hermano. Entonces
no pudo ocultar más la verdad.
- ¡Sí, él es!, ¿cómo es que usted lo
conoce? – expresó sorprendida Inés.
Retana detuvo el coche, pues ya habían
llegado al lugar a donde Inés le había pedido que la dejara.
- Le
conozco porque él es muy amigo de mi hijo Jérémy, ambos van en la misma
escuela; dime ¿acaso ese chico Axayácatl al cual mencionaste antes, es algo de
ti? – interesada e igual de sorprendida preguntó Renata.
- No
puede ser. Sí, Axayácatl es mi hermano, y Clemente también es muy amigo de él –
entonces Inés revisó la hora en su teléfono, y al ver que se le hacía tarde,
quiso cortar la plática con Renata -. Disculpe señora, sé que debería
explicarle más, pero debo de irme o sino perderé tiempo – Inés abrió la puerta
del coche, y estuvo a punto de bajarse, cuando de pronto Renata la detuvo del
brazo.
Paralelamente, Jérémy, por su parte, ya llegaba
justo a las afueras del edificio en donde estábamos Axayácatl y yo. Él entonces
se puso muy cerca de la puerta del edificio, en donde el hombre extraño se
encontraba recargado. Entonces empezaron a sonar las sirenas de las patrullas.
- ¡No
puede ser, la policía!, y se escucha muy cerca de aquí, ¿quién los habrá
llamado?, ¿habrá salido algo mal allá arriba?, mejor le voy a avisar al jefe –
dijo alterado el hombre, y ya estaba a punto de entrar al edificio para
avisarle a Francisco sobre lo que pasaba, pero en ese momento Jérémy se aventó
contra él y los dos cayeron al piso, lo cual provocó que la pistola que tenía
el hombre atorada entre su torso y su pantalón saliera volando.
- ¡No irás a ningún lado! – dijo Jérémy
mientras lo abrazaba fuertemente de las piernas.
- ¿Qué, pero quién demonios eres tú? – enojado
expresó el hombre.
Por lo tanto, arriba, Axayácatl y yo por fin
escuchamos las sirenas.
- Vaya, llegaron más rápido de lo que pensé
– dijo Axayácatl extrañado.
- Parece que Inés llegó a tiempo – comenté.
- Sí, eso parece. Todo se acabó Francisco,
no hay nada que puedan hacer ya. – Axayácatl miró con seguridad a Francisco y a
Rogelio, pero éstos no parecían nerviosos, parecía que todavía tenían otro plan
en mente.
Mientras tanto, Renata e Inés seguían en lo
último de su diálogo.
- Dime qué es lo que pasa con Clemente y tu
hermano, ¿tiene algo que ver con que mi hijo me haya dicho que regresaría tarde
a casa? – sumamente preocupada preguntó Renata.
Inés y Renata vieron en ese momento a
varias patrullas dirigirse hacia el lugar en donde Inés sabía que estábamos
Axayácatl y yo. Esto, aunado con la pregunta que le había lanzado Renata, le
hizo pensar sobre quién había mandado llamar a las patrullas si ella yo no lo había
hecho. Entonces Inés entendió.
- No puede ser – Inés todavía dudó sobre si
decirle a Renata o no lo que pasaba con nosotros, pero sabía que si lo dudaba
más, perdería más tiempo, así que no tuvo otro remedio que confesar -. Escuche,
Clemente y mi hermano se encuentran secuestrados en este momento; no sé si su
hijo haya ido con ellos y por eso le dijo eso, pero sea lo que sea, no perdamos
tiempo y averigüemos qué es lo que pasa. Por favor, lléveme hasta donde suenan
las sirenas ahora – dijo Inés, y entonces Renata de inmediato se dirigió con
ella hasta el lugar.
Para ese momento la policía ya estaba a
casi nada de llegar al lugar. Jérémy seguía deteniendo al sujeto.
- Malditasea, ¿pero quién es este niño?,
tiene mucha fuerza en los brazos – decía desesperado el hombre, quien con todas
sus fuerzas intentaba zafarse de Jérémy, pero no lo lograba.
Entonces menos lo logró, porque en ese
instante llegó la policía.
- ¡Alto ahí los dos! – gritó un policía.
- ¡Este niño está loco y me quiere matar! –
gritó nervioso el sujeto por la presencia de la policía.
- ¡Eso es falso, este hombre es un
asesino!, ¡yo soy el que les llamé por teléfono, yo soy Jérémy!
- ¡Agarren al mayor y llévenlo a la
patrulla! – ordenó el oficial, entonces los demás separaron a Jérémy y al
sujeto.
- ¡No, yo no hice nada, soy inocente, por
favor! – gritaba el sujeto mientras los policías lo levantaban.
- ¡Cállate ya y dinos en dónde está tu
jefe! – preguntó con severidad el policía.
- ¡No, no lo diré! ¡Señor Francisco! – gritaba
el hombre desesperado, pero uno de los policías le pegó fuertemente en el
estómago.
- ¡Dinos en dónde está!
- ¡Está bien, está bien; está en el
departamento 15! – confesó y posteriormente lo subieron a la patrulla.
- ¡Todos, al departamento 15 y rodeen los
demás pisos por si el tipo éste nos mintió!; hijo, no te muevas de aquí,
quédate con los demás policías, nosotros nos encargaremos de ir por tus amigos
– indicó el oficial y Jérémy obedeció.
Entonces, en una increíble escena policiaca
que casi nunca se ve en la justicia de México, pero que en esta novela
pondremos como único ejemplo que por asares del destino Jérémy se vio
beneficiado, los policías subieron preparados para ir por nosotros.
Ya arriba habíamos escuchado la llegada de
la policía.
- ¡Yo no iré a la cárcel! – desesperado
dijo Rogelio mientras intentaba levantarse.
- ¡Quieto Rogelio, esto ya terminó! – gritó
enojado Axayácatl.
- No puede ser, ¿qué pasó con el hombre que
tenía abajo? – se preguntó Francisco con temor.
- ¿No te parece raro que todo esté hiendo
tan rápido? – le pregunté a Axayácatl.
- Un poco, pero supongo que corrimos con
suerte – me dijo él.
- Te vas a arrepentir Axayácatl, te vas a
arrepentir - con coraje dijo Francisco.
- El que tendrá bastante tiempo para arrepentirse
serás tú, Francisco – respondió con severidad Axayácatl.
De pronto se escuchó afuera del
departamento:
- ¡Abran la puerta, tenemos el edificio
rodeado! - gritó alguien desde afuera.
- ¡Ayúdenos por favor, ayúdenos! –
Axayácatl y yo gritamos para que supieran que sí estábamos ahí los dos,
entonces él y yo tiramos por fin las armas al suelo.
En el momento en que soltamos las armas,
Francisco y Rogelio de inmediato intentaron tomarlas, pero era demasiado tarde,
ya los policías habían derribado la puerta. Cuando entraron, de inmediato
agarraron a Francisco y a Rogelio.
- ¡No, no le crean a estos maldito, están
locos, ellos me dispararon, vean cómo estoy! - gritaba desesperadamente
Francisco - ¡Ellos son a quienes deben de agarrar, son unos asesinos!
Aunque Francisco gritaba todo esto, los
policías no le hicieron caso y con fuerza lo jalaban a la salida.
- ¿Por qué les creen a ellos?, ¡Vean a mi
amigo cómo está herido por su culpa, esos dos están locos, están locos! – con
igual desesperación decía Rogelio mientras se resistía a salir del
departamento.
- ¡Maldito Axayácatl, te arrepentirás, no
creas que te has librado de mí, sabes que no soy el único!, ¡Tú seguirás siendo
de mi propiedad, tú y tu sucia familia! – un último grito salió de la boca de
Francisco, porque entonces los policías por fin sacaron a los dos del lugar.
De inmediato otros policías entraron a
revisar el lugar, y al ver la sangre en el piso y a nosotros, llamaron a una
ambulancia, pero como Francisco y Rogelio se estaban poniendo muy agresivos,
además de que los vecinos querían bajar al departamento para ver qué pasaba,
los dos oficiales que habían entrado al lugar tuvieron que salir, pero antes de
eso nos dijeron:
- No se muevan de aquí niños, en seguida
regresamos.
Los oficiales salieron del departamento.
Entonces Axayácatl y yo por fin estábamos solos, fue increíble cómo pasamos de
la tensión a la tranquilidad, ambos nos miramos con una mirada de paz, de logro
y de asombro. Lo habíamos logrado, habíamos conseguido su libertad. Entonces
los dos nos abrazamos.
- ¡Lo logramos Clemente, lo logramos!,
¡Estamos a salvo, después de tanto, por fin estamos bien! - el rostro de Axayácatl
cambió por completo y comenzó a llorar de felicidad.
- ¡Sí, por fin lo logramos Axa!, estamos
bien, eres libre por fin - le dije y lo abracé más fuerte.
- Eres el mejor amigo que he tenido – se
separó de mí todavía con lágrimas en los ojos. Entonces, como si hubiese
advertido la presencia de alguien, él se acercó a la ventana del departamento,
misma que daba hacia la entrada del edificio, y vio que de un coche bajaba su
hermana y otra señora.
- ¡Es mi hermana, bajaré a verla! – dijo y
de inmediato se fue a poner los pantalones.
- Pero el policía dijo que no nos
moviéramos – advertí.
- No me voy a perder el momento de decirle
todo – emocionado respondió y se detuvo en frente de mí. Él no se había puesto
la camisa -. No tardaré Clemente – me volvió a abrazar y posteriormente salió.
Jérémy se encontraba justo al inicio de las
escaleras de adentro del edificio, por lo que ni su mamá ni Inés se percataron
de él. Entonces los policías bajaron a Francisco y a Rogelio; Jérémy se
sorprendió al verlos, puesto que recordó que ellos eran los mismos que le
habían dicho un día afuera de la escuela que eran los tíos de Axayácatl.
Francisco igual reconoció a Jérémy y le sonrió de forma maliciosa.
- Tus amigos están en el departamento 15, por
si quieres subir a verlos. – indicó un policía a Jérémy.
Jérémy no dudó ni un momento para subir a
vernos. Así que de inmediato se dirigió hacia nuestro encuentro; y acaso
hubiera sido un increíble encuentro el de Jérémy y Axayácatl al interior del
edificio, si es que Axayácatl no hubiera tomado el elevador para bajar más
rápido, y Jérémy hubiera preferido subir por las escaleras para no perder
tiempo en llegar.
Evidentemente Axayácatl llegó antes a la
entrada del edificio, allí vio a su hermana, quien veía cómo metían a Francisco
y a Rogelio a la patrulla.
- ¡Inés! – gritó emocionado Axayácatl.
- ¡Axayácatl, aquí estás!, - dijo igual de
feliz Inés, entonces ambos se abrazaron –. Dios, dime que estás bien, que no te
pasó nada más grave.
- Estoy bien hermana, y Clemente también lo
está, ambos y todos lo logramos; míralos, por fin Francisco y Rogelio en una
patrulla – expresó él mientras veía a los dos adentro de la patrulla.
- Así es, como debían de haber estado desde
hace muchos años – Inés también los volteó a ver. Entonces Renata, quien
hablaba con los policías para saber si Jérémy estaba ahí, regresó con Inés -.
Señora, dígame, ¿su hijo está aquí?
- Sí, Jérémy está aquí, pero me han dicho
que está fuera de peligro; al parecer él ha sido quien le habló a los policías.
– expresó Renata con un tono de alivio.
- ¿Qué, que Jérémy está aquí? – de
inmediato preguntó Axayácatl muy extrañado -; ¿quién es ella, hermana? –
preguntó él mientras miraba a Renata sin entender nada.
- Es una larga historia Axa, pero creo que
sabrás quién es si te digo que ella es la mamá de Jérémy, y que ella, por
casualidad del destino, me trajo aquí. – explico Inés a Axayácatl -. Muchas
gracias señora, al igual que muchas gracias a su hijo por preocuparse por
nosotros. Antes que nada, debo presentarle a mi hermano, él es Axayácatl.
- No ha sido nada, y mucho gusto Axayácatl
– dijo Renata con esa sonrisa preciosa en su rostro.
- Mucho gusto – Axayácatl respondió
amablemente, pero todavía no comprendía del todo la presencia de Jérémy ahí, en
realidad sentía amenazado su secreto con el hecho de saber de que Jérémy se
encontraba en tal lugar. Entonces Axayácatl, sin dar aviso, corrió hacia el
interior del edificio.
- ¡Axayácatl! – gritó Inés.
- Seguramente ha ido a verles – comentó
Inés sin mostrar molestia por la reacción de Axayácatl.
Mientras tanto, yo estaba intentando
agarrar mis pantalones para ponérmelos, pero como estaban muy cerca de la sangre
de Francisco, tuve que ser muy cuidadoso para acercarme a ellos. Cuando
finalmente los tomé, escuché que alguien entraba al departamento.
- Ya regresaste, ¿qué te dijo tu hermana? –
dije, pero al momento de voltear a ver a quien creía que era Axayácatl, mi
cuerpo, corazón y alma se detuvieron al ver quién era.
- ¿Clemente? – mi nombre sonó en una
preciosa voz. Era Jérémy.
- ¡¿Jérémy?! - tiré el pantalón por la
sorpresa que me causaba verlo - ¿Qué
haces aquí? - le pregunté confundido y apenado.
- Antes de contestar cualquier cosa, ¿estás
bien?, dime que esa sangre del piso no es tuya, ¿qué te ha sucedido en el
rostro? – preguntó él sumamente espantado y extrañado.
- Jérémy… Yo… Bueno, es una larga historia,
pero por mí no te preocupes, estoy bien, esa sangre del piso no es mía. Yo sólo
tengo unas pequeñas heridas – contesté avergonzado.
En el
momento en que le di mi respuesta sobre cómo me encontraba, Jérémy cambió su
rostro de preocupación a uno de alivio. Entonces él miró repentinamente el
estado en que yo estaba, es decir, sin camisa y sin pantalón; parecía que él no
se había dado cuenta de cómo estaba hasta ese momento.
- Yo te he seguido al ver que de la escuela
salías con actitud rara junto con Axayácatl. Al llegar acá y ver que un sujeto
extraño los esperaba en la entrada, supuse que estaban en problemas y decidí
llamar a la policía. Ahora veo que no estaba equivocado, y que en verdad
estaban en un severo peligro los dos - me dijo mientras se acercaba lentamente
hacia mí.
- Jérémy, no puedo creer que hayas hecho
eso, en verdad me apena todo esto – le dije con tono sumamente penoso, pues en
verdad me avergonzaba la forma en cómo ahora me miraba.
- ¿Por qué dices eso Clemente?, ¿acaso te
molestó el hecho de que viniera por ti? - me respondió mientras no seguía de
acercarse hacia mí.
- No, no, para nada me molesta el que nos
hayas ayudado, al contrario, no sabes lo agradecido que estoy, te debo no sólo
mi vida, sino también la de Axayácatl; es sólo que, bueno, yo… - entonces di
unos ligeros pasos hacia atrás al notar que Jérémy ya estaba más cerca.
- Entiendo, creo que estás apenado por la
forma en la que te he encontrado, ¿verdad? – dijo con una sonrisa juguetona.
- Bueno…, la verdad sí – me pegué
completamente a la ventana -. Tal vez si me esperas, en un momento yo…
De pronto, en un abrir y cerrar de ojos, sin
esperarlo tú lector y mucho menos yo, Jérémy se abalanzó hacia mí y me arrinconó
en la ventana. Él extendió sus brazos para recargar sus manos en la pared.
- No, no te esperaré; ¿sabes lo cuanto que
he esperado este momento? – me dijo con un tono de voz cariñoso y a la vez
seductor.
- ¿Este momento?, Jérémy… Yo… Yo… -
temblando y muy nervioso apenas y pude pronunciar esas palabras, ciertamente mi
mente y cuerpo se bloquearon cuando Jérémy hizo esto.
- Sí, este momento Clemente, el momento de
decirte que te amo – Jérémy entonces me besó.
Un soplo de viento tocó suavemente mi
espalda desnuda, la cortina de la ventana abrazó nuestras figuras, todo bajo la
combinación del beso de Jérémy. Él quitó sus brazos de la pared para con ellos
rodear mi cintura, sus manos suaves rodearon mi cuerpo y lo tomaban entre con
fuerza, entre con cariño. Nuestras pieles se unían en un abrazo y en un beso
entre dos hombres.
Ese fue un momento increíble e inesperado,
por fin sentía los labios de Jérémy con los míos, uniéndose en un beso,
sintiendo sus brazos, con esas manos tan suaves que se fundían en mi cuerpo, al
igual que sus labios, que eran tan dulces y armoniosos como la más fresca
mañana de niñez sensata en la que se desea levantarse para vivir la vida. Aquellos
labios perfumados por la dulzura del amor, por la suavidad de los más bellos
sentidos del mundo, esos labios que tantas veces vi ante mí, que tantas veces
soñé junto con los míos, esos labios hoy por fin se movían a un ritmo con los
míos, a un ritmo armonioso y único, un ritmo creador de galaxias, de mundos, de
sensaciones, de sentimientos. Era el ritmo del amor.
Mi corazón entonces latía rápidamente, mi
cuerpo se elevaba por sobre todo lo existente. No sentía el piso y mi alma se
alzaba junto con la de Jérémy. Por un momento me vi junto con él viendo todo,
viendo no sólo la totalidad del mundo, sino también viendo la totalidad del
universo, algo que nunca nadie pudiera pensar por lo infinito que es, pero esa
infinitud era ciertamente el sentimiento que Jérémy tenía por mí y yo por
Jérémy. Entonces sentía que mis manos se suspendían en el espacio; seguramente
eran mis brazos que ya rodeaban su cuello. Saboreaba la suavidad del tiempo que
pasa de manera diferente de nuestro mundo; dicha suavidad eran los labios de
Jérémy que eran el principio y fin de mi vida. Respiré un perfume
indescriptible, el perfume de lo infinito, polvo cósmico que se entremezclaba
con el olor tan dulce de la piel de Jérémy. Escuché el silencio y a la vez el sonido del infinito; a caso tal
vez era el viento que soplaba suavemente en el cuarto en que estábamos él y yo
solos. Vi finalmente la oscuridad del espacio; ciertamente era la oscuridad de
mis ojos que estaban cerrados para crear toda esa visión con el beso de Jérémy,
un beso cósmico, un beso que parecía y era infinito. Finalmente, un beso de
hombres.
Nuestras almas se unían, mi ternura y mi
sentir palpitaban al ritmo de mi corazón: intensamente pero amorosamente. Las
palabras no bastarían para expresar lo que sentía en ese momento, lo que significaba
para mí la pintura de Jérémy abrazado a mí y yo colgado de su cuello mientras
nos uníamos en un beso. Tanto tiempo esperé para esto y tenía ganas de llorar,
de reír, de gritar, de vivir, de morir, tenía ganas de amar… Tenía ganas de…
- ¿Clemente, Jérémy? – Axayácatl preguntó
extrañado desde la puerta del departamento.
Capítulo XLII
El
beso entre Jérémy y yo había sido más que perfecto, fue la fusión entre el rayo
rojo y luminoso del Sol con la sombra misteriosa y callada de la Luna, era la
primera vez que había sentido la dulzura de un sueño que tanto había esperado.
Mas la armonía, el anhelo y la sorpresa de un momento tan esperado, nunca pueden
ser perfectos. Ese beso con Jérémy era lo que más anhelaba, pero a la vez lo
que más temía, y lo temía precisamente por lo que acababa de pasar.
- ¿¡Pero qué está pasando aquí!? - Axayácatl
gritó enojado. Entonces Jérémy y yo nos separamos rápido.
- No puede ser – expresé completamente
espantado. Mi cuerpo empezó a temblar.
- Yo tampoco lo puedo creer –
inmediatamente añadió Axayácatl.
- Axa, tranquilo, yo te puedo explicar lo
que pasa – dije todavía con susto.
- ¡No hay nada qué explicar, es más que
obvio la porquería que acabo de presenciar! - me respondió enojado.
- ¿Pero de qué porquería hablas?, si lo que
ha pasado aquí es que Clemente y yo nos hemos besado, sólo eso - dijo Jérémy con
un tono indiferente ante lo que pasaba entre Axayácatl y yo.
- Pensé que me habías hablado con la verdad
Clemente. Eres un maldito maricón al igual que Francisco y Rogelio; pensé que
me había deshecho de los asesinos, y me encuentro ahora con otros dos enfermos
de la mente. ¡Son unos estúpidos! - Axayácatl entonces se salió del
departamento muy enojado.
Traté de ir tras él, pero Jérémy me detuvo
del brazo.
-No hagas nada ya. Si bien entiendo, él no
aceptará esto con facilidad. - me dijo Jérémy y yo lo miré fijamente.
- Pero es mi amigo Jérémy - le respondí
preocupado.
- Lo sé, y también es el mío, pero debes
entender que nos ha visto de un momento para otro. Que lo entienda ahora será
un tanto difícil.
Las palabras de Jérémy me frenaron de
querer ir a alcanzar a Axayácatl. Entonces volteé a ver la puerta del
departamento, tenía una sensación de llorar por lo que acababa de pasar, pero a
la vez estaba contento por estar cerca de Jérémy. Era inexplicable tal mezcla
de sentimientos.
Axayácatl entonces rápidamente bajó a la
entrada del edificio en donde estaban Inés y Renata.
- Axayácatl, ¿qué pasó?, ¿en dónde están
Clemente y Jérémy? – preguntó Inés extrañada al ver la forma alterada en que
estaba su hermano.
- Seguramente en un momento bajan, sólo que
dejen de hacer lo que hacía también Francisco – contestó enojado Axayácatl.
- ¿Qué?, ¿pero de qué hablas?, ¿cómo de que
terminen de hacer lo que hacía Francisco? – sin entender nada, preguntó Inés.
Renata estaba igual de extrañada.
- Creo que será mejor que ellos dos lo
expliquen – fue lo último que dijo Axayácatl, porque los policías le indicaron
que tenía que subir a una patrulla para ir a confesar a la Delegación.
Muy poco tiempo después Jérémy y yo por fin
bajamos. Yo ya estaba bien vestido, y llevaba la parte del uniforme que le
faltaba ponerse a Axayácatl.
- ¡Jérémy, hijo, al fin conmigo! – de
inmediato dijo Renata y fue a abrazar a Jérémy con fuerza y con lágrimas en sus
ojos.
- Qué va mamá, tranquila, que estoy bien –
dijo Jérémy un tanto apenado por la reacción de su madre, pero a la vez
aceptando tal abrazo.
- Me alegra ver que estás bien – por otro
lado, Inés me tomó del hombro y me comentó.
- Gracias, fue difícil, pero por fin lo
logramos. Toma, esto es de Axayácatl, creo que lo olvidó allá arriba – le
entregué a Inés la camisa del uniforme de su hermano.
- Gracias, se la daré ahorita – dijo Inés,
quien me veía extrañada por lo que momentos antes Axayácatl les había dicho a
ella y a Renata sobre Jérémy y yo.
- ¡Clemente, hijo mío!, ¡Ven a mis brazos,
que me alegra verte completamente sano! – con emoción me comentó Renata, y sin
pensarlo me abrazó.
Ciertamente, además de la preocupación de
Inés, de la maternidad de Renata, y del abrazo hermoso de Jérémy, necesitaba un
verdadero abrazo de mi madre, necesitaba de su presencia en este momento tan
intenso de mi vida. Sé que ella aún no se enteraba de esto, pero era seguro que
lo haría en unos momentos.
Sin poder decir más, los policías nos
indicaron que subiéramos a las patrullas porque todos iríamos a la Delegación a
confesar sobre lo ocurrido. Renata dijo que ella iría en su coche con Jérémy y
conmigo, Inés prefirió viajar con su hermano en la patrulla. Así todos nos
dirigimos hacia allá.
En el trayecto, Inés no pudo aguantar las
ganas de preguntarle a Axayácatl lo que había pasado conmigo. Así mismo, ella
le dio la playera que yo le había entregado. Axayácatl comenzó a ponérsela.
-
Axa, ¿me puedes decir a qué te referías con eso de que Clemente hacía lo mismo que
Francisco? – preguntó Inés.
- A que Clemente es maricón, y que se
estaba besando con Jérémy cuando yo subí – dijo Axayácatl mientras se ponía su
camisa.
-
¿Qué?
- Sí, resultó ser uno más. – enojado
contestó Axayácatl.
- No debes juzgarlos así, los dos son tus
amigos. Creas lo que creas, no les digas a sus mamás ahora que estarán aquí, no
te corresponde – severamente indicó Inés.
Tiempo después llegamos a la Delegación y
todos entramos a narrar los hechos. Axayácatl dijo que su familia y él eran
víctimas de maltrato, extorción, violación y privación de los derechos por
Francisco y Rogelio, quienes eran delincuentes que traficaban con droga y
personas por todo el país. También, dijo que él y yo habíamos sido secuestrados
ese día por Francisco para pedir dinero a nuestras familias, añadiendo que
mientras esperaban el rescate, intentaban violarnos.
Mientras Axayácatl rendía su declaración,
los policías le recomendaron a Inés que ella le hablara a sus padres para que
fueran a declarar, a lo que ella les respondió que ellos ya estaban enterados
del secuestro, por lo que habían ido al Ministerio Público a informar y a
levantar una demanda (evidentemente esto último había sido parte del plan para
acelerar el proceso de detención de Francisco y Rogelio).
Por otra parte, en la Delegación indicaron
que debía hablarle a mi mamá para que fuera a ver mi estado y a declarar junto
conmigo, puesto que yo era menor de edad. Así lo hice y mi mamá de inmediato
salió de su trabajo para dirigirse a la Delegación.
En lo que llegaba, yo me encontraba afuera
con Renata y Jérémy. Inés estaba adentro del edificio con su hermano.
- Por cierto, ahora que me acuerdo, ¿algo
ha pasado con Axayácatl y ustedes que parecía molesto hace unos momentos? –
preguntó Renata con interés.
Jérémy y yo de inmediato nos volteamos a
ver como temiendo ante tal pregunta.
- Nada madre, que fue una broma de mal
gusto que le hice y que está molesto por ella; pero no te preocupes, que en
poco tiempo le pido disculpa – expresó Jérémy para disimular la verdad.
- Ay Jérémy, pues sí pídele disculpas, que
sabes que tu amigo acaba de pasar por algo muy fuerte como para estar para
bromas. – dijo Renata al creerle a su hijo.
En ese instante vi que mi mamá se acercaba
a lo lejos a toda prisa.
- Ya llegó mi mamá – me levanté del asiento
para poder verla mejor. Renata y Jérémy también lo hicieron.
- ¡Clemente! - dijo mi mamá al tiempo que
llegó. Ella inmediatamente se acercó a abrazarme. -. Dime qué te pasó, ¿en
dónde estabas?, ¿por quién estás aquí?, ¿por qué tienes moretones en la cara? -
muy preocupada me dijo todo esto.
- No pasó nada más grave mamá, tranquila,
la historia es larga, pero te puedo decir que no me hicieron más daño, sólo me
secuestraron por un momento, pero la policía llegó a tiempo. Te enterarás de
todo cuando pase a confesar, mientras tanto, mira, te presento a Jérémy, mi
gran amigo de la escuela, y a Renata, su madre, quien me ha apoyado mucho.
- Mucho gusto, es una pena conocerlos en
estas circunstancias, pero muchas gracias por apoyar a mi hijo – expresó
agradecida mi mamá.
- Señora, para mí es más gusto conocerle.
Mi hijo y yo estamos maravillados con Clemente; y no se preocupe, que él está
bien ahora. – sonriente respondió Renata.
- Es un gusto conocerle señora – dijo
apenado Jérémy por la presencia de mi mamá. Era la primera vez que lo veía
sonrojado.
En ese momento Renata se ofreció a
explicarle todo lo ocurrido a mi mamá, esto con el pretexto de que Jérémy y yo
fuéramos a despejarnos un rato, pues estábamos tensos por lo que acababa de
pasar.
Cuando Jérémy y yo estuvimos solos, le
dije:
- Jérémy, no puedo dejar esto así con Axayácatl,
tengo que explicarle lo que pasa - le comenté preocupado.
- No creo que sea lo mejor, y lo sabes,
pero si estás muy preocupado por lo que pasará con él, entonces intenta aclarar
las cosas. Sabes que yo te apoyaré.
- Gracias, intentaré decirle algo ahorita
que salga de confesar.
Fue asunto del destino que justo en ese
momento Axayácatl iba saliendo junto con Inés de tal lugar. Inés, al notar que
estaba ahí con Jérémy, decidió alejarse para que pudiéramos hablar con su
hermano.
- Axa, tengo que decirte algo - le dije de
inmediato.
- Sabes bien que no te escucharé, no tengo
por qué hacerlo y no quiero hacerlo – respondió enojado.
- Vamos hombre, que Clemente sólo quiere
hablar contigo, no te ha pedido otra cosa – molesto por la actitud de
Axayácatl, expresó Jérémy.
Axayácatl tan sólo vio con ojos de odio a
Jérémy, así como también Jérémy lo miraba así. Yo, para no crear más
discrepancias, acepté con dolor la decisión de Axayácatl y dejé que se fuera
con su hermana.
Entonces llamaron a Jérémy y a Renata a
confesar, así que entraron al edificio.
En ese momento, de manera sorpresiva,
llegaron Xochimitl y Juan a la Delegación. Ellos de inmediato se acercaron a
Axayácatl y a Inés. Vi, junto con mi mamá, cómo sus padres los abrazaban con
lágrimas en los ojos. Aquella escena me dio tanta ternura, porque veía a una
familia que había sufrido mucho, al fin feliz, al fin en paz en su existencia.
Ver cómo todos se unían en un solo llanto de alegría hizo que mi corazón
también llorara.
- ¿Él es tu amigo Axayácatl, el que tuvo
este problema? – me preguntó mi mamá.
- Sí, él es, en seguida te lo presento.
En efecto, la familia de Axayácatl se
acercó a mí. Xochimitl y Juan me abrazaron en una muestra de preocupación,
afecto y agradecimiento. Posteriormente les presenté a mi mamá a todos, ellos,
incluso Axayácatl, agradecieron todo, la pusieron al tanto de mi ayuda y mi
mamá lloraba por saber lo que había hecho por ellos, parecía estar orgullosa de
mí, parecía que acababa de conocer una nueva parte de mi ser a partir de tales
noticias. Ella también les agradeció el que me hubiesen cuidado en toda esta
empresa en contra de Francisco.
Por otra parte, noté que Axayácatl me veía
raro y a mi mamá también, como desconcertado de que ella no supiera sobre lo
mío; a su vez, notaba a Inés con una mirada que vigilaba la actitud de
Axayácatl. Parecía que ella sabía ya lo mío y no dejaba que Axayácatl intentara
otra cosa.
Minutos después, Renata y Jérémy terminaron
de confesar, y ellos salieron al encuentro con la familia de Axayácatl. De
igual forma los presenté y Juan y Xochimitl se mostraron muy agradecidos por la
ayuda que le había dado Renata a Inés para llegar al destino; por su parte,
Renata expuso que sin Inés nunca se hubiera enterado del peligro en que estaba
su hijo, y que el destino las había juntado por alguna razón.
Todos los puntos convergieron en un sólo
lugar, todos estábamos ahí, juntos; sin embargo, lo más extraño es que
propiamente nuestros padres no sabían del secreto que nos unía a Axayácatl a
Jérémy y a mí, y que nos unía más de lo
que parecía.
Por último, Xochimitl y Juan fueron a
confesar sobre lo sucedido. Ellos tardaron un poco más, porque con ellos
terminaría el caso y se daría la resolución del suceso, que era evidente en que
Francisco y Rogelio irían a la cárcel.
Cuando los padres de Axayácatl terminaron
de confesar, los jueces indicaron que Francisco y Rogelio fueran trasladados
inmediatamente a un penal de alta seguridad. Ellos no pudieron evidenciar que
Xochimitl y Juan prostituían a su hijo por dinero, pues no tenían algo con qué
sustentar tal declaración. Finalmente terminaron enjuiciados.
Antes de que se los llevaran al penal,
Xochimitl y Juan pidieron verlos por última vez para poder decirles algo, los
jueces concedieron tal demanda, pero tendría que llevarse a cabo por muy poco
tiempo. Entonces los padres de Axayácatl llegaron justo en el momento en que
estaban subiendo a Francisco y a Rogelio en la patrulla.
Xochimitl entonces se acercó a Francisco.
- Por fin Francisco, por fin, después de
todo lo que nos hiciste pasar y después de lo tanto que maltrataste a mi
familia, hoy, finalmente, pagas todas las injusticias que has hecho. - le dijo
Xochimitl a Francisco.
Francisco, en una posición soberbia y
retando a Xochimitl, expresó:
- Mujer, igual y tienes razón; pero, ¿sabes
qué?, me quedo con saber todo el daño que les hice pasar, y, sobre todo, de
haberme cogido a tu hijo al cual cuidabas tanto para nada. Piensa, yo ya le he
hecho daño de por vida, ¿tú qué has logrado como madre de él? No has quedado
libre de todo mal, te apuesto que no seré el único que los haga sufrir en este
mundo - dijo Francisco mientras se reía con cinismo.
- ¡Estúpido! - Xochimitl dijo enojada y le
dio una cachetada a Francisco -. Podrás burlarte de nosotros, y podrás decir esas
palabras desde lo más asqueroso de tu alma, pero en el fondo sabes que
fallaste, y que fallaste en todos los sentidos. Tu vida asquerosa la
desquitabas a través de mi hijo, pero él tiene todo un futuro por delante; ¿tú
qué tienes?, sabes bien que no podrás salir de la cárcel, y no lo intentarás,
pues de poner un pie afuera, esos que llamas tus compañeros de trabajo no
dejarán de seguirte hasta matarte. – con una gran certidumbre habló Xochimitl.
Francisco, ante estas palabras, se quedó
callado y expresó un rostro de furia ante la verdad que le decía Xochimitl. Juan
entonces tranquilizó a su esposa y los policías subieron a Francisco y a
Rogelio a la patrulla para llevarlos, al fin, a la cárcel. Así de esa forma los
dos terminaron con su papel en esta novela, así como también el de sus vidas…