sábado, 29 de junio de 2013

Capítulos XXV-XXVI

Capítulo XXV

Mientras que Juan abría la puerta de su casa para ver quién era el que tocaba el timbre, por otro lado, Axayácatl, quien no se había percatado de tal visita inesperada, atendía a la llamada que había recibido momentos antes.

    - ¿Perdón?, ¿quién habla? – exclamó extrañado Axayácatl.

    - Como escuchaste indio idiota, soy yo, Isabel – reiteró enojada Isabel.

    Axayácatl ante esto se quedó perplejo, no podía creer lo que escuchaba, que Isabel hubiera hablado a su casa.

    - ¿Cómo conseguiste mi teléfono? – dijo Axayácatl enojado.

    - Eso no te incumbe a ti, tan sólo hablo para decirte una cosa.

    En lo que Axayácatl atendía la llamada, por su parte, su padre, quien ya se encontraba enfrente de la puerta, estaba demasiado nervioso por abrir y ver así de quién se trataba. Sus manos, al igual que todo su cuerpo, temblaban, Xochimitl lo veía de lejos y ella también estaba muy nerviosa, su corazón palpitaba rápidamente, si por ella fuera no hubiese querido mantener los ojos abiertos por los nervios, o, mejor aún, no hubiese querido estar en ese momento. Así, finalmente, Juan, con muchos nervios, por fin abrió la puerta de su casa para ver de quién se trataba, al hacerlo, fue sorpresa de ellos ver que era nada más ni nada menos que Inés, su hija.

    - Inés…Hija… Vaya… Qué gran sorpresa y alivio de que seas tú – expresó Juan, dando un gran suspiro.

    Xochimitl, en cuanto escuchó la voz de su hija afuera de la casa, también dio un gran suspiro al mismo tiempo que sonreía como una forma de expresar la despreocupación de esos segundos intensos.

    - Papá, lamento por no haber avisado de que llegaría mucho más temprano de lo que les había dicho, pero no encontré el medio para hacerlo. Espero no interrumpir nada. – Inés se asomó al interior de la casa para ver por qué tanta preocupación.

    - No interrumpes nada hija, y eres bienvenida, pasa, estábamos hablando todos con Clemente sobre su plan. – Juan abrió por completo la puerta para que entrara Inés, ella entonces entró de inmediato.

    - Ya veo, entonces sí interrumpí algo – Inés dejó su maleta en un sillón y entonces vio a su mamá. Ella en seguida corrió a abrazarla - ¡Mamá, qué felicidad es volver a verte! – ellas dos quedaron abrazadas por un momento, entonces se separaron e Inés volteó a ver a su padre. – No saben cómo me preocupo por ustedes, a diario pienso si están bien aquí.

    - Nosotros también nos preocupamos por ti hija. – Juan abrazó a Inés.

    Entre que ellos daban la bienvenida a Inés, Axayácatl, por su parte, continuaba con la llamada de Isabel.

    - ¿Qué es lo que quieres Isabel?, no puedo creer que te hayas atrevido a hablarme a mi casa – volvió a insistir él.

    - ¡Deja de decirme esa estupidez!; escúchame bien mugroso, hablo para advertirte algo, y es que si acaso llegas a contar algo de lo que te hice en la tarde, te juro que te vas a arrepentir toda tu vida, porque entonces no dudaré en contarles a todos tu secreto, así como lo chillona que estabas con Clemente ese día; y ni dudes que diré detalles, contaré cómo estabas golpeado y el problema que tienes en tu vida – exclamó sumamente segura Isabel.

    Axayácatl entonces sintió en su cuerpo un gran temblor, un temblor que nunca antes había sentido, ni si quiera cuando estaba frente a Francisco. Esta reacción de su cuerpo era una señal de su gran miedo de ver todo acabado, de que toda la escuela por fin se enterara de su secreto, y de que eso llegara a oídos de Francisco.

    Yo, mientras tanto, como ya no había escuchado el timbre de la casa, decidí abrir un poco la puerta del baño para ver qué era lo que pasaba. Así lo hice, abrí lentamente la puerta, y entonces al voltear al lado derecho, es decir, al lado en donde estaban los cuartos, escuché la voz de Axayácatl que decía: “No diré nada”.

    Justo en ese momento el padre de Axayácatl dijo:

    - ¡Clemente, todo está bien, puedes volver aquí!

    Entonces yo abrí por completo el baño, salí, y aunque traté de escuchar un poco más sobre lo que hablaba Axayácatl, no pude, pues Juan ya estaba subiendo las escaleras para ver si yo había escuchado su anuncio. Al verlo expresé mi tranquilidad porque no fue Francisco quien tocó a la puerta, entonces Juan y yo bajamos a la sala, mientras que Axayácatl continuaba su llamada.

   - Excelente, veo que como indígena pobretón entiendes muy bien lo que se te ordena – dijo Isabel muy contenta.

   - Por favor no digas nada – en una actitud sumisa expresó Axayácatl.

   - Eso depende de cómo te portes, si tú no dices nada, ten por seguro que yo no lo haré; pero de lo contrario, si es que tú no aguantas a lo que te haga y entonces dices todo, no dudes en que toda la escuela sabrá de tu estúpido secreto – advirtió Isabel y al tiempo colgó el teléfono.

   Tras esta reacción de Isabel, Axayácatl quedó cortado de emociones, es decir, la forma en que ella lo había amenazado y colgado el teléfono no permitió que Axayácatl asimilara todo lo que Isabel había dicho; pues, ¿Cómo era aquello?, ¿aguantar lo que hiciera Isabel?, ¿qué era lo que tramaba ella como para haber dicho todo eso, y, aún más, haber hablado a la casa de Axayácatl y amenazarlo?, estas preguntas rondaban en la mente de Axayácatl, cuando ya él había bajado con nosotros a la sala. Ahí sólo nos encontrábamos Xochimitl, Juan y yo, pues Inés se había escondido en la cocina, esto para darle una sorpresa a su hermano.

    Xochimitl, en cuanto vio a Axayácatl acercase, le preguntó:

    - ¿Qué pasó hijo, era Francisco?, te noto preocupado.

    - No, no, no era Francisco – dijo cortante él.

    - ¿Entonces quién era? – repuso extrañado Juan.

    - Era… era… ¡Era Josef!, un amigo de la escuela, me habló para saber qué era lo que había pedido de material nuestro maestro de taller! – exclamó Axayácatl.

    Sus padres hicieron una expresión de alivio ante esto, sin embargo, yo no creeía del todo de que Josef haya sido quien habló por teléfono, pues, ¿para qué Axayácatl había dicho “No diré nada”?, esto era algo sumamente extraño de su parte.

    Pero antes de que Axayácatl pudiera hacer alguna expresión de nerviosismo, Inés en ese momento apareció sorprevisamente de la cocina.

    - ¡Hola hermanito! – dijo muy feliz ella, y de inmediato se acercó a Axayácatl para abrazarlo.

    - ¡Inés! – expresó muy emocionado Axayácatl, no podía creer que su hermana estuviera ya en la ciudad. Él se dejó abrazar totalmente por ella.

    Ambos se veían extremadamente felices, jamás había visto a Axayácatl tan feliz, su expresión en la cara había cambiado por completo, una gran sonrisa adornaba su rostro, sus ojos se veían con brillo, un brillo que reflejaba su emoción que le causaba el ver a su hermana a su lado, como si la presencia de Inés le diera a Axayácatl una gran seguridad. Entonces Inés se separó de él e inmediatamente ella me volteó a ver.

    - Oh, hermana, te presento a Clemente. Mi mejor amigo – indicó muy feliz Axayácatl.

    - ¿Tu mejor amigo? – Inés volteó a ver sorprendia a su hermano, al igual que sus papás.

    - Sí, él es mi mejor amigo – dijo Axayácatl totalmente seguro.

    Yo tampoco podía creer tal expresión de Axayácatl, él no había utilizado esa categoría para mencionarme, era como si algo hubiera hecho que él, en esos breves minutos en que todos nos dispersamos, decidiera decirme de esa forma.

    - Bueno, pues mucho gusto Clemente, mejor amigo de Axayácatl. – Inés me externó su mano al mismo tiempo que me sonrió amablemente.

      Estreché la mano de Inés mientras la veía fijamente, y ahora entendía quién se parecía casi por completo a Xochimitl. Aunque Axayácatl no me habló para nada de Inés en el pasado, pues parecía que le incomodaba hablar de ella, por el contrario, yo veía a Inés sumamente hermosa. Ella tenía un poco más de nuestra edad. Tenía unos ojos profundos, totalmente negros, un color negro que invitaba a perderte dulcemente en su mirada tan bella, su sonrisa era increíblemente bella y envidiable, en esa sonrisa reflejaba la bondad, la sencillez y el amor por la vida que Inés parecía tener, nunca antes una mujer sonrió tan alegremente como ella. Su cabello, al igual que su madre, era largo, muy lacio y de color negro. Inés era muy delgada, sus brazos eran estéticamente delgados, sus manos parecían tan frágiles, pero no, en ellos poseía una fuerza indescriptible. Ella, al igual que su familia, era de piel morena.

     - Bueno, ¿qué les parece si comenzamos con la conversación? – expresó Juan.

    - Muy bien, por mí no hay problema. – contestó Inés.

    Todos estuvimos de acuerdo para comenzar con la conversación, entonces nos sentamos en la sala, en la disposición que ya se dijo antes, sólo que ahora, Inés ocupaba justamente el sillón de mi lado que estaba vacío antes de su llegada.

    Fue así como le expliqué a la familia de Axayácatl mi plan contra Francisco que, en una parte, consistía en que yo fuera la persona que habían pedido Francisco y Rogelio para que estuviera con ellos el viernes…

Capítulo XXVI

Conté y expliqué a la familia de Axayácatl todo acerca del plan contra Francisco, ellos parecían sorprendidos al mismo tiempo que estar de acuerdo con lo que les decía, sin embargo, Xochimitl y Juan completaron ciertas ideas mías, pues agregaron la ayuda de Inés a todo lo que yo había planeado, así como la forma en que yo actuaría frente a Francisco y Rogelio en ese día en que se decidiría todo su destino.

    Sin poderles lectores aún revelarles de qué va el plan contra Francisco, fue así como pasó el día y llegó entonces el martes. Todos estábamos en la formación del patio, yo me encontraba bastante pensativo y también nervioso sobre el plan contra Francisco, pues, aunque había salido todo de mi mente y había convencido a los padres de Axayácatl; por otro lado, no quitaba el que fuera un plan en el que cualquiera pudiera perder la vida.

    Mientras que yo me sumergía en este y otros pensamientos, de improvisto llegó Jérémy conmigo.

    - ¡Hola Clemente! ¿Cómo es que estás tan solo?- él exclamó sonriente, con esa bella sonrisa que caracterizaba su ser y lo hacía único en este mundo.

    - Oh, hola Jérémy, qué sorpresa me diste – expresé extrañado por su llegada.

    - No me digas que te ha parecido ridícula mi entrada contigo – dijo con un tono irónico.

    - Para nada – sonreí levemente por la gracia que me causó su comentario –, es sólo que estaba en mis pensamientos y entonces de pronto llegaste tú.

    Jérémy sonrió por lo que le dije, entonces continuó:

    - Ya, siempre has sido un joven muy reflexivo; y, ¿sabes?, eso es algo que no se ve en cualquier persona – él entonces fijó sus ojos a los míos, me miraba de una forma diferente, diferente a como lo había hecho anteriormente, ahora esa mirada guardaba una ternura con respecto a mí.

    El comentario de Jérémy me hizo sonrojar, por lo que no pude evitar agachar mi cabeza por un momento y no mirarlo a los ojos, pues eso en verdad me ponía muy nervioso.

    - Bueno, creo que desde siempre me ha gustado pensar, pero no dudo que haya personas más inteligentes que yo.

    Jérémy entonces cerró sus ojos, sonrío levemente, como expresando una vez más una gran ternura por lo que yo decía, entonces volvió a abrir los ojos, y en ese momento, justamente en que él abría sus ojos y dejaba ver esas bellas pupilas color miel, un ligero rayo del sol se posó justamente en ellas, lo cual las hizo ver todavía más luminosas, lo que hacía ver la dulzura de sus ojos, una dulzura que me invitaba a nadar a través de esa profundidad de su mirada. Entonces con una mano me tomó de un hombro y dijo:

    - Qué importa si existe o no alguien mejor a ti, porque con ser tan único es como has llegado al corazón de las personas – y finalmente me sonrió.

    Yo quedé impresionado por esas bellas palabras, por ese tono de voz tan fragante y delicioso con que me había expresado tal idea; y ese momento, ese momento tan mágico en que los dos nos encontrábamos frente a frente, en el que la luz del sol del alba pegaba en su blaquisca y pura cara, al igual que esa sonrisa. Todo fue una combinación de impresiones que hizo a mi corazón latir y radiar de un sentimiento extraño en mí, de algo que jamás había sentido, como un palpitar intenso y a la vez precioso, como… como si se tratara de eso que los demás llaman amor.

     Sin embargo, paralelo a ese momento, Isabel y Angélica nos veían a lo lejos.

    - Míralos Angélica, tan estúpidos los dos - dijo con coraje Isabel.

    Angélica volteó extrañada hacia Isabel, y entonces exclamó:

    - Isabel, a veces no entiendo por qué o cómo es que odias tanto a tu hermano; si él es guapo, atento, lindo y muy alegre. De Clemente lo puedo comprender porque él es antipopular, a nadie le interesa y tiene fama de ser homosexual; pero… ¿por qué te expresas así de tu hermano?, es claro que jamás en la vida Jérémy podría fijarse en Clemente, porque Jérémy no es gay.

    Isabel, quien no nos quitaba la vista de encima, no hizo caso a lo que Angélica le comentó, pues estaba totalmente concentrada en todos los gestos que hacíamos Jérémy y yo en nuestra plática, cuando entonces Isabel expresó:

    - Es que si por maldición llegan a estar juntos, no sé qué haré.

    Angélica entonces se quedó sorprendida por la falta de atención de Isabel y por la expresión que ella había hecho.

    - ¿Juntos?, ¿de qué hablas?, si Jérémy jamás podría andar con un hombre; a menos que… - Angélica entonces nos volteó a ver y para ese momento Jérémy ya había quitado su mano de mi hombro.

    Entonces Isabel, al notar la duda de su Angélica, rápido comentó:

    - Nada, no he dicho nada más, tan sólo que sí: ¿Cómo es que mi hermano guapo, con buen cuerpo y con alma española puede estar junto a un tarado como Clemente?, me molesta que sea tan estúpido mi hermano, es por eso que me enojo con él, porque no es como para que tenga amigos como Clemente, tan impopulares.

    Angélica pareció creer lo que Isabel le había dicho con respecto a su duda, entonces continuó:

     - Para eso hay que deshacernos del inepto de Clemente; ¿conseguiste el teléfono de Axayácatl?

    - Le he conseguido, mi hermano lo tenía anotado en su cuaderno de francés junto con el teléfono de Clemente. Ayer le hablé al indio de Axayácatl y se creyó todo lo que le dije – confesó alegre Isabel.

    - Perfecto, mientras más molestemos al mugroso de Axayácatl, esto hará que él se vaya a quejar con su único amigo verdadero, osea, Clemente, y cuando sea así, Clemente vendrá a reclamarte y así pondremos a Jérémy en contra suya.

    Entonces ellas empezaron a reír por aquel plan que parecía favorecer su objetivo de alejar a Jérémy de mí. Así entonces pasaron las horas de clases, y llegó la hora del receso. Como noté que Axayácatl había llegado con actitud extraña al grupo, decidí acercarme a él para preguntarle sobre ello, pero fue imposible, pues él se salió mucho antes del salón.

    Axayácatl se encontraba atrás del asta bandera tratándose de ocultar de Isabel, y aunque por un momento nadie lo había visto, sin embargo, Isabel fue tan ingeniosa como para buscarlo en los lugares en donde casi nadie iba en la hora del receso, justamente como el asta bandera.

    Cuando Axayácatl notó que Isabel ya lo había encontrado, no pudo evitar temblar del miedo y retroceder un poco mientras ella, junto con Angélica, se acercaban a él.
    - Mira Angélica, ¿a quién tenemos aquí enfrente?- decía Isabel.

    - A un pobre estúpido que está solo- complementó Angélica al tiempo que llegaron con él. Sin pensarlo, Angélica se puso atrás de Axayácatl e Isabel se puso enfrente.

    Mientras esto pasaba, yo continuaba buscando a Axayácatl por todo el patio, cuando en el camino me encontré a Lizeth.

    - Lizeth ¿has visto a Axa?, necesito encontrarlo - preocupado le pregunté.

    - No, no lo he visto desde que salimos del salón; ¿sucede algo? - respondió ella.

    - Te lo contaré después, pero por favor, ayúdame a buscarlo– contesté muy preocupado.

    Lizeth aceptó y ambos nos separamos para encontrar a Axayácatl, mientras que él seguía con Isabel y Angélica.

    - Entonces… No has dicho nada de lo que pasó ayer, ¿verdad Axa?- dijo con tono burlón Isabel, pero Axayácatl no quiso contestar.

    - Contesta imbécil- Angélica lo tomó de los brazos y lo apretó fuertemente, de tal forma que sus uñas se enterraron en Axayácatl. Pero pese a que ella le hizo esto, él no quiso hablar.

    Isabel, al notar la ausencia de palabra que tenía Axayácatl con respecto a su pregunta, se enojó y con tono burlón comentó:

    - Ay mi Axa, más torpe, imbécil y pobre no puedes ser, no cabe duda que eres un indio bien adiestrado, se ve que al menos allá en tu rancho te enseñaron a ladrar cuando tenías que hacerlo.

    Axayácatl no pudo evitar enojarse por tal comentario.

    - Eres una estúpida – expresó él mientras miraba con una mirada intensa de odio a Isabel.

    - ¡¿Qué dijiste!? - preguntó furiosa Isabel al mismo tiempo que se iba a acercar a él para golpearlo como un día antes lo había hecho, sin embargo, en ese momento…


    - ¡Axayácatl! – a pocos pasos de ellos, Lizeth gritó para detener lo que iba a hacer Isabel…

sábado, 22 de junio de 2013

Capítulos XXIII-XXIV



Capítulo XXIII

Cuando ya casi Jérémy me decía acerca de lo que le inquietaba sobre Axayácatl; Mario, de inprovisto, apareció justo atrás de nosotros.

    - Oh, Mario, qué bueno que has llegado; Clemente, he invitado a Mario a que estuviera un rato con nosotros en la hora del receso, no sé si ya se conozcan, si no es así, bueno, los presento a ambos. 

    En cuanto Jérémy dijo esto, él se hizo a un lado para que Mario y yo pudiéramos vernos y así hacernos algún gesto de simpatía, sin embargo, ni Mario ni yo lo hicimos, simplemente nos miramos fijamente, lo cual hizo notar que ambos no simpatizábamos del todo.

    - Gracias por invitarme Jérémy, qué sorpresa que ambos estén aquí – dijo Mario mientras me volteó a ver.

    - ¿En serio?, bueno, yo no le encuentro la sorpresa, te dije que te esperaría aquí – expresó Jérémy desconcertado, y era que fue evidente que él no entendió para nada la ironía de Mario.

    - Bueno, por otra parte, debo decirte que tu maqueta de Historia quedó muy bien, cuando la llevaste al salón quedé impresionado, realmente se vio el empeño de todo tu equipo – continuó Mario.

    - Vaya Mario, pero qué palabras, la verdad es que sí nos esforzamos bastante; muchas gracias por tu cumplido – contestó Jérémy.

    Mientras ambos comentaban sobre sus trabajos de Historia, yo fijé mi mirada discretamente en la vista de Mario, y bien pude notar que él gustaba de hablar y de ver a Jérémy, lo sabía por la forma en que le hablaba y lo veía. Debido a eso, no pude evitar el que mi corazón fuera invadido por unos celos increíbles, estaba celoso de Mario, de la confianza que tenía para hablarle a Jérémy, pues, comparada ésta con la mía, Mario parecía mucho más seguro, más seguro de hablar en confianza con Jérémy, de querer parecer que quería algo serio a lado del chico del cual yo también me había fijado.

    Y por eso lo odié, odié a Mario por un gran momento, por ver lo simpático que resultaba ser con la persona que a mí me gustaba. Mis celos no me dejaban pensar en cómo debía actuar ante Mario; pero justo en ese preciso instante, el balón de futbol de los que estaban jugando cayó frente a nosotros, sin duda un momento incómodo para los tres, pues cuando vimos el balón a nuestro lado nos quedamos extrañados y dudosos de quién sería el que patearía el balón para que regresara hacia los que estaban jugando; aunque, evidentemente, sabíamos que Jérémy era el indicado. 

    Parecía que Jérémy se había dado cuenta de la acción que esperábamos de él, así que no dudó ni un instante de ir a patear el balón. Mientras él hizo eso, Mario y yo quedamos solos y cuando Jérémy nos dio la espalda para patear el balón, Mario y yo, tratando de ser discretos, pero coincidiendo en la acción, nos vimos con mirada desafiante, de rivales, con intención de demostrarnos que ninguno de los dos sedería tan fácilmente ante tal acción, y que tampoco nos apartaríamos de Jérémy por la presencia del otro, en verdad nuestra expresión era muy profunda y decisiva con respecto a nuestros sentimientos.

    Jérémy entonces regresó con nosotros, pero cuando llegó, la campana sonó y así anunció que terminaba el receso, por lo que no percató del todo la mirada entre Mario y yo.
    - Bueno Jérémy, me tengo que ir a mi grupo, gracias por platicar conmigo – expresó Mario con un tono muy seco.

    - Vaya, qué tristeza que no hayamos podido hablar más los tres, en verdad quería que ustedes dos se conocieran mejor – agregó Jérémy.

    - Supongo que en otra ocasión podré conocer mejor a Clemente, ¿no es así? – Mario entonces me volteó a ver.

    - Por supuesto, para mí sería bastante interesante – respondí sosteniendo la mirada a Mario.

    - Qué buena noticia, me alegro que ambos se quieran conocer – expresó Jérémy, con cierto tono que parecía ambigüo, pues parecía muy ingenuo de su parte ignorar la intención con que Mario y yo hablábamos sobre conocernos entre los dos.

    - Bueno, pues parto hacia mi grupo; una vez más, muchas gracias Jérémy por haberme invitado a estar un rato con ustedes en el receso, espero que podamos hablar tú y yo después – dijo Mario y posteriormente se fue.

    - Mario es un buen chico, me sorprende que esté tan solo, cuando es una persona muy agradable – dijo Jérémy sin quitarle la mirada a Mario mientras éste se alejaba.

    - Jérémy… Bueno yo… yo… ¡Yo también quiero agradecerte!- nervioso comenté, pues en realidad yo también estaba agradecido porque él eligiera estar conmigo. Así, en cuanto expresé mis palabras, Jérémy volteó a verme-, porque estuviste conmigo, pese a que te invitaron a jugar. Gracias por no dejarme solo.

    Jérémy entonces, cuando terminé de decir todo esto, me sonrió de una forma tierna, una forma que expresaba la dulzura que le habían causado mis palabras.

    - Oh Clemente, tú no tienes nada que agradecer; debes de saber que me gusta estar a tu lado – él expresó con sinceridad.

    Cuando Jérémy me dijo esto último, un sentimiento increíble corrió por todas mis venas, esas palabras habían sido como un gran golpe a mis sentimientos, quería que esas palabras se hubiesen vuelto a repetir para volver a sentir tal sensación, aunque realmente mi mente las repetía una y otra vez, aun cuando apenas las había dicho él.

    - Jérémy yo…

    - No digas nada, porque lo que me dijiste antes ha sido algo que yo tampoco olvidaré – me interrumpió él. Entonces ambos finalmente nos dirigimos al salón.

    Mientras Jérémy y yo nos dirigíamos al salón, por otra parte, Axayácatl ya había acabado de jugar con los demás, pero antes de ir al grupo, él pasó al baño. Como fue solo, Isabel aprovechó tal ocasión para esperarlo afuera del mismo.

   - Creo que es el momento perfecto para empezar con nuestro pequeño juego Angélica – expresó Isabel con un tono extraño.

   - ¿Qué?, ¿pero qué planeas hacer Isabel? – preguntó Angélica.

    - Ya lo verás, por favor, tú vigila que nadie vea esto – indicó Isabel mientras se acercaba lentamente a la puerta del baño de los hombres.

    - Muy bien, como digas; por los demás no te preocupes, todos ya se fueron a sus salones, los de Computación ya entraron al aula y los de talleres no voltean para acá. Para cuando él salga, ya todos estarán adentro de donde les toca- explicó Angélica.

    Segundos después Axayácatl salió del baño y de inmediato vio afuera a Isabel. Ella se acercó a él.

    - Vaya, amigo de Clemente y sin él, ¿cómo está eso?- Isabel se puso muy enfrente de Axayácatl; sin embargo, él sólo la vio sin decir ni una palabra- ¿y dónde está tu pequeño amigo protector?

    - No sé de qué hablas Isabel. Si buscas a Clemente, él seguramente está en el salón- respondió muy nervioso Axayácatl.

    - Mi querido Axa, sois más ingenuo de lo que pensaba, veo que el estar con Clemente te hace todavía más tonto.

    - ¿Por qué estás aquí? – preguntó molesto Axayácatl.

    - Ha, ha, ha, ¿has oído Angélica?, él pregunta por qué estoy aquí – dijo Isabel al mismo tiempo que volteó a ver a Angélica, su amiga la veía con una gran sonrisa. Isabel entonces tomó a Axayácatl muy fuerte de la mejilla- ¡Dile a Clemente que nunca es bueno dejarte abandonado!- tras decir esto, Isabel soltó bruscamente a Axayácatl e inmediatamente después le dio una gran bofetada, que hasta a Axayácatl le había dejado la mejilla roja. Isabel y Angélica se rieron.

    Axayácatl se tomó la mejilla y entonces volteó a ver a Isabel.

    - Ya lo sabes indio tonto, ten cuidado cuando me veas – expresó Isabel al mismo tiempo que se fue junto con Angélica a su salón.

    Axayácatl tan sólo las vio alejarse, él tenía una gran impotencia y enojo, pero ese enojo no lo podía expresar, era un tanto miedoso para esos asuntos, simplemente lo reprimió y decidió no llorar por vergüenza a que ellas lo vieran.

    La situación en la escuela estaba muy difícil: Isabel y Angélica ya no tenían piedad con Axayácatl, buscaban retarme a través de las agresiones que le hacían a él; por otro lado, Mario cada vez se acercaba más a Jérémy, lo cual hacía tener sospechas mías con respecto hacia ambos, y, por si fuera poco, Jérémy continuaba con la duda con respecto a los problemas de Axayácatl.

    Sin embargo, esto no era lo único, pues, por otra parte, y muy alejados de la escuela, Francisco y Rogelio tramaban algo:

    - Francisco, ¿en serio crees que Axayácatl nos traiga a alguien de su escuela para violarlo?- le preguntó Rogelio a su compañero.

    - No sé, la verdad yo sí quiero que traiga a alguien, pero aun así el enano no se salvará de morir - dijo muy seguro Francisco.

    - Pero, ¿ya estás seguro de darle cran compadre? – todavía con dudas habló Rogelio. 

    - Claro, ese puto indio debe morir ya, y, en el dado caso de que traiga a alguien, primero los violaremos y después a ambos los matamos. No podemos dejar que un chiquillo, además de Axayácatl, sepa de nosotros y de lo que hacemos; además, a mí ya no me interesa ni me sirve ese pinche indio pendejete, al igual que su mugre familia, ya me tienen hasta la puta madre. Me traiga o no a alguien el indio ese, a toda esa puta familia voy a matar el viernes - exclamó muy seguro Francisco…

Capítulo XXIV

Francisco estaba decidido a acabar con la vida de Axayácatl y su familia, pues ellos ya no formaban parte de sus intereses; sin embargo, no sólo era esa la razón por la que quería deshacerse de Axayácatl, pues, por otra parte, Francisco en el fondo sabía que conforme Axayácatl creciera, sería muy difícil controlar la desconformidad del chico.

    En fin, que transcurrió normalmente el día de clases, y como había quedado de acuerdo con Axayácatl de ir a su casa, le pedí permiso a mi mamá para ir con él, ella me dio autorización y entonces los dos nos dirigimos a su hogar.

    Sin embargo, en el camino Axayácatl estaba muy extraño, como que trataba de ocultar algo, algo que no era referente a Francisco y a Rogelio, al menos eso pensaba yo.

    - Axayácatl, ¿te sucede algo? – en seguida le pregunté preocupado.

    - No, ¿por qué la pregunta Clemente? – respondió él.

    - Estás demasiado serio, ¿deberas no tienes nada?

    - No, no, tan sólo son los nervios de lo que vaya a pasar con mi familia con respecto a lo de Francisco – intentó ocultar él.

    - Ya veo, mira, sé que ésto ha sido muy difícil para todos ustedes, pero debes de tranquilizarte un poco, porque entonces todo saldrá mal si no tienes confianza en ti mismo – traté de tranquilizarlo.

    - Sí, tienes toda la razón… Yo, yo me voy a tranquilizar más – él logró su objetivo de ocultarme lo que había pasado con Isabel.

    Axayácatl y yo continuamos con el camino rumbo a su casa. En el trayecto hablamos sobre todo de la escuela y de las tareas que estaban pendientes, nada que fuera digno de relatar a profundidad en esta historia. Así entonces ya estábamos a punto de llegar a su casa, cuando él me preguntó:

    - Oye Clemente, y a todo esto, ¿por dónde vives tú?, siempre he querido preguntarte eso.

   - ¿Dónde vivo yo?, bueno… yo… - sí, como había mencionado antes en esta historia, yo vivía muy cerca de la casa de Axayácatl, justo en la colonia vecina a la de él; sin embargo, ni yo mismo sabía por qué le ocultaba esto a Axayácatl, tal vez se debía a que la casa en donde vivo no era precisamente de mi madre, sino de la hermana de mi padre, y porque las condiciones en las que vivíamos mi mamá y yo en dicho hogar eran nefastas, tal vez todo eso era un factor importante como para no decirle mi cercanía a Axayácatl, porque temía que un día él me fuera a visitar; pero entonces pensé que no había por qué temer, pues a estas alturas de nuestra amistad, me había dado cuenta que tanto él como yo teníamos problemas muy fuertes, uno más intenso que otro, pero al fin y al cabo ninguno tenía una vida perfecta, así que me decidí a decirle -; bueno Axayácatl, la verdad te sorprenderá saber que yo vivo en la colonia de a lado, en Villa de Aragón.

    Cuando Axayácatl escuchó esto, de inmediato volteó a verme sorprendido, sus ojos brillaron como si algo hermoso se le hubiera revelado justo enfrente, como si eso que se le reveló fuese una idea perfecta a la cual él deseaba tocar, pues pocos tenían acceso a ella. Entonces emocionado me dijo:

    - ¡¡Vives en la colonia de a lado!!, no lo puedo creer Clemente, no sabes lo feliz que me hace eso.

    - ¿En serio Axayácatl?, ¿y por qué? – todavía nervioso expresé.

    - Bueno, tal vez te suene muy extraño esto, pero la verdad es que me voy a sentir más protegido al saber que vives muy cerca de mí, sé que es algo raro – confesó él.

    ¿En verdad?, ¿alguien se sentía protegido bajo mi presencia?, ¿alguien podía decir que mi cercanía le brindaba una protección?; las palabras de Axayácatl me hicieron sentir especial, me hicieron ver que, por primera vez, el lugar en donde vivía ayudaba tan siquiera a alguien, y que aunque yo vivía un infierno en esa casa, por otro lado, alguien se sentía seguro con mi cercanía, era algo que nunca nadie me había dicho.

    - Axayácatl… - entonces sonreí levemente -, no es raro lo que me acabas de decir, al contrario, yo también me sentiré seguro al saber que estás muy cerca de mí. 

    Él de inmediato me sonrió y entonces finalmente llegamos a la puerta de su casa. Axayácatl entonces se detuvo, me volteó a ver y me dijo:

    - Ya llegamos Clemente, debo confesarte que estoy demasiado nervioso por lo que vaya a pasar, pero tú no debes de preocuparte, sé que mis papás te recibirán bien y todo estará a favor tuyo.

    - Entiendo tus nervios, pero si estás seguro de que todo estará bien, no tienes de qué preocuparte, yo contestaré con la verdad y jamás diré algo que pueda perjudicarte – contesté sinceramente.

    Axayácatl tan sólo me sonrió nerviosamente, subimos los pequeños escalones para llegar justo enfrente de la puerta, él suspiró profundamente y entonces abrió la puerta de su casa. 

    Al abrir la puerta, lo primero que encontramos fue a sus dos padres sentados en la sala, parecían hablar hasta que él y yo llegamos. Axayácatl cerró la puerta de su casa, sus padres se levantaron y entonces se acercaron a mí.

   Ahora lector, llegó el momento de que yo sea tus ojos para así poder describir a los padres de Axayácatl. Su mamá era de estatura un poco más alta que la de nosotros dos, ella tenía un cabello muy largo y negro, realmente era muy bonito. Ella era morena, tenía unos ojos grandes, muy expresivos, unos que podían reflejar inmediatamente sus sentimientos, su rostro se asemejaba un poco al de Axayácatl en cuanto a la expresividad; las facciones de ella eran realmente las de una indígena, y con esto me refiero a que no parecían personas de la ciudad. Su madre tenía un cuerpo normal, ni gordo ni tampoco delgado; en ese momento vestía un vestido un poco típico, parecía de pueblo, yo la veía como las mujeres indígenas que Diego Rivera había retratado en sus pinturas.

    Por su parte, el padre de Axayácatl, a mi parecer, era el que más se parecía a él. Su padre era un poco más alto que nosotros dos, su cabello era totalmente negro y corto, era de piel morena, su cara era la de un señor ni grande ni joven, pero sí que reflejaba el cansancio del campo; sus labios se parecían mucho a los de Axayácatl, no eran ni gruesos ni delgados, tenían una densidad normal, en cierta forma atractiva, su nariz un poco grande pero no grotesca, sus ojos un tanto más pequeños que los de su mujer. En ese momento vestía una camisa de cuadros azul con un pantalón de mezclilla, incluso el padre de Axayácatl tenía el mismo tono de piel que su hijo. Él tenía un poco de arrugas, pero su cuerpo se veía bien formado por el trabajo de campo.

    - Clemente, te presento a mis papás: mi madre Xochimitl, mi papá Juan – dijo de inmediato Axayácatl.

    - Mucho gusto – expresé seguro de sí mismo.

    Ambos me saludaron amablemente, con una sonrisa en sus rostros, me extendieron la mano, me invitaron a pasar a la sala y a tomar asiento. La disposición de los asientos era la siguiente: habían tres sillones muy juntos justo enfrente de la entrada de la cocina, éstos los ocuparon, de izquierda a derecha, Xochimitl, Axayácatl y al final Juan; por mi parte, me senté en el sillón que estaba enfrente de ellos, y a mi lado había un sillón más desocupado.

    - Clemente, dime, ¿gustas un vaso con agua? – me preguntó amablemente Axayácatl.

    - Sí, por favor Axayácatl, gracias – contesté.

    Axayácatl entonces se levantó para servirme tal vaso con agua, mientras que Xochimitl dijo:

    - Clemente, debemos agradecerte el que hayas venido aquí con nosotros – expresó amablemente ella.

    - No señora, muchas gracias a ustedes por haberme invitado a hablar – respondí con una seguridad que ni yo mismo creía tener.

    Axayácatl entonces terminó de servirme el vaso con agua, él ya iba a entregarme la bebida, cuando en ese momento sonó el teléfono de su casa; ellos tres se voltearon a ver como no esperando tal llamada. Axayácatl dijo que él contestaría en su cuarto para no interrumpir nuestra plática, entonces él subió.

    Mientras él subía las escaleras para contestar, Juan me dijo:

    - Antes que nada Clemente, nos gustaría saber cómo fue que conociste a Axayácatl; por favor, no tengas pena ni miedo de decir las cosas, no estamos aquí para juzgarlos, sólo queremos saber un poco de su amistad.

    - No se preocupe señor, yo estoy dispuesto a decir bien las cosas – agregué a su comentario.

    Por tanto, Axayácatl ya había alzado la bocina del teléfono:

    - ¿Bueno? – preguntó.

    - Qué bueno que me hayas contestado tú, Axayácatl – era la voz de Isabel.

    Por otro lado, yo ya estaba iniciando la historia sobre cómo nos conocimos Axayácatl y yo, cuando en ese momento sonó el timbre de la casa. De inmeditato Xochimitl y Juan se voltearon a ver sorprendidos y un poco asustados.

    - ¿Crees que sea Inés? – preguntó Xochimitl a su esposo.

    - No lo creo, ella dijo que llegaría en la noche – respondió asustado Juan.

    - No me digas que son…

    - ¿Francisco y Rogelio? – completó la frase Juan.

    - Clemente, por favor, véte a esconder al baño, está arriba, justo al terminar de subir las escaleras, trata de no hacer ruido – me indicó Xochimitl, a lo que yo asentí y rápido fui a donde me dijo.

     Juan entonces, cuando escuchó que cerré la puerta, se levantó a abrir la puerta, porque ya habían sido tres veces las que habían tocado el timbre en lo que yo había subido a esconderme al baño. Entonces él abrió la puerta de la casa…